Tu Reputación.
Yan_skyblue.
Capítulo XIII.
Las invitaciones para la familia Hamilt al teatro fueron enviadas en la fecha correcta, su respuesta igual; todo estaba preparado y estipulado según las normas para que la cita del cortejo se diera dentro de lo adecuado como al duque le gustaba. El problema fue cuando Lady Wellington tuvo que quedarse en casa porque la salud de su esposo se había agravado.
La dama envió a sus dos hijos, pero al final solo Henry asistió a la velada excusado a su madre y hermano quien ni siquiera inventó algo para zafarse del problema, solo desapareció quizás para hundirse en alcohol o algún mujer del burdel. Por su parte entre los Hamilt Laura estaba ausente porque se encontraba indispuesta y Louise obviamente se quedó a cuidarle, al menos eso pensaban todos, no sospecharian Laura no deseaba ver al duque arrogante mucho menos soportaría las insinuaciones descargadas de su madre hacia Henry sobre un matrimonio entre ambos.
El duque de Wellington dirigió a su dama hasta el palco que ha pertenecido al ducado desde hace dos generaciones, el Barón les siguió de cerca hasta toparse con lady Edwyna Viuda del Conde Bute, una buena amiga desde hacía muchos años, fue invitada por Henry a pasar junto a su sobrina la señorita Margaret Byrne -hija del vizconde escocés Hardynge- a acompañarlos en el palco, propuesta que fue imposible de rechazar. La incomodidad por parte de la joven rubia era notoria, al menos para los ojos de Henry, ¿se conocían su prometida y la futura esposa de Gabriel?, la señorita evitó hablar más de lo necesario con ambos, Katherina ya acostumbrada no le tomó importancia como el duque quien creyó era un desaire demasiado descarado hacia su prometida.
Tomaron asiento, la pareja en la primera fila uno al lado del otro, el Barón Dacre tras ellos junto a Lady Edwyna y la joven Margaret justo detrás del asiento del duque, sus ojos azules parecían sondear cada movimiento de quienes estaban delante.
La función comenzó y el teatro quedó en silencio.
La obra era *The lady of Lyons, obra bastante famosa en el país. El duque se dispuso a estudiar cada expresión de su prometida para matar su aburrimiento, él nunca lo diría pero el teatro no era lo suyo. Entre más observaba a Kate, más sentía que ella no tenía remedio.
—¿Le gusta la obra?. — menciona de repente muy cerca de la dama, tanto para que su olor a lavanda le llegara a la nariz, como un melifluo espectro.
—Es interesante. — asintió. — El joven Claude realmente ama a lady Pauline, lástima él haya usado un truco sucio y se autoflagela por las circunstancias. — se le escapó un suspiro.
—¿No cree su amor está fuera de lugar?. — no pudo evitar dar su opinión abiertamente sobre lo que pensaba de una situación tan sórdida.
—El amor es ridículo a veces, su excelencia. — le clavó esos ojos azules antes tiernos de una manera desafiante. —El amor te convierte en un ridículo pero con el alma llena.
—Sigue estando fuera de lugar, además ése joven no merece sentimientos de afecto, ni perdón alguno. —
—¿Piensa usted que el amor se merece o se escoge?, ¿no cree en las segundas oportunidades?. — parecía muy segura de sí misma, una faceta nueva la cual no pasó desapercibida para él.
—Por supuesto, ¿acaso no es más fácil enamorarse de una persona apropiada?. — ella frunció el ceño. —Pues bien mándame, si yo escojo que usted es inapropiada, la evitaría en lo posible para que dentro de mí cualquier sentimiento fuera de lo normal, crezca. — estaba muy seguro de haber aplastado su romanticismo torpe.
Katherina sonrió con burla haciendo que el duque arrugara el gesto, obviamente disgustado.
—My Lord, usted nunca se ha enamorado, ¿cierto?, porque sabría siempre se cometen locuras absurdas en nombre de un amor.
—Precisamente porque he evitado que ése sentimiento nazca para alguien inapropiada, no me he enamorado o cometido locuras. — contestó con obviedad.
—Algunas veces puedes pasar una vida entera sin enamorarte de la persona y otras veces basta un gesto — golpeó su mejilla con el abanico aluciendo al lenguaje secreto tras el uso del abanico por las damas de la alta sociedad. —, una mirada — se inclinó en su silla para acercar su rostro al del caballero. —, una sonrisa… — iba a sonreírle pero el estruendo de aplausos le distrajo.
Amobos se separaron un poco algo nerviosos por la escena indecorosa.
—Da su opinión demasiado decidida my lady. — Henry aplaudió sin quitarle la mirada de encima a la dama desaliñada junto a él, la que al parecer creía que ir al teatro era buena ocasión para usar un horrible vestido como de costumbre. —¿Sabe del tema por primera persona?. — inquirió con ganas de ponerla incómoda.
—Se puede saber mucho de amor solo viéndolo desde lejos. — trató de no dar a conocer lo que realmente sentía. Es que pensaba en su amor no correspondido por Gabriel Torton cada que pensaba en esa palabra.
—Parece que usted sabe más que solo coleccionar flores y pintar insectos. — notó sus gestos, ella era como un libro abierto para un buen lector. —Aún sigo pensando que el amor del caballero era inútil, mucho más si ella termina enamorada de él, la dama merecía un buen matrimonio, pero algunos nos conformamos con otras opciones.
Katherina enrojeció arrugado la nariz, ¿la estaba insultando o halagando?, ése hombre era irritante, sería mejor si siempre se quedara callado para solo apreciar su cara.
—Las mujeres vivimos en un mundo limitado, su excelencia; podemos ser esposas de adorno, prostitutas, monjas o empleadas maltratadas.
—Esas son palabras demasiado escandalosas para una dama. — la mayoría de personas ya comenzaban a abandonar los palcos para el descanso del primer acto.
—Todo en mí, resulta ser escandaloso para las mentes anquilosadas. — se encogió de hombros un acto propio de la baja casta. —Quienes no conocen del tema, opinan demasiado a la ligera. —