Tu Reputación.
Yan_skyblue.
Capítulo XVIII.
Y a pesar de los rumores maliciosos, las burlas, las amenazas de Gabriel y las ganas de su madre de poner a Laura en su lugar… el día de la boda llegó.
No estaba soleado y tampoco brillaba como se supone debía ser, era un día gris lleno de malos presagios; Katherina no había dormido en toda la noche porque temía lo que su futuro esposo pensaría del vestido que su madre escogió, ¿lo tomaría como una ofensa?, pensar en eso la puso más nerviosa que solo pensar en la boda.
—Deberé explicarme cuando estemos solos… — se levantó echando un vistazo a su habitación por última vez. Estaba un poco más vacía porque sus escasas pertenencias ya estaban empacadas en dos baúles medianos.
Se dirigió al tocador perezosa, casi lanza un grito al ver su aspecto famélico frente al espejo, no habría poder humano que la hiciera ver un poco mejor, era casi un cadáver por las ojeras marcadas, sus labios morados y lo demacrado de su rostro. Henry definitivamente huiría y lo entendería. Miró el anillo de compromiso suspirando, él fue muy lindo esa noche y si la hubiera querido besar quizás no hubiera podido negarse porque le pareció un hombre atractivo y amable en ése momento, alguien que podría llegar a respetar; esperó a las sirvientas que debían comenzar a prepararle para el gran día pensando en él.
Primero un baño, la ayudaron a ponerse las *Bragas, *camisa suelta, el corsé, las medias, la crinolina junto a las enaguas, el cubre corsé y finalmente lo más esperado.
El vestido era muy grande de color rosa pastel hecho de satén, tenía varios chongos y volados que le hacían ver recargado. Usualmente las chicas pueden arriesgar por llevar el escote por los hombros gracias a las nuevas modas, pero la madre de la novia decidió que era mejor un modelo más austero, por tanto, el vestido tenía un cuello alto con botones color rosa y mangas cerradas llenas de bolados. El peinado fue lo más estrambótico que Louise pudo imaginarse para que su querida hija se viera lo más ridícula posible, colocaron plumas y perlas por doquier en el elevado recogido, más de la época de María Antonieta, dejando escapar varios mechones desordenados. El maquillaje fue exagerado a propósito y en lugar de parecer una jovencita rozagante apenas maquillada para brillar con belleza y juventud, parecía una anciana de corte.
Kate casi se desmaya al verse, ¡estaba horrible.! -más de lo acostumbrado- y parecía alguna aparición circense, contuvo las ganas de llorar por vergüenza y porque no podía protestar en lo absoluto.
—Se fuerte Kate — se dijo a sí misma con un nudo en la boca del estómago. —, luego todo esto solo será un mal sueño. —
Salió de su habitación oliendo a una infinidad de menjurjes y pareciendo una explosión rosa de lazos, listones, plumas y telas; Laura en cambio estaba elegantemente divina, usaba un atrevido vestido de seda color dorado dejando al descubierto sus hombros, estaba radiante. Katherina supo que su madre guardaba la esperanza que a último momento el novio se arrepintiera y huyera junto a su hermana mayor, quizás era lo mejor… repudiada y en el exilio quizás la dejarían en paz vivir a su modo como la salvaje que todos pensaban era, con alguna mísera pensión para no morir, es decir, si la boda se cancelaba por otro medio que no fuera su culpa estaría más a salvo porque el poder del ducado Wellington era grande no por nada eran parte de las pocas familias más cercanas a la corona.
El Barón Dacre tuvo que toser para disimular la impresión de ver a su nieta querida tan ridícula y ¡el día de su boda, por Dios santo!, preguntó la razón de tal aspecto y ella, con una sonrisa inocente bien fingida, dijo que así lo quiso porque se sentía bonita. Albert no tuvo corazón para contradecirla incauto ante lo que realmente pasaba. Subieron al carruaje con dirección a la capilla de St. James, eran las once de la mañana y los cielos retumban por alguna tormenta que se avecinaba.
—Sé feliz mi princesa. — dijo el abuelo tomando las manos enguantadas de su nieta. Las lágrimas comenzaban a asomarse.
—Lo haré así, abuelo — sonrió calidez. El nudo en su garganta se acrecentaba y la acidez en el estómago le ardía, deseaba llorar y pedirle que la llevara al otro lado del mundo, pero no sé atrevió. —, no llores o lloraré también. — advirtió dándole un apretoncito en las manos arrugadas.
—No olvides escribir y visitarnos de vez en cuando, mi niña. —
Ella asintió convencida que así sería. Su abuelo le aseguró le enviaría una asignación para que no le faltara nada y aunque ella se negó terminó cediendo solo porque pensó en usarla para caridad. El carruaje se detuvo frente a la iglesia, Kate inhala y exhala tratando de encontrar su determinación para salir del carruaje y enfrentarse a las miradas de todos usando ese atuendo tan horrible. Su abuelo abrió la puerta, le tendió la mano para ayudarla a bajar, ese fue el empujón que necesitaba, frunció el ceño decidida a acabar con todo el mamarracho espectáculo pronto.
Cuando la novia hizo su entrada no faltaron las exclamaciones, los cuchicheos y alguna que otra risita para nada disimulada. Las miradas de burla descaradas fueron llenando a Katherina de nervios.
Trató de concentrarse en el camino de la mano de su abuelo hasta el altar, vio a su madre, Laura y Robert en sus asientos, a Gabriel junto a la familia de su prometida, hasta que sus ojos azules se toparon con el hombre que sería su esposo, si es que no escapaba antes porque el asombro en los primeros segundos no fueron bien disimulados, ella lo notó perfectamente. Tembló de pies a cabeza aterrada por la expresión ácida en el rostro del caballero, Henry luego apretó los labios, se alisó la levita negra y levantó la barbilla como todo un hombre responsable hasta el final.
Regio e imponente, aceptó la mano del desparpajo que le entregaban y aguantó estoico las ganas inmensas que tenía de preguntarle sobre ese mal chiste llamado vestido, ¿lo había hecho a propósito para burlarse de él?, ¿era porque lo odiaba o simplemente no le interesaba en lo más mínimo? Ahora las horas invertidas en su arreglo le parecían estúpidas si su esposa prefería tomarlo como algo cómico, verdaderamente lo odiaba. Cuando vio los asientos en que estaban sus invitados recordó deseaba matar a su hermano menor que, quizás por estar de juerga, no había llegado a la boda.