Tu Reputación.
Yan_skyblue.
Capítulo III.
Katherina entró en la casa como un relámpago corriendo hasta su habitación muerta de miedo, si su madre se enteraba de lo hecho al tal hijo de duque la golpearía y eso dolía mucho. Se metió bajo las sábanas asustada, por favor que el señor Torton no le contara a ella, solo a su abuelo, ¡por favor Dios!. Para su mala suerte su abuelo estaba ocupado en una reunión con un lord de renombre.
Apenas y escuchó el carruaje del señor Torton irse, pudo notar los pasos firmes de su mamá por el pasillo, la llamaba casi a gritos obviamente enojada quien intentó abrir la puerta, pero la había cerrado con llave tratando en vano de salvarse, percibió se alejaba seguramente para ir por el juego de llaves y eso únicamente la hizo tener más miedo. Escuchó un ruido en la puerta, el picaporte moverse y finalmente su madre entrando furiosa.
—¡Te he dicho que seas buena, pequeño monstruo! , ¿por qué no puedes ser como tu hermana?. — de un tirón lanzó la sabana al suelo revelando a la pequeña niña de seis años llorando y temblando de miedo. —¿Cómo siquiera se te ocurrió golpear al hijo de un duque rata asquerosa?, ¿qué pasará si por tu majadería, luego él no desea cortejar a Laura?.—
El palo delgado en sus manos le indicó a Katherina que estaba perdida, ya podía sentir el dolor y ardor en su piel anticipadamente.
—Mami... — rogó con voz ahogada.
Louise no le permitió seguir, la agarró para darle vuelta, le subió el vestido para comenzar a golpearla en los muslos y nalgas, donde sabía que el Barón no vería los golpes. Ese viejo senil estaba tan distraído siempre con sus responsabilidades que no se enteraba de nada, mucho menos cuando ponía su fonógrafo encerrado en el despacho o en reuniones privadas. Estaba tan decrépito que se quedaba dormido a todas horas y ya ni escuchaba claro.
La niña lloró amargamente por el dolor de los golpes, su madre la castigó hasta ver asomar sangre, entonces se apartó de la criatura para arreglarse el recogido y salir de cuarto. La nana entró para atender las heridas de su pequeña pelirroja, esta vez la señora se había excedido. Katherina lloró mientras la curaban y casi el resto de la noche hasta ya no poder más cayendo dormida.
Despertó a la mañana adolorida, su nana le llevó los alimentos a la cama mientras le curaba de nuevo las heridas, ella comió triste, nadie aparte de su nana la quería en esa casa.
—Debería huir a un pueblo mágico… — susurró sin pensar.
La nana se acercó a ella para darle un abrazo, le beso la frente para consolarla, no había mucho que pudiera hacer por Kate ya que ella misma deseaba huir a su pueblo natal.
—Le diré a tu abuelo que te visite, ¿está bien mi niña?. — sonrió. Las arrugas en su rostro cuarentón a la pequeña le parecían muy bonitas y graciosas, como una uva pasa.
—Sí nana Ann. — sonrió finalmente.
—Luego te enseñaré más sobre etiqueta y a leer, para que no te metas en más problemas. —
Las dos conversaron sobre cuentos de hadas y vestidos bonitos hasta que la nana se retiró para llamar al abuelo quien no tardó en tocar a su puerta.
—¿La princesa Kate me dejará pasar?. — pregunta abriendo la puerta. Enseguida el olor a almizcle y tabaco inundó el ambiente.
La niña sonríe con su rostro iluminado, asiente palmeando la cama para que él se siente a su lado en la cama, obviamente el abuelo no sospechaba el sufrimiento de su nieta, y ella a esas alturas no deseaban darle una noticia tan cruel o su corazón no lo resistiría, por eso Kate prefería sonreír siempre como la princesa alegre que él creía era.
Albert se acomoda, juega con ella al "ajedrez" aunque a su edad su nieta no entendía nada sobre las reglas del juego, el abuelo decía que era una eminencia en ajedrez y siempre ganaba, ella aplaudía orgullosa de sí misma. Él le leyó un libro sobre contabilidad prometiendo enseñarle lectura y escritura cuando cumpliera siete años; luego de tanto entretenimiento la escuchó hablar sobre el incidente omitiendo el castigo, así que, Albert le dio una idea para enmendar su error.
—Podrías escribirle una carta al joven Wellington, como disculpa. — sobó su barba blanca.
—No sé escribir abuelo. — se rió por el hecho obvio.
—Entonces, dicte qué yo escribiré princesa mía. —
La niña se levantó emocionada, sería su primera carta oficial, caminó lo mejor posible sin levantar sospechas para hablar con nana y pedir papel, una pluma y tinta, ella así lo hizo; pronto el abuelo estuvo preparado para redactar la importante misiva. Cuando estuvo lista doblaron el papel, el Barón vertió la cera y colocó el sello de la familia, Katherina dio saltitos olvidando el dolor de sus golpes, fue a entregarla en manos de nana Ann.
El almuerzo estuvo listo a tiempo así que abuelo y nieta bajaron al gran comedor donde el resto de su familia esperaba. Laura poco a poco se notaba más refinada mientras Katherina cada vez le temía más a su autoritaria madre, si no fuera por su abuelo, hermanito y nana, se sentiría totalmente sola. Lastimosamente, días después nana debería partir al campo por la muerte de su madre, mientras que su abuelo estaría muy ocupado en negocios y la cámara de Lores, dejándola a merced de Louise y su odio irracional.
La carta llegó rato después a Hapsley House, casa en Londres del ducado Wellington.
—Llegó una carta para usted joven amo. — habló el mayordomo de la casa con su usual tono elegante entrando en la enorme biblioteca plagada de libros.
Henry apartó los ojos de su lectura para fruncir el ceño, ¿quién le escribiría a él?, quizás Adam su amigo en Bristol, es decir, el próximo año deberán ir al internado para caballeros. Tomó la carta sobre la charola de plata, rompió el sello para leer y una sonrisa se formó en sus labios, el mayordomo enarco una ceja curioso.
"Yo, Katerina Hamilt, le pido disculpas por golpearlo. Espero que no me odie.