Tu Reputación.
Yan_skyblue.
Capítulo XXIII.
Kate permaneció sentada en su cama moviendo los pies pensativa mientras las cortinas se movían suaves por el viento veraniego, ¿por qué había hecho Henry tantas cosas tontas?; sin darse cuenta el rubor inundó sus mejillas recordándolo en el campo, cuando sonrió, cuando los cabellos rubios empapados se pegaron a la frente masculina, cuando la defendió frente a María y otros detalles menos decorosos. Apretó los labios sintiendo una opresión en el pecho, él la estaba confundiendo en más de una forma, algo que le tenía al filo de sus nervios.
Escuchó que llamaban a su puerta, ¿sería él para explicar quién era la joven que llegó?, se puso de pie, alisó su falda y abrió.
Rose estaba enfrente con la charola de canapés y bizcochos que siempre comían mientras conversaban o le enseñaba a bordar, sintió un poco de desilusión el que su esposo no fuera a explicarle o pedirle atender a la visita como señora de la casa, ya había dicho varias veces deseaba ella tomará ese rol, pero cuando la oportunidad lo ameritaba él no se presentaba, ¡reverendo tonto!.
—¿Desea que tomemos el refrigerio afuera?. — preguntó la doncella con una sonrisa amplia ansiosa por enseñarle el patrón en punto de cruz.
—¿Dónde está mi esposo?. — preguntó sin darse cuenta de que comenzaba a referirse a él de esa forma y no como El Duque.
—Oh, el señor está en el salón principal junto a la señorita Lydia. — celosa, se veía adorable.
Katherina asintió, si no recordaba mal, casi frente a las enormes ventanas del salón hay un juego de jardín de hierro forjado muy bonito rodeado de flores y setos, sonrió complacida.
—Iremos al jardín Rose. — se colocó su sombrero, tomó los utensilios de bordado y salió rumbo al sitio junto a la doncella quien no entendía el repentino cambio, pero igual le parecía divertido.
Se sentaron en las sillas a la sombra de un fresno; la brisa de la tarde era idóneo, el dulzor de las flores y los arbustos cercanos, el sonido entre el fuste y el follaje era divino, todo perfecto, excepto que Henry conversaba demasiado familiar con la extraña, además la joven era extremadamente hermosa. Sus cabellos oscuros caían en bucles preciosos por sus hombros, tenía unos ojos verdes intensos y su piel de porcelana contrastaba con los labios provocativamente gruesos, aunque era muy joven para Henry nada quitaba que se sintiera insegura por esa niña, era ridículo, pero los sentimientos eran un completo huracán dentro de su pecho.
El duque miró el líquido de su taza, le acababa de contar cada detalle de su desafortunada boda y matrimonio a su prima, ella, frunció el ceño molesta con todo el mundo. Si pudiera golpear comenzaría con la tal lady Louise y terminaría con su primo y tía, pobre de la señorita Katherina, un ángel entre tantas bestias, ella debía salvarla, ¡Dios la había enviado para salvar a esa noble criatura!.
—Eso explica su actitud cuando llegué. — dejó la tácita sobre la mesita de centro. Sus ojos verdes se dirigieron a la ventana para notar a la nueva duquesa bordando afuera junto a una de las empleadas. —Cuando la vi, se fue rápidamente al segundo piso. —
Lydia, la prima de Henry y protegida de lady Olivia regresaba de un viaje a Francia encontrándose a su primo casado, pero con dificultades incontables con su esposa. Cuál heroína tomó sus cosas para viajar a Stratfield Saye y ayudar a su primo favorito en vista que William ya estaba perdido en sus juegos y mujeres, ese ya no tenía arreglo, pero Henry sí merecía la pena ayudarlo.
—Es por esa razón que no he deseado presentarlas, temo lo tome como algo negativo. — Henry también vio a su esposa, justo en el instante en que Kate se pinchó el dedo con la aguja. —Me ha dejado en claro su desprecio, todo de mí lo desprecia, así que deseo evitarle a ambas un mal momento. — volvió a centrarse en el líquido de la taza.
—No creo que te odie — Lydia era muy suspicaz, no se le escapó lo nerviosa que pareció en cuanto Henry la miró. —, quizás solamente está herida y para eso la paciencia es la mejor arma. —
El hombre sonrió. —Quizás… — sabía que realmente sí lo odiaba, se lo había dicho tantas veces que no había lugar a dudas, algo que cada día lo ensombrecía más.
—Hagamos una prueba, mañana dale las flores tú personalmente, si su reacción sigue siendo hostil, cambiaremos de táctica. — levantó la barbilla. No sería fácil que la duquesa cambiará el miedo por confianza sobre todo porque estaba acostumbrada a limitar su cariño a pocas personas y el resto representaban animadversión.
El duque asintió, se levantó para ir a su habitación y finalmente tomar un baño. Mientras él se retiraba Lydia volvió a observar a la señorita Katherina, definitivamente la dama no era indiferente ante su primo porque esos ojos no se despegaron de él hasta que salió del salón, debían colgarse de esa pequeña esperanza para llegar a buen puerto. Le encantaban ese tipo de situaciones, era más entretenido verlo y no únicamente leerlo en novelas.
En la mañana, como lo habían hablado Wesley fue a buscar las flores para su esposa, no sabía si llevar petunias o margaritas, quizás debía llevar hortensias o azucenas, ¿dónde fue que vio flores verdes?, pensó mucho sobre si debía hacer un ramo enorme o poner algunas ramitas de hojas hornamentales porque el verde era el color favorito de su esposa, lo delibero tanto que al final la confusión le agobio, Rose y Lydia se apiadaron de tal alma atormentada y le recomendaron un ramo más o menos grande de claveles rojos dejando algunas de las hojas verdes, el duque en su nerviosismo no reparó en el significado de tales hermosas flores hasta que ya estaba frente a la puerta del cuarto de su esposa, estaba tan nervioso que le costó mucho levantar la mano, como un idiota tocó y ella abrió casi de inmediato siendo recibida por los vívidos pétalos de flores rojas, la sonrisa tímida del duque y un sin fin de preguntas revoloteando entre ambos.