Tu Reputación

Capítulo XX

Tu Reputación.

Yan_skyblue. 

Capítulo XX. 

 

El camino estaba accidentado por las lluvias pasadas, aún se podía encontrar uno que otro hueco o charco. El cielo gris anunciaba que no cedería en sus ansias de empapar la tierra con la fresca lluvia veraniega, mojando desde los grandes árboles verdes, las flores de colores divinos hasta la hierba extendiéndose donde puede, las ruedas del carruaje avanzan, los cascos de los caballos se escuchan levemente dentro de la paz de aquel viaje imprevisto, era un momento ideal para descansar si como el duque, no se ha dormido bien. 

La pelirroja dama miró por la ventana tratando de ignorar a su esposo, era un patán por siquiera imaginar que podría serle infiel, además un desvergonzado al llegar con esa camisa blanca de franela que dejaba ver parte de su pecho, algo que la sonrojó, es decir, hasta ese momento nunca vio a un noble tan de cerca con el pecho semidescubierto; y la llamaba a ella escandalosa. 

Ahora la llevaba al campo, Dios ¿para qué?, si tanto la detestaba ¿para qué la quería cerca?, solo vivirían en una guerra constante. Llevó sus ojos azules de nuevo al duque, él también veía por la ventana algo adormilado, se notaba un bronceado en su piel, su cabello estaba revuelto, tenía ojeras en sus ojos y parecía cansado. No tardó en quedarse dormido dejando el interior del carruaje aún más silencioso. 

Kate sonrió, iba agazapado en el asiento medio acomodado para poder dormir, se notaba que no había descansado bien y eso le hacía gracia, podía ver una faceta no tan perfecta de Henry, una más accesible y normal como pocas veces le ha mostrado en el pasado; suspiró volteando de nuevo a la ventana, algunas gotas de lluvia impactan el cristal y de repente cayó un chaparrón empapando el paisaje, están dejando cada vez más atrás la contaminada ciudad, atrás la sociedad londinense y atrás tantas cosas que no creyó pensaría en qué extrañaría, ¿qué le esperaba tan lejos de su familia en los dominios de ese bruto?. Colocó la cabeza en la ventana viendo a su esposo, era tan guapo que le dolía, no sabía por qué, pero le dolía que la haya dejado sola el día de su boda. Sabía una mujer como ella no podría despertar jamás el amor de ningún hombre, pero consideró que con paciencia y entrega lograría él la apreciara como a una esposa, en cambio, la dejó tirada en la casa de una amante… eso la destrozó por dentro, Henry le negó la oportunidad de ser esposa, solo sería un adorno. Por eso le dolía, le dolía que un hombre apuesto, perfecto y adinerado no estuviera a su alcance ni siquiera siendo su propio esposo. El cabello rubio de Henry no le sería permitido tocarlo, no podría encontrarse a sí misma en sus ojos de nieve, su boca seductora jamás la besaría y sus manos demasiado ásperas para ser de un noble jamás la tocarían, su orgullo femenino fue herido y de ninguna manera se lo perdonaría, no lo dejaría entrar a su cama ni siquiera para concebir hijos, así se divorciara o consiguiera una amante. 

—¿Una amante…?. — menciona con desazón, ¿le dolía que él tuviera una amante en todos esos meses?. Sus ojos tristes vieron el anillo de oro en el dedo del caballero, prueba de su matrimonio. 

Apretó su faldón llevando sus ojos en un recorrido por el cuerpo de su esposo hasta terminar en el rostro, se quedó allí observando cómo los finos cabellos rubios acarician la cara masculina de alguien nunca sería suyo. 

—Le desprecio, su excelencia. — 

¿Sabría acaso una señorita sin experiencia más allá de un amor platónico, lo que era la atracción física?. 

******

Ella dormía, su respiración era casi imperceptible, estaba por primera vez muy tranquila, de esta manera podía apreciarla a sus anchas sin temor a sus feroces ojos de cielo. Aprovechó la situación para detallar su rostro delicado, las largas pestañas oscuras, los pómulos no tan pronunciados, las pecas como una noche llena de estrellas cruzándole la cara de extremo a extremo dándole un aire juvenil y encantador, terminó en los finos labios rosados en forma recta, pero que a él le parecieron dos nubes pintadas de rosa las cuales imaginó debía saber dulce; sus manos cosquillean porque deseaba tocarla, deseaba preguntarle por qué los anillos estaba en un cajón y por qué no podía llamarla Kate cómo Gabriel. No era tonto, sabía él la ha lastimado porque era algo evidente, pero ella lo perdonaba una y otra vez, ¿alcanzaría algo de esa benevolencia?, deseaba lo perdonara para empezar de nuevo, pero temía todo estuviera perdido entre ellos por los meses de separación y los asuntos desagradables entre ambos. 

El traqueteo del coche la hizo moverse, iba a chocar contra la ventanilla, Wesley logró colocar su mano entre ella y el vidrio, tal acto lo situó demasiado cerca de su esposa que olía a lavanda y cuyos cabellos rojos estaban a centímetros de su nariz dejándolo absorber hasta lo profundo de sus pulmones el aroma de esa jovencita mojigata y atolondrada a la cual unió su vida para siempre, la cual le removía las sensaciones más raras y la que lo hacía perder la cabeza para mal, necesitaba transmutar esos sentimientos que le provocaba en algo mejor, algo menos primitivo. 

Sus labios se movieron para hacerla parecer como un ángel tierno, ¿qué soñaba?, ¿acaso con un beso?, su pecho se sintió cálido y soltó un suspiró, se arrepentía de no haber tenido el valor de besarla en el estudio ni en la iglesia, luego cuando juntó el coraje necesario fueron interrumpidos. 

Llevó los mechones de cabello suaves detrás de la oreja femenina, alcanzó uno de los cojines y retiró lentamente la mano reemplazándola por el cojín; la observó dormir por demasiado tiempo alternando del paisaje lluvioso afuera y su rostro benigno preguntándose, ¿por qué no intentó congeniar con ella en lugar de irse poniendo excusas absurdas de por medio?, quizás ahora tendría tiempo para remediar el error, al menos deseaba que ella dejara de temerle, no era esa bestia que mostró antes, no era esas cosas negativas, podría ser un mejor hombre y se lo demostraría si ella estaba dispuesta a quedarse a su lado. Dirigió la vista al brazo de la dama, estaba menos rojo, pero todavía notaba la sombra de lo que había hecho, de repente se sintió el hombre más estúpido del mundo, decidió arreglaría ese desastre así se le fuera la vida en ello, de hecho, tenía una vida entera para intentarlo. Aunque ahora se le veía inalcanzable como las llamas de una hoguera, tocaría ese fuego para arder en él. 




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