Tu Reputación.
Yan_skyblue.
Capítulo IV.
En el jardín un empleado se encargaba de darle los últimos toques a los setos y las sirvientas trabajan a todo vapor para tener todo listo a tiempo.
Las diez de la mañana, ya casi era la hora en que llegarían las invitadas.
Katherina escuchó el jaleo matutino de las sirvientas dejando la casa impecable y cocinando los bocadillos para la reunión, su madre preparaba muchos eventos así últimamente porque la presentación en sociedad de Laura sería en pocos años, a los dieciséis su hermana ya estaría posicionada con amistades y sobretodo con una excelsa reputación entre el círculo selecto, o al menos es lo que su mamá parloteaba siempre que tenía lugar un evento como el de hoy.
Vio sus pies, los zapatos que llevaba le calzaban algo apretados porque su hermana tenía pies más pequeños, toda su ropa era herencia de ella y le quedaba bien excepto por los zapatos.
—Mamá dijo que te dejará tomar el té con las demás, si te quedas callada en el rincón. — menciona Laura desde el umbral de la puerta.
Katerina la miró extasiada, sus rizos rubios sobre los hombros, el recogido adornado de peinetas con diamantes, el vestido bonito con estampado floral, sus guantes de encaje, su rostro angelical. Definitivamente su hermana se casaría pronto, era tan bonita como las rosas bien cuidadas del jardín.
—Gracias. — sonrió, al menos podría comer pastelitos. Hacía mucho tiempo que no los probaba.
—No importa lo que te digan, solo agacha la cabeza o sonríe. — le dedicó este consejo porque en el fondo amaba a su hermana, por más que la madre las distanciara.
Cerró la puerta.
La pelirroja fue al espejo, se miró alisando la falda de su vestido algo descolorido pero aún bonito, asintió decidida a sólo comer pastelitos y beber té, no iba a comportarse como el animal que todos creían era.
Bajó las escaleras para quedarse en el salón rosa leyendo uno de los libros de su abuelo esperando a los invitados, apenas entró fue recibida por la luz extra de velas ya que como siempre el sol se ocultaba tras una nube gris que sumía a la ciudad en niebla incluso de día. Los bollos estaba muy bien colocados sobre la mesita principal, otras dos mesas estratégicas con pastel, galletas y gelatinas de frutas y otros ingredientes, los sofás y sillas descansan en partes bien iluminadas bastante cerca ideales para conversación fluida en grupo grande, el juego de té listo, las cortinas ligeras, los floreros con flores perfumadas y posiblemente su lugar representado por una silla solitaria en la esquina alejada. Se sentó ilusionada, sin saber debía esperar que su madre le indicara que podía pasar hasta muy tarde.
Louise enrojeció de cólera al notarla ya sentada en el saloncito como si fuera la anfitriona, caminó hasta ella, su hija la miró sonriente pero la sonrisa desapareció tras una bofetada con el revés de su mano. El anillo de zafiro en el dedo de la dama quedó marcado en la mejilla pecosa.
—Maldita estúpida, siempre tienes que ser tan boba. — se revisó el anillo, estaba en perfecto estado. —Será la primera y última vez que te adelantas a la dueña y señora de esta casa, tú eres menos que un caballo aquí. —
Las lágrimas se acumularon en sus ojos azules, la mano de su madre se levantó para abofetearla de nuevo pero escucharon que llamaban a la puerta. La mujer se airó con el abanico antes de salir, seguramente era el mayordomo para avisar que las visitas llegaban, Kate se limpió las lágrimas ocultando su tristeza tras la pétrea expresión de mansedumbre.
No tardaron en entrar su hermana con su madre para sentarse, como las dignas damas que eran, en el sofá frente a la mesita pintada por Laura hacía un tiempo. Anunciaron a las visitantes y luego pasaron tomando asiento sin reparar en la pelirroja del fondo en lo absoluto.
Tres damas de alcurnia con sus hijas reunidas tomando el té conversando amenas, un mundo del que Katherina Hamilt no sería parte nunca, un mundo el cual sólo podía apreciar desde lejos.
De repente las madres decidieron pasear por el jardín para apreciar el rosal, mientras, las cuatro niñas y Laura permanecían en el saloncito aún comiendo los dulces conversando sobre las nuevas tendencias en sombrillas.
—Tú hermana es tan fea, no posee nada que entre en la belleza de una dama. — susurra una de las niñas.
Las otras comienzan a reír y siguen con los comentarios hirientes.
—Hey, ¿por qué no comes pastel?. — una de las gemelas O'Connell, Mary, se acercó con un pedazo grande del postre en su mano enguantada.
—Dale de comer como a los cerditos. — alienta Margaret Byrne,la prometida de Gabriel.
—Mary… — Laura se puso de pie para impedir lo que iba a hacer, no podía permitir eso, una cosa eran palabras y otra era esto.
Mary O'Connell estampó el pastel en la boca de Katherina con tanta fuerza que la silla se deslizó hacia atrás haciéndola caer, su hermana tomó a la gemela de la mano para hacerla girar, le cacheteo en el instante en que entraban las madres.
El escándalo fue monumental, Laura fue castigada por primera vez en su vida, su madre le sermoneaba de lo tonta que fue al defender a Katherina y ella entendió finalmente el hecho de estar cerca de su hermana menor era símbolo de mala suerte, así la apartó de su vida para siempre dejándose llevar por las palabras venenosas de todos a su alrededor.
Lady Louise abandonó la recamara de su hija mayor para ir con la de enmedio, le daría tantos golpes que no podría ni caminar en varios días por hacer que su favorita se comporte como ella.
Kate al ver a su madre, entre lágrimas le rogó piedad llegando a arrodillarse, suplicó le dejara ir a un convento para que no la viera más pero nada sirvió. La dama le desnudo pidiendo se colocará contra la mesa en el cuarto, así lo hizo temblorosa; la vara de madera llegó a arrancarle parte de la piel de la espalda, trasero y muslos pero su madre no se detuvo hasta escuchar las súplicas de las sirvientas que no pudiendo más intervinieron, Louise dejó de golpearla y se fue irritada, si no fuera porque deseaba mantener su apariencia de dama perfecta la habría matado a golpes junto a la servidumbre.