Tu Reputación

Capítulo XIV

Tu Reputación. 

Yan_skyblue. 

Capítulo XIV. 

 

—Yo… yo preferiría… 

—Insisto my lady. — sonrió. 

Katherina se rindió, desató la cinta y retiró el sombrero. El viento travieso decidió soplar con fuerza en ese momento desarmando el recogido de la joven, ella trató de evitarlo pero sólo logró su moño terminará por deshacerse, ahora sus cabellos rojos se revuelven junto al viento. Henry observa a Katherina sonrojada tratando de mantener sus hebras controladas, las hojas danzan con el ritmo del viento y el corazón del duque se detiene por unos segundos pensando que aquel cabello parecían llamas encendidas dispuestas a quemarlo si las tocaba.

¿Conocía este hombre lo que era ser cautivado?... 

Carraspeo volviendo a la tierra ignorando la sensación sutil en su pecho, como si una botella de champán se abriera inundando de efervescencia el interior de su cuerpo. Llamó a una de las empleadas para que ayudara a su prometida a arreglar el recogido, la mujer lo hizo lo mejor posible ya que quien se encargaba de los peinados era la dama de compañía de Lady Olivia, pero la dama estaba ausente junto a su señora. 

—Tú cabello es muy rebelde, quizás se lo heredes a nuestros hijos. — soltó una risita que le recordó a sus días mozos como niño malcriado. 

La joven enrojeció de vergüenza tratando de controlar el espasmo repentino en su corazón, el duque simplón podía reír de esa forma tan despreocupada y hablaba sobre hijos con ella, ¡que alguien la pellizque porque eso debía ser un sueño!. 

—Aún no nos casamos y ya piensa en nuestros hijos— se concentró en partir el pedazo de ternera del plato para que él no notará logró sonrojarla. —... para ser un matrimonio obligado, piensa mucho en el futuro. — 

Wesley se dio cuenta de su paso en falso, volvió a carraspear aflojando un poco su pañuelo, de repente sintió mucho calor, sobre todo en el rostro. El duque, por segunda vez en compañía de esta dama irreverente, se quedó sin palabras.

Comieron en la más silenciosa tranquilidad interrumpiendo sólo cuando él le hacía saber algo relacionado con los preparativos de boda o cuando ella afirmaba que cualquier cosa que decidiera estaría bien sin prestar demasiada atención, prefería ignorarlo un poco porque entre más lo veía más le gustaban sus ojos de invierno. Al final, dejaron de hablar, ya no había nada más según estas dos almas herméticas, que desearían compartir con aquella persona frente así quien acompañaba su soledad. 

Mientras retiraban los platos, Katherina decidió dar un paseo para estirar sus piernas, Henry la siguió de cerca sólo observando su comportamiento, ella realmente era un huracán, uno de esos que arrasan incluso con las murallas más rígidas, si no le tuviera en tan mala estima podría agradarle a pesar de saber entrar en su rango de destrucción era peligroso. Sonrió sin pensar, se imaginaba sus días futuros llenos con el ruido de su voz estrepitosa y su cabello flotando aquí y allá. 

—Me preguntaba, ¿qué es esa estructura?.— inquirió de repente la pelirroja con la curiosidad brillando en sus ojos azules. 

—Es prácticamente otra casa dentro de la propiedad, aunque completamente independiente ya que hasta cuenta con un pequeño jardín trasero y entrada desde la calle, aparte de cercado escondido por la enredadera. 

—Es algo muy peculiar, su excelencia. — caminó hasta el objeto que le llamaba la atención. 

—El antiguo duque, era un tanto descarado con sus amantes. — dijo, de repente su rostro sereno se ensombreció. —Mi bisabuelo no reparaba en nada aunque a su duquesa le desagradara, al final ella se ahorcó en su habitación por su descaro. Desde entonces mi familia ha buscado limpiar su apellido. — abrió la reja permitiéndole pasar. —Él se arrepintió demasiado tarde, casi perdió la fortuna del ducado Wellington en apuestas y alcohol. Murió de cirrosis.— 

Hacía tanto tiempo que no mencionaba esa historia desagradable, por eso su familia se empeñaba en ser correcta, en llevar la bandera de la perfección y enterrar ese pasado horrible, ese que siempre le recordaba no podía dar un paso en falso o perdería todo como él, perdería aquello en que dos generaciones lucharon en restaurar. Por eso no podía consentir que ella arruinara sus esfuerzos con sus escándalos, con sus modales ásperos, con su sonrisa burlona y sus ojos azul del mar profundo…

Henry abrió la puerta trasera que siempre estaba abierta para permitir a las empleadas limpiar periódicamente, Katherina entró observando la pequeña casa de dos pisos en un estilo bastante antiguo, quizás rococó. En todo el lugar sólo se escuchaban sus pasos, estaban completamente solos porque su carabina se quedó atrás en el laberinto del jardín, no podría saber si estaban allí, sintió un poco de miedo pero el olor inconfundible al aislamiento le hizo estornudar. 

—Hay demasiado polvo. — tomó el mentón femenino, sacó un pañuelo de su bolsillo y le limpió la nariz. —Todos han estado ocupados en otros asuntos y no han aseado. Mil disculpas. — le sonrió. 

Ella negó dando dos pasos atrás, tenerlo cerca la hacía ser consciente de su altura y presencia soberbia. 

—El lugar es acogedor, más que cualquier mansión. A nana le agradaría. — siguió explorando hasta llegar al pequeño salón del frente. 

—¿Nana?. 

Katherina le contó sobre nana Ann, sobre su cariño y vivencias cuando era niña y su repentina partida sin regreso hace años, aunque pareciera ridículo, Henry escuchó atento su explicación porque una idea surgió en su cabeza, ahora podría irse de su lado sin remordimientos después de la boda si no la dejaba sola. 

—Debemos volver, estamos rompiendo un par de reglas estando aquí solos. — volvió a sonreírle. —Usted es consciente de mi opinión con respecto a las reglas. —

Ella asintió bajando la mirada, se encaminaron cada uno sumido en sus propios pensamientos hasta que se toparon con la carabina de Kate quien les buscaba con afán por el jardín principal de la mansión. Finalmente los prometidos se despidieron concretando su última cita de cortejo antes del gran día, sería la próxima semana en Hyde Park, él pasaría a recogerla, ella aceptó tan neutral como siempre. Antes de irse, Henry le regaló a su prometida una de las azucenas del jardín para su álbum, ella la aceptó y se marchó dejando atrás su inconfundible aroma a lavanda. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.