Tu Reputación

Capítulo VIII

Tu Reputación.

Yan_skyblue. 

 

Capítulo VIII. 

Afuera los vestidos pomposos se mueven al ritmo de sus elegantes dueñas, los invitados disfrutan la gala e ignoran, aparentemente, el drama dentro de la biblioteca de la mansión. 

Escuchaba apenas un par de voces, sintió dolor en la cabeza casi de inmediato pero trató de abrir los ojos para poder incorporarse, ahora las voces ya no eran tan lejanas; primero vio a la sirvienta parada a su lado aunque más pendiente de otra cosa, enfocó el techo abovedado de la biblioteca, pasó por el estante al frente, por los muebles y la mesita, por el piso de madera oscura hasta llegar a ver la falda del vestido de su madre, entonces un sudor frío le recorrió la espalda, se sentó de inmediato y aunque sintió mareo le asustaba más la discusión de su madre con el joven rubio frente a ella, su abuelo permanecía sentado tras el escritorio muy pensativo. ¡Qué la reina le ayudara por favor!. 

—No creo que sea necesario llegar a tanto, ¿y si decimos que fue Laura la del incidente?, Katherina no es conocida, ni siquiera ha sido presentada… —

—¡Callate Louise!. — reprende el Barón con severidad. Sus cansados ojos se posan en el joven. —Espero una respuesta de su parte duque, una adecuada a esta penosa situación. 

Ella se concentró en él, en el mencionado Duque, él que hasta ahora había mantenido la mirada perdida quien ahora la observó, sus ojos se conectaron por unos segundos escalofriantes para la pelirroja, que no fuera lo que ella estaba pensando, por favor, Dios no podía ensañarse con ella de esa forma. 

Pará el duque de Wellington la situación pintaba irreal, solo pensar en casarse con ella, con esa mujercita sin educación y hacerla duquesa… su madre gritaría y su padre seguramente se moriría por el disgusto, no podía hacer eso, no podía casarse con ella por más que su honor y su conciencia le dijeran lo contrario, no podía darle al ducado Wellington esa mancha, no podía aunque su corazón le gritara estaba mal. 

—Solo ustedes conocen el incidente, además, con todo respeto Barón Dacre ni su edad ni su posición me pueden obligar a responder por algo que no he hecho. — apretó los puños apartando la mirada de la joven, ella no le interesaba lo suficiente como para arruinar su vida o la oportunidad de un buen matrimonio por un malentendido, debía repetirlo en su cabeza para callar la voz de su conciencia o terminaría cediendo. 

—Comprendo Duque, entonces me veo en la obligación lamentable de extenderle cordialmente un reto a duelo por la honra de mi nieta Katherina. — las arrugadas manos del Barón temblaron, sabía lo que vendría pero no tenía opción. 

La susodicha se levantó como un resorte, corrió a los pies de su abuelo envuelta en un miedo feroz, le suplicó no hacer nada al respecto, aseguró el hombre no le había hecho nada, además nadie vio el incidente, juró por su padre muerto que prefería irse a un convento el resto de sus días para servir a Dios. Albert se enterneció por las súplicas de su niña, la amaba demasiado para verla infeliz, pero esto no podía quedarse así, alguien debía hacerse responsable de tal atropello, lamentablemente con su edad y su posición pesaban demasiado. 

—Abuelo, te lo estoy suplicando, déjalo ir, nadie lo sabrá, juro irme al convento en paz. — llenó las manos arrugadas del anciano con sus lágrimas. 

Henry arrugó el entrecejo, ¿acaso ella estaba suplicando para no ser duquesa?, ¿prefería pasar miserias como monja?, ¿no había hecho eso a propósito para atraparlo?. 

—Ya escuchaste a Katherina, Robert. — sonrió la lady satisfecha. —Déjala recluirse en el convento más alejado de Inglaterra. — 

—Puede irse Duque, váyase y nunca pise mi casa una vez más o le dispararé. — sintió el apretoncito en sus manos por parte de Kate, ella le sonreía con los mocos casi llegando a su labio, no pudo evitar acariciarle la coronilla como cuando era niña. 

Henry Wellesley se retiró como un cobarde salvado por las súplicas de una mujer que hasta ahora le desagradaba, le dedicó una última mirada antes de irse la cual ella rehuyó como si también él le desagradara. Caminó por el pasillo oscuro con el orgullo por el suelo, con las voces de sus padres repitiendo hasta el hartazgo cosas del honor y las obligaciones, pero la importancia de una buena reputación y rectitud. Juzgaba a su hermano por sus acciones, entonces… ¿qué acababa de hacer él?, ¡¿qué estaba haciendo Dios!?. 

Escuchó el sonido de la orquesta, luego el tumulto de personas reunidas en el baile, muchas miradas sobre él, murmullos, risas. Se sintió extraño mientras caminaba hacia la puerta, al sentir el aire fresco afuera se permitió respirar más calmado, pidió su carruaje y ientras esperaba peleando con sus ganas de regresar para hacer lo correcto, Adam se le acercó con cara extraña. 

—Dime que no es verdad, tú no harías algo así. — su cara era indescifrable, o quizás nunca le vio una expresión así. 

—No sé de qué hablas. — recibió el abrigo, sombrero y bastón por parte de un sirviente. 

—¡Todos están hablando que te encontraron en la biblioteca sobre la menor Hamilt!, dime que no es cierto. — le vio acusador. 

Henry tembló, volteó a ver a su amigo con la aprensión en sus ojos grises, ¿cómo lo sabía?. Abrió y cerró la boca varias veces sin poder contestar por el aturdimiento; era la primera vez que perdía el control sobre sus emociones desde que dejó su infancia. 

Adam ladeo la cabeza, ya sabía la respuesta. —Lo hiciste… — bufo medio burlón y medio molesto porque su amigo no era esa clase de hombre, al menos eso pensaba esos años de conocerse. —¡¿Cómo se te ocurre?! — levanta un poco la voz. —, ella ni siquiera ha sido presentada en sociedad, dijiste que te desagradaba, dijiste que su reputación era espantosa, dijiste que era fea, que no despertaría el amor y menos el interés en ningún hombre… 

—¡Fue un malentendido!. — se defendió sin poder sostenerlo la mirada, la culpa le estaba taladrando los sentidos. —Ella me cayó encima justo cuando su madre y abuelo entraban a la biblioteca, buscaba a William. — terminó de hablar huyendo inmediatamente después que el carruaje apareció, subió y tocó el techo con el bastón para indicarle a su cochero partir. 




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