Tu Reputación.
Yan_skyblue.
Capítulo XXVII.
Las perlas significado de lealtad y pureza, formaban una gargantilla con muchas de ellas en color nacaranda, todo junto por oro que formaba la base uniendo cada perla y en el centro algunos pétalos dorados coronados por cuatro perlas blancas con una rosa al centro. Henry las acarició imaginándolas adornando el delicado cuello de su esposa, la peineta ya se la había dado a Rose junto a los aretes, pero el placer de colocar esa joya en Katherina sería para él. Cada día estaba más confundido o seguro de sus sentimientos, tarde o temprano la burbuja que aprisiona ese amor negado iba a explotar, solo esperaba ella recibiera ese amor devoto como sabía amaba a Gabriel. Ahora era su esposa, su esposa y no de Torton, era suya para lograr sintiera lo mismo algún día, su esposa…
—Mi esposa. — saboreó esas palabras como nunca antes, como jamás imaginó, como exclusivamente el sabor dulce podría derretirse en el interior.
Bajó los escalones presuroso por alcanzarla con antelación de los invitados y lograr su cometido, las encontró saliendo del saloncito de té en dirección a la entrada, detuvo la marcha de Katherina tomándola por el codo ella no pareció asustarse y eso le complació porque significaba que confiaba en él. Le hizo su cabello a un lado para colocarle el collar ella jadeó, él pensó por el regalo, pero en realidad fue porque la dama sintió una extraña sensación en su espalda que le recorrió hasta los pies haciendo cada cabello de su cuerpo erizarse tan solo con sentir los dedos de su esposo en su cabello.
El duque le ofreció su mano para encontrarse con Lydia en la puerta, los invitados ya saludaban a la chica muy afables.
Katherina se repuso de la impresión que fue recibir una caricia y tremenda joya por parte de su esposo, sonrió levantando la barbilla apretando el brazo de Henry buscando apoyo, era la primera vez que sería anfitriona, esperaba poder recordar las lecciones de la institutriz de Laura a las que se colaba, las de su nana y las muchas reuniones de su madre, él le sonrió, posó su otra mano encima de la suya para demostrarle que no estaba sola.
Se presentaron, El líder de la familia Howard el Marqués de Bristol Adam Howard hijo único; el padre, Ian Howard un caballero rechoncho bastante alto de ojos azules alegres con bigote bastante peculiar y su esposa la Marquesa Felicia Howard el vivo retrato de su hijo.
Henry estaba particularmente feliz de ver a Adam en Hampshire, su amigo no era muy amante del lugar, prefería el mar y el puerto de Bristol además el caballero se inclinaba en permanecer en Londres cuando no estaba en el astillero de su familia, se le notaba un poco malhumorado quizás por las diferencias que habrían tenido últimamente sus padres con él sobre tomar más en serio sus responsabilidades como Marqués, en pocas palabras, casarse de una buena vez con cualquier dama apropiada y dejar el romanticismo o ellos le buscarían una dama pronto, aspecto algo hipócrita, ya que el matrimonio profesaba su amor siempre que podían.
Las mujeres pasaron al saloncito y los hombres al despacho para conversar, Kate tembló algo desorientada viendo a su esposo irse con los hombres, pero ella sabía que confiaba en sus capacidades, iba a dar su mayor esfuerzo para demostrarle no lanzó sus esperanzas en saco roto.
Tomaron asiento y de inmediato, Felicia congenió con ella, le halagó por su vestido tan divino, conversaron de los cambios en la moda que esos modelos franceses preciosos traían, sus vestidos eran más bellos y decorados que los usados en Inglaterra.
—Los caballeros ya utilizan sus trajes menos recargados, nosotras podríamos optar, por lo contrario, con esos vestidos hermosos. — dijo afable.
Lydia y Kate le dieron la razón.
Desde hacía un tiempo que las modas estaban cambiando y como pasó con el calendario gregoriano hacía muchos años, eran cambios que debían tomarse con soltura.
—En Londres desde hace poco las jóvenes los usan.—
Katherina estaba completamente de acuerdo.
Su madre nunca le dejó utilizar cosas nuevas, después del incidente con Henry los únicos vestidos que usaba eran de institutriz y no parecía una jovencita moderna en 1852, entendía por qué siempre era la burla de todo el mundo. ¡Ya no más!, poco a poco comenzaba a encontrar coraje para enfrentarse al mundo, aunque aún necesitaba de su esposo y trataba de imitarlo para sentirse segura sabía algún día su fuerza dependería de ella misma y podría sentirse plena sólo entonces.
En cuanto a la señorita Durand, a ella la moda le gustaba mucho, tenía un gusto exquisito sin necesidad de esforzarse demasiado, para ella la ropa era un accesorio más el cual se utiliza por diversión no solo por coquetería.
Siguieron haciéndose confidencias muy alegres, hasta la marquesa compartió sus poemas con las jóvenes quienes le elogiaron, sus poemas aunque algo subidos de tono con metáforas, eran muy hermosos.
A lo lejos, nubes grises se arremolinan en el cielo trayendo con ellas una tormenta, quizás augurando algo más.
En cuanto a los hombres, la tensión entre los amigos era palpable, desde la entrada al despacho la actitud de Adam se notaba chocante para los dos caballeros.
—Eres afortunado amigo — Howard le dio una palmadita en la espalda a Wesley quien no sospechaba él seguía creyendo despreciaba a su "fea esposa." —, ya no luce tan mal, si hubiera tenido tiempo de ser presentada en sociedad— rió. —... seguramente le habrían propuesto uno o dos caballeros que se casara con ellos. —
Henry frunció el ceño, iba a golpearlo, pero fue distraído por la voz del otro hombre presente.
—¿Lady Wellington no fue presentada en sociedad?. — preguntó Sr. Ian luego de escuchar a su hijo decirlo.
—Ella es la hija menor y apenas la mayor fue presentada al comienzo de la temporada, al no estar casada su hermana mayor la duquesa no podía entrar en sociedad, como es sabido. — contestó tragándose las ganas de dejarle al menos un ojo morado a su amigo por insinuar Kate se podría casar con otro.