Capítulo XVII

Tu Reputación.

Yan_skyblue. 

Capítulo XVII. 

El baile en casa de los York se celebró sin incidentes de por medio y aunque no era apropiado por no haber sido presentada en sociedad aún, Katherina debía asistir porque se suponía "debía comenzar a codearse con la sociedad", pero finalmente decidió no ir, no deseaba ver a Gabriel, al menos por ahora o estaba segura el dolor sería insoportable. 

Su abuelo, Louise y Laura se marchar a la hora exacta, el abuelo le pidió irse a la cama temprano y no quedarse a esperarlos, ella aseguró así sería, el Barón entonces se fue más tranquilo pidiéndole como última recomendación que por favor durmiera a Robert.

La noche estaba muy calma, solo un viento fuerte afuera silbando moviendo las ramas de los árboles con fuerza. La mayoría de empleados ya se habían retirado a dormir y el silencio reinaba en la casa hasta que unos golpes en la puerta rompió el sosiego. Kate dejó a su hermano dormido para bajar los escalones arreglándose la bata, le pidió al mayordomo atender de inmediato, quizás era su familia porque algo sucedió. 

No esperaba encontrarse con Henry vestido como un príncipe y el cabello peinado a la perfección, irradiaba un aura de superioridad y elegancia abrumadora para la joven, ella contuvo un suspiró lo mejor posible huyendo de los ojos grises de su prometido que cada vez le parecían más hipnóticos. 

—Su excelencia — hizo una reverencia lo mejor posible por el aturdimiento, él a esas horas en su casa, ¡Dios mío, era impensable!. —... ¿Qué lo trae por aquí a estas horas?. — 

Henry se quitó el abrigo entregando sombrero y bastón al mayordomo. Se acercó a ella quien trató de contener las ganas de correr lejos de ese hombre tan intimidante. 

—Vine a verla, me dijeron en el baile que estaba indispuesta— por un instante él pareció nervioso y hasta tímido. —, creí que había enfermado de nuevo. — 

Su boca formó una O porque no había voz en su cuerdas bocales, ¿le estaba diciendo acaso que corrió a su casa preocupado porque la creyó enferma?, ¡imposible!, eso era imposible porque él la detestaba. 

Tomó aire, pasó salía por su seca garganta y preparó una respuesta. —Nada grave, solamente problemas femeninos su excelencia. — bajó la cabeza sonrojada, era una mentira, más que eso, el simple hecho de decirlo a un hombre era vergonzoso. 

—E-entiendo… — asintió también un poco avergonzado, ella podía decir esas cosas sin siquiera pestañear y a él le parecía un poco penoso, debía parecer un niñato tonto. 

—¿Quiere pasar, tomar un poco de té, algo?. — la voz le salió atropellada sin querer. 

Lo dijo para quitar la incomodidad del silencio, pero no esperaba que él aceptara un poco de té caliente. La señorita pidió al mayordomo encargarse, mientras dirigió al hombre hasta el despacho del Barón. Henry no podía creer que estuviera de noche, sin carabina, en una reunión con una señorita. Apretó sus manos, debía calmarse o ella lo notaría, se supone es un Duque, siempre debía presentar al mundo una imagen impecable y estoica. 

Trajeron el té, lo sirvieron con la mayor ceremonia y el mayordomo se retiró dejando la puerta abierta, al menos había que conservar un poco de decoro contando esa situación tan extravagante. 

—Lamento haberla molestado tan tarde. — se disculpó viendo su reflejo en el líquido café de la tácita de porcelana. 

—Está bien— sonrió. —, es agradable ver que incluso usted hace este tipo de cosas. — tomó su té cerrando los ojos para no ver la expresión de Henry por su comentario burlesco. 

Al abrirlos se encontró con una gran y brillante sonrisa, una que casi la hizo olvidar las circunstancias de su matrimonio, es más, casi olvida lo estirado y arrogante que era. 

—Le prometo no volverá a suceder mándame. — dejó la tácita en la mesa que los separaba. Se quitó los guantes porque le comenzaban a molestar. 

—Creeré en su palabra su excelencia.  

Henry se puso de pie y se acercó haciéndola temblar por lo repentino, él era demasiado imponente y la hacía sentirse indefensa algunas veces, ¿era eso miedo o algo más?. 

Katherina cumpliría dieciocho años mañana, dentro de media hora exactamente y su prometido sacaba de su bolsillo una caja con su regalo anticipado, el mundo desapareció en ese instante. 

—Pensaba entregárselo en el baile, ya que mañana debo asistir a la cámara de Lores. — se agachó colocando su rodilla en el suelo, como si fuera a pedirle matrimonio, ella perdió el aliento. 

La joven enrojeció, todo su cuerpo tembló y estaba segura soltó un suspiro porque él le tomó su mano desnuda, era tan impropio como explícito y emocionante. Cerró los ojos cuando le acarició la palma porque podría jurar sintió cosquillas, de repente un anillo era deslizado en su dedo anular y su interior ardía en un sentimiento extraño que jamás experimentó, ni siquiera con Gabriel. 

—Lamento entregarle el anillo de compromiso hasta estas alturas. — alzó la vista para encontrarse con la de ella. —Espero que me perdone. — nunca en su vida experimentó tanta timidez. 

—Solo si hace la pregunta. — trató de que no se notará estaba al punto de un desmayo. — Así no le reprocharé no haber hecho la petición de forma apropiada, como a usted le gusta. —

Él le sonrió de nuevo, dos sonrisas en un único día, podría morir de una vez. Henry era apuesto, siempre lo supo, pero sonriendo así, iluminaba hasta el día más gris, era casi inalcanzable para alguien como ella. 

—Señorita Katherina Hamilt — trago saliva, cuando decidió darle el anillo de compromiso como regalo de cumpleaños a la chica no creyó que sería en un momento tan descabellado e íntimo, se suponía que el anuncio seria en el baile con todo el protocolo. —, ¿se casaría conmigo?. — lanzó al fin, las palabras le supieron tan verdaderas como jamás pensó. 

Esperó la respuesta ansioso, aunque sabía que no sería una negativa igual no pudo evitar la expectativa. Ella sonrió y el hoyuelos en su mejilla se formó haciéndola ver adorable, algo en su corazón se sintió cálido de repente, deseó con fuerzas tocarla, decirle palabras que no existían y cuidarla solo para que pudiera sonreírle así siempre.