Capítulo X

Tu Reputación. 

Yan_skyblue. 

Capítulo X. 

Su abuelo volvió a casa casi a la hora de la cena, Katherina lo recibió muy alegre ocultando las marcas gracias al camisón para no darle más carga a sus cansados hombros, el anciano Barón tomó asiento en la cama al lado de la joven. 

—He hablado con Lord Wellesley y su hijo — se quitó el sombrero con sus ojos cansados centrados en el suelo. —, aceptaron la boda, princesa. — 

Katerina tembló de pies a cabeza, ¿eso sería bueno o malo?, trató de calmar sus nervios y tomó la mano de su abuelo, tenía mucho miedo de seguir sufriendo, el dolor lo conocía tanto físico como en el interior y sabía que alguien como Henry y su familia no la aceptarían fácilmente menos con los brazos abiertos, su matrimonio arreglado podría ser un clavo más es el ataúd de su propia vida o por el contrario lograría esas personas toleraran su presencia en Apsley House, no estaba segura de arriesgarse, pero su abuelo estaba preocupado por su futuro, ¡incluso insinuó batirse en duelo por ella!. 

—Aceptaré. — El caleidoscopio de emociones que experimentó le abrumaron, aunque debía ser firme en su convicción de seguir adelante, lo haría por sus dos seres especiales. 

El Barón Dacre sonrió con amargura. —Le pedí al duque cuidarte bien mi niña, solo deseo que su palabra sea verdad. Tú felicidad sería la mía. — aunque la extrañaría, prefería que Katherina persiguiera su propio camino, después del escándalo este era el mejor resultado, no deseaba desterrar a su nieta ni mucho menos verla triste por el estigma. 

La sociedad era terrible cuando de juzgar se trataba, sólo de pensar en ella marginada siendo el hazmereir de todos le hería en lo más profundo, al menos casada la tendría cerca para poder seguir cuidando de ella hasta sus últimos días, luego le encargaría a Robert encargarse de sus hermanas. 

Laura escuchó tras la puerta con felicidad en su corazón, si Kate se casaba con el estirado duque entonces su madre dejaría de insistir con ése asunto y podría vivir su amor con libertad, casarse al fin, huir de esa casa donde debía fingir cada gesto y palabra; su único pesar sería dejar atrás a Robert y a su abuelo. Se fue directo a las escaleras, le diría a su madre que iba a casa de Margaret Byrne para tratar de encontrarse con William, sabía frecuentaba una calle cerca de los barrio de mala muerte en la ciudad, pero deseaba tanto verlo que bien valdría el riesgo, además era de día. 

Louise le permitió a su hija salir en compañía de su institutriz como carabina, su hija nunca había hecho nada fuera de sus planes así que le dejaría pasar tiempo con Margaret. Esperó que Albert saliera de la habitación de Katherina para volver a hablar con ella pero paró, quizás lo mejor era dejar las amenazas a esa desvergonzada, lo ideal podría ser seguir con su plan de ahuyentar al duque y si eso fallaba hablaría con Olivia al respecto, esa mujer no permitiría jamás a su hijo manchar a la familia con alguien como Katherina, así tuviera que mentir alegando no era su hija si no bastarda de su fallecido esposo, total, no le importaba verse en entredicho un poco con tal de aplastarla, esta idea le supo mejor quizás en un cotilleo de sirvientas. Louise conocía de buena fuente lo poderosos que pueden ser los rumores, el que las sirvientas de las grandes casas se conocen entre sí y que más temprano que tarde siempre llegan a oídos de los señores. 

Iba a la cocina para ordenar lo que debía prepararse en el almuerzo y después a observar las clases de Robert cuando el mayordomo le extendió una carta dirigida a la familia por parte del ducado de Wellington, frunció el ceño, ese idiota y su honor le crispaba los nervios. Abrió la carta solo para enterarse Henry Wellesley deseaba comenzar el cortejo, invitaba a Katherina el sábado a asistir al parque o al museo. 

—Mi hija no podrá asistir, porque está indispuesta. — rompió la carta guardando los restos en su bolsillo, enviaría una carta declinando la invitación de la forma más descortés posible. 

*****

El sábado llegó a última hora una carta por parte de Lady Louise disculpándose por declinar la invitación de forma tan maleducada pero Katherina estaba indispuesta, Henry lo dejó pasar enviando una nueva invitación de iniciar el cortejo la próxima semana con el mismo plan, luego sucedió lo mismo semana a semana por un mes hasta que el duque se hartó de tanta desfachatez. Irrumpió en la casa Hamilt sin avisar, Louise no tuvo tiempo de nada más que dejarlo pasar al saloncito y ofrecerle algo de té con bizcochos, iba a sentarse frente a él para conversar en un intento de distraerlo pero el duque no se lo permitió, si ella iba a ser una desconsiderada de los buenos modales, él lo igual. 

—Vengo por la señorita Katherina, no me iré hasta tener una audiencia con ella, ya que, el Barón no se encuentra en casa. — se impuso como solo alguien de su posición sabría hacerlo. 

La viuda no tuvo más remedio que reverenciar e ir escaleras arriba para pedirle a su hija arreglarse, no, ella la arreglaría. Quizás ya era hora de recepcionarlo definitivamente y para eso él solo hecho de tener a Kate cerca sería suficiente. Su hija pegaba los pétalos de una flor en una hoja como siempre hacía al momento de entrar a su cuarto con un estrépito, la joven se asustó pero al no ver a su madre molesta se relajó. 

—Vístete, tu prometido vino para comenzar el cortejo. — abrió el armario para buscar un vestido, le haría el peor recogido que se le ocurriera y la dejaría lista, lo demás dependería de su propia estupidez. 

Katherina obedeció aguantando las ganas de huir, Henry le ponía nerviosa al punto de desear no tenerlo cerca, si tan solo su amigo estuviera en su lugar… ese pensamiento la arrastró a sus días felices con Gabriel antes que se fuera a América, lo extrañaba, sobre todo deseaba verlo antes de casarse, deseaba decirle sus sentimientos aunque  su prometida le odiara y él la rechazara. Se miró en el espejo, su madre improvisó un recogido horrendo, le colocó un sombrero de esos con pájaros disecados que estuvieron de moda hace un tiempo y dio dos pasos atrás satisfecha.