Tu Reputación.
Yan_skyblue.
Capítulo XXXIII.
Algunos errores abren nuevas puertas hacia un futuro jamás esperado, donde realmente la felicidad espera por ser descubierta.
Adam encendió otras dos velas más y las colocó en el candelabro sobre su mesita de noche, ya podía verla mejor, apreciar sus ojos castaños abiertos por la impresión, su boca entreabierta, su cabello medio revuelto escapando del recogido, su cuerpo escondido bajo ese vestido voluminoso tan bonito como ella; como esa disparatada mujer con la piel más suave que tocó en su vida, de la boca más sucia y más sensual del mundo, la que ahora parecía se rompería frágil ante cualquier palabra como una tacita de porcelana. Laura se abrazaba a sí misma, se notaba avergonzada, eso era realmente extraordinario, una víbora como ella ahora un cachorro lastimado. Definitivamente, era muy hermosa a la luz de la luna, a la luz del sol y a la luz de las velas.
Afortunadamente, ya el dolor de sus costillas era más o menos tolerable, se acomodó mejor en la cama, si ella estaba embarazada... El padre solo podía ser un hombre y eso era malo, más que malo.
—N-no pu-puede ser… m-m-me equivoq-que de cuarto. — tenía miedo, su cuerpo estaba tan rígido como la vez en que su madre le llevó a sacar sangre para que se viera muy pálida el día de su presentación. ¿Ahora qué, qué diría, qué haría?.
—¿Le importaría venir hasta aquí?.— trató de no sonar autoritario. —Yo no puedo moverme demasiado como ve.—
—¿S-si lo hago — su voz se escuchaba tan apagada que le rompería el corazón a cualquiera. —... olvidará lo que escuchó?. — estaba al límite de sus emociones tratando de no tartamudear o él tendría otra razón más para burlarse, aunque con el embarazo sobraba y bastaba para que le hiciera la vida un infierno cada que la viera.
—Lo diré, cuando se acerque. — palmeo el pequeño espacio en la cama para que ella lo ocupara.
La dama resopló calmando sus nervios, obedeció tomando asiento en la cama junto a ese sujeto tan irritante, ni siquiera recordó que los últimos botones de su vestido estaban abiertos, solo quería escuchar las burlas y palabras hirientes del hombre para marcharse a su habitación y llorar como Magdalena sus errores; quizás mañana tendría que abandonar esa casa, seguramente el marqués le contará al duque y dudaba un hombre tan recto aceptara a una mujer manchada en vergüenza en su casa, aunque el bebé fuera su sobrino.
—Dese vuelta. — pidió Howard.
Ella obedeció sin chistar, ese nivel de sumisión era nuevo, no le agradaba mucho porque sabía ella lo hacía en nombre de su miedo, uno que se hizo visible por el temblor en su cuerpo.
Comenzó a ayudarla con los botones faltantes para abrir el vestido. Ella empezó a llorar en silencio, ¿la haría hacer algo impropio para callar?, ¿sería ahora realmente una ramera?.
—¿No está casada?.— preguntó Adam en tono suave llegando a los últimos botones de arriba.
Ella sacudió la cabeza en negación tapando su boca para ahogar los sollozos. ¡En nombre de todos los santos, que no la tocará por favor!.
—¿No está comprometida?.
Volvió a negar con su cabeza, él terminó de desabotonar el vestido, pasó a soltar el nudo del corsé.
—¿El padre del bebé lo sabe?.
Asintió con su alma hecha pedazos, recordar el rechazo de William a su bebé le dolía más que si la hubiera lastimado solo a ella.
—¿Se casará con usted para hacerse cargo?.— terminó de aflojar el corsé, así podría sacarlo fácilmente.
Ella negó.
—Entonces, está embarazada y el padre lo sabe, pero no piensa hacerse cargo...—
Laura nunca escuchó un tono de voz tan indescifrable como el de ese granuja en ese preciso momento. Asintió afirmativa.
—¿Su familia lo sabe, tiene dónde ir o qué hacer?.—
—Solamente mi hermana— finalmente pudo hablar. —... mi madre posiblemente me repudiará, quizás mi abuelo me apoye enviándome lejos para cubrir el escándalo, pero… imagino buscaría al padre para batirse en duelo u obligarlo a casarse conmigo. — soltó un sollozo. —No sé qué debería hacer, tengo tres meses, ya pronto será imposible disimularlo con vestidos holgados...— juntó sus manos intentando dejaran de temblar.
—Dese vuelta.—
Ella así lo hizo, le costó un poco levantar la cabeza para enfrentar los ojos verdes de Adam porque sentía mucha vergüenza, él tenía razón, era una mujer fácil, aparte de su confesión ante Kate nunca se sintió tan patética ni expuesta. Ciertamente le entregó su amor en cuerpo y alma a William, lastimosamente nadie lo vería así, si no como una mujer sin pudor alguno deshonrada por la lujuria.
—¿Desea casarse con el padre?.
—Preferiría ser expulsada al rincón más recóndito del mundo, al menos de esa manera mi integridad física no correría peligro. — admitió tan frágil que Adam por un momento, deseo abrazarla en forma de consuelo.
—Comprendo. — hubiera querido decirle que no temiera, pero no estaría bien dar palabras que podrían sonar a mentiras.
Para él ver sus ojos derramando lágrimas sin control, la nariz roja y la tristeza en esa cara tan bella fue desgarrador; le ofreció un pañuelo que estaba sobre la mesita de noche, ella lo aceptó dudosa. El marqués de Bristol finalmente supo que hasta las mujeres más irritantes y de lengua afilada podían ser bonitas también cuando lloran, porque ya pensaba lo era desde que la conoció esa noche cerca de una casa del placer en Londres, era una bonita mujer llena de malas expresiones e insultos divertidos y aparentemente también sensible y en un enorme aprieto tanto o más grande que el suyo. Adam sabía muy bien el detalle que lo mantenía soltero, lo supo apenas un año y fue terrible chocar ante esa posibilidad de nunca poder tener un hijo.
Pidió a la dama buscar en el armario el abrigo que trajo cuando tuvo su accidente, por fortuna no estaba estropeado porque se lo quitó antes de comenzar la competencia, la mujer se lo entregó sosteniendo el vestido para evitar se cayera; él le colocó el abrigo en los hombros, la miró a los ojos y le sonrió.