Tu Reputación.
Yan_skyblue.
Capítulo XXIV.
Estaba en la hierba verde, recibiendo el arrullo veraniego de un paraíso terrenal pintado en tonos de flor y árboles divinos, él le tenía aún tomada de las manos sonriéndole, una suave sonrisa tierna que podría derretir cualquier corazón dibujada en su rostro masculino; la dama se puso nerviosa cuando el duque llevó sus manos a la boca para besarlas lentamente, ¡Dios Bendito!, era la segunda vez que lo hacía, además de escandaloso porque no llevaban guantes podría jurar que ese comportamiento no correspondía a ninguna regla decorosa aunque únicamente esos besos en sus manos le bastaban para suspirar. Los labios de Henry eran suaves, tiernos, escandalosos… y de repente pensó en la posibilidad de recibir un beso no en las manos sino en la boca.
—Su excelencia, no haga eso. — retiró las manos porque si seguía así se atrevería a soñar con más cosas imposibles, con besos prohibidos en los labios.
—¿Por qué no?. — clavó sus ojos grises en ella, de una forma que le estremecía como nunca, como ni siquiera Gabriel logró hacerlo.
—Es muy inapropiado. — apretó su faldón tratando de disimular los nervios, sentía la cara ardiente.
—Ya estamos casados y nadie nos ve, no encuentro lo inapropiado. — al diablo lo que le enseñaron, verla nerviosa por él era el cielo y bien valía olvidar las reglas.
—No trate usted de sobrepasar los límites, su excelencia. — frunció el ceño. —Nuestro matrimonio es más un contrato que algo tangible como para olvidar el decoro. — apenas y terminó de hablar se arrepintió ella se quejaba de lo insensible que era Henry y ella hacía lo mismo con comentarios así.
Wesley pareció herido ante las palabras, asintió desilusionado. Una ráfaga fuerte de viento y algo entró en su ojo haciéndolo arrugar el gesto por la incomodidad, su esposa se acercó al verlo restregarse el ojo con vehemencia.
—Si sigue así solo empeorará y dolerá — inconscientemente se subió a horcajadas en las piernas de su esposo, él se sonrojó de inmediato, es cierto que deseaba avanzar, pero la situación fue cinco escalones arriba de golpe. —, abra el ojo su excelencia. — ordena Katherina.
Él así lo hizo, ella acercó su rostro, se posicionó demasiado cerca y sopló. Casi fue inmediato el alivio, pero el sonrojo en toda la cara del hombre fue demasiado evidente, Henry estaba completamente paralizado sin poder procesar qué debía hacer, ¿decirle?, ¿bajarla de su regazo?, ¿dejarla ser?, mientras su cerebro intentaba frenéticamente encontrar una salida apropiada al dilema, Katherina se deleitó en contemplar sin tapujo alguno el rostro apuesto de su esposo quien mal disimulaba su inquietud, estaba tan rojo como los tomates recién cortados de la huerta, sonrió porque al fin era quien se veía acorralado por ella. Se apartó, recogió el libro olvidando por completo el sombrero, él hizo igual, carraspeo para poder articular palabras, pero no salieron de inmediato. Caminaron en dirección a la casa, ella viendo hacia el frente pensativa y él alternando del césped a las nubes esponjosas como los labios rosados de su esposa, la escuchó suspirar, entonces se centró en ella.
—¿Qué clase de libros lee?. — pregunta fijando sus ojos en el ejemplar que la joven estruja contra su pecho. —Espero que la biblioteca de la casa tenga buenos ejemplares para usted. —
—De todo tipo, mi abuelo tiene una enorme biblioteca con toda clase de libros. — contestó un poco cohibida porque la valentía inicial le había abandonado. —Realmente leía tanto porque no me permitían hacer más, con los años le tomé gustó a la lectura de todo tipo, no se preocupe, su biblioteca es maravillosa.
No estaba segura si a su esposo le agradaría leyera tanto, se supone que las mujeres deben bordar, cantar, tocar algún instrumento o pintar y aunque sabía pintar y estaba aprendiendo a bordar no era suficiente para ser llamada dama en toda regla, no era que no le gustaran, es que nunca tuvo la oportunidad de hacerlas.
—¿Lee sobre política, economía y sociedad?. — estaba realmente intrigado y su ceja arqueada lo delataba.
—Sí, además hablaba mucho con mi abuelo al respecto...— sus ojos azules parecieron divagar por un momento. —Es lo único que extraño de mi hogar aparte de mi hermano menor. —
Wesley entendió entonces que Kate pertenecía a ese extraño grupo de personas las cuales brillaban por su propia cuenta, sin adornos, ropa costosa o modales ensayados, comenzó a apreciarla mucho más. Le daba un poco de pena pensar en ella viviendo al lado de las cacatúas Hamilt, siempre supo tanto madre como hija trataban indiferente a la menor, sin embargo, nunca esperó un maltrato tan grave, deseaba hablar con ella respecto a su familia, pero apenas y empezaban a avanzar, esperaría a que Katherina estuviera lista y entonces le mostraría a ambas damas lo que un ducado podía hacer.
—Debo ir al pueblo con el capataz y otros jóvenes, necesitamos semillas, madera y otra larga lista de cosas. — menciona algo vacilante. No estaba acostumbrado a rendir cuentas de sus actos y decisiones aparte de su padre, pero ella ahora era su esposa.
La joven asintió complacida de ser tomada en cuenta.
—Regresaré algo tarde y debo supervisar los sembradíos...— paró su andar para colocar un mechón de cabello rojo tras la oreja femenina. —Prometo estar a tiempo para la cena— dudó un poco, pero al fin terminó lo que quería decir. —, ¿me- me haría el honor de cenar conmigo y mi prima esta noche?. — realmente deseaba ella aceptara.
La señorita pestañeó un par de veces sonrojada, asintió afirmando porque las palabras no le salían de la garganta; cuando la mano del hombre dejó de acariciarle la enrojecida mejilla pudo finalmente articular un par de frases.
—Espero que su prima no esté molesta, no le atendí como debía a su llegada. — se veía tan apenada que hasta era adorable.
—Lydia no es rencorosa, está bien— deseaba poder tocarla más que solo un roce tratando de colocar esos mechones rebeldes en su lugar, ella le inspiraba ternura en todo sentido desde que la cortejaba, pero pudieron más sus prejuicios y su miedo. —... debe prepararse, estoy seguro no le dejará en paz, suele ser muy comunicativa. —