Tu Recuerdo

9

Esos últimos días
fueron los más duros, 
pero los más felices. 
Los llevo como un doloroso recuerdo, 
de aquello que fuimos, 
y de todo aquello, 
que al final, 
no pudimos ser.

Cada día de esa última semana, 
pasaste por mí a mi casa. 
Cualquiera que nos veía 
diría que por fin estábamos juntos. 
Incluso Miguel comentaba, 
entre broma y broma, 
que ya era hora.

Tú no decías nada, 
simplemente te reías, 
y yo, aunque apenada, 
solamente sonreía. 
Claro que en ese momento, 
ya era muy común y habitual, 
que a tu boca llevaras mi mano 
y plantaras un tierno beso.

¡Ojalá hubiera sido más que eso!

Llegó el día de tu graduación 
y tus ojos brillaron al verme 
en aquel vestido vestido verde, 
lo había elegido por ti, 
porque sabía que así, 
estando junto a ti, 
haría excelente juego 
con el tono de tus lindos ojos.

Me sonrojé cuando por la cintura me tomaste, 
y disfruté cada momento del baile. 
Nos veíamos felices, 
sonrientes, libres, alegres. 
Por fin éramos solo tu y yo. 
Por fin habías bajado la guardia. 
Me abrazabas más que nunca, 
con tu mano en mi espalda, 
en mis hombros y en mi cintura. 
Parecía y me sentía 
totalmente tuya.

Quise besarte, 
muchas, muchas veces. 
Sentir tus labios en los míos 
y sin pudor perderme. 
Pero no quería arruinar 
nuestro primer beso, 
al final, 
ese siempre marca 
el primer encuentro.

Así que esperé pacientemente 
a que dieras ese paso, 
estaba ya tan segura, 
que tanto tú como yo 
moríamos por hacerlo realidad, 
pues te acercabas cada vez más a mí, 
cada vez con menor duda, 
y nadie podrá negar 
que tus ojos derrochaban lujuria.

Pero todo terminó, 
en un abrir y cerrar de ojos, 
sin que pudiéramos culminar
aquel deseo tortuoso. 
Indira llegó a la fiesta, 
con un vestido azul elegante, 
y esperó con paciencia 
que te alejaras de tu acompañante.

En tu rostro vi la duda y extrañeza, 
de que ella en la fiesta estuviera, 
pues se suponía 
que se había regresado a su tierra.

Con rigidez y un poco enojado, 
acudiste a su presencia, 
y me dejaste ahí plantada 
sola junto a la mesa.

Fue difícil disimular 
el dolor que sentía por dentro, 
porque todos habían notado 
nuestras acciones hacía unos momentos.

Como si nada, me disculpé, 
y salí a buscarte. 
Pero una horrenda sorpresa me encontré 
cuando en la puerta 
sus labios besaste.

 




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