Tu Reputación

Capítulo XXXIV

Tu Reputación. 

Yan_skyblue. 

Capítulo XXXIV. 

 

—¡Muchas gracias duquesa!. — exclama Felicia conmovida tomando las manos de la dama. 

Se suponía ella debía estar con su retoño, pero sus nervios le jugaron en contra, afortunadamente Adam se veía de buen humor bromeando y el doctor daba esperanzas de una pronta recuperación, esa joven era una santa por tomarse tantas molestias. 

—¡Te fuiste madre adorada dejando a tu hijo tirado aquí, jamás te lo perdonaré!. — dramatiza. 

—Estamos infinitamente agradecidos con ambos. — Sr. Ian se quitó el sombrero para reverenciar a la pareja. 

—Lo hacemos con gusto, el marqués es un buen amigo, no podíamos hacer menos. — sonríe la dama, su esposo le dio una palmadita en su mano en señal de apoyo. 

Conversaron sobre la posibilidad de que el joven Adam pudiera irse en dos semanas más para continuar su recuperación en Bristol, él escuchaba atentamente hasta que pidió a Henry y Katherina poder hablar a solas con sus padres, los anfitriones se extrañaron un poco por la seriedad repentina, sin embargo, llamaron al médico para ofrecerle algo de té saliendo de la habitación. Solos, los padres de Adam tomaron asiento para escucharlo aunque jamás pensaron que diría tales palabras, la impresión fue grande, mucho más escuchar cómo fueron las circunstancias. Felicia casi se desmaya, pero la felicidad pudo más que el escándalo y aceptó la petición de su único hijo adorado, Sr. Ian estaba un tanto más escéptico al respecto, aceptó aún con muchas dudas rondando su cabeza a las cuales les pondría fin una vez Adam regresará a casa. Conversaron algunos detalles que Howard prefirió mantener en el más hermético secreto más allá de lo necesario. 

Pará cuándo sus padres se marcharon alegando volver en dos semanas para llevarlo a Bristol, Adam supo que acababa de sellar su destino para siempre, ¿lo hizo por lástima o por algo más?. 

Su pregunta tuvo respuesta al verla entrar junto a una de las sirvientas y Lydia con la bandeja de medicinas, su vestido azul de flores, sus ojos oscuros tan bonitos, su cabello rubio, sus labios que gritaban llevaban un mundo de sensualidad por ser descubierto de la forma correcta. Trago saliva siguiéndole con la mirada. 

—Me-me está poniendo nerviosa. — dice la dama entre dientes sentada cerca de la cama mientras Maria cuenta las gotas que debe poner en el jugo y Lydia abre las cortinas. 

—¿De qué habla?. — dirige sus ojos lejos de los labios de esa víbora, aparentemente se dio cuenta de que la estaba viendo. 

—Katherina dijo que pronto se irá, felicidades. — cambió de tema. 

—Gracias… 

—Al fin dejará de molestar a todos en esta casa por culpa de sus descuidos. — agrega tan ponzoñosa como siempre. 

Adam sonrió, también la extrañaría. María le dio al joven marqués su medicación guardándose el bote en el bolsillo de su delantal sin que nadie lo notara, necesitaría un poco de esos calmantes después, solo un poco. 

Abajo, había agitación porque el duque pidió traer un cuarteto de cuerdas. Los músicos llegaron puntuales con sus instrumentos, la duquesa confundida vio el rostro sonriente de su esposo quien le tomó la mano con delicadeza. 

—Prometí enseñarte a bailar. — aclara con una luz maravillosa en sus ojos grises. 

—Oh por Dios, creí que no lo harías. — se sonrojó. Henry le besó la mano frente a todos los empleados que llegaban para ayudar a llevar los instrumentos al gran salón que se usaba en fiestas y bailes. 

—Claro que lo haré, hoy mismo. — le besó la muñeca. 

Ella rió divertida, se dejó guiar por su querido esposo hasta el gran salón. Las sirvientas limpiaban todo, el mayordomo se aseguraba que el piso estuviera en excelentes condiciones para ser utilizado y los otros empleados apartaban cualquier obstáculo, colocaron al cuarteto en el pequeño escenario dispuesto para ellos y la dama con su caballero justo en medio. 

—¿Lista esposa mía?. — le tomó por la cintura atrayéndola a su cuerpo. 

—¿Comenzaremos con un vals?. — colocó su mano derecha en el hombro masculino y la otra la entrelazó con la de su esposo. 

—Por supuesto, el primer baile será un vals y ese está completamente reservado para mí, tu adorado esposo. — le susurró al oído depositando un beso ardiente en su cuello. 

Todos los presentes decidieron que era momento de salir para darles algo de privacidad, María subía los escalones para limpiar las habitaciones del segundo piso cuando escuchó el jaleo, se quedó estática tratando de saber por qué tanto alboroto. 

—Los señores están realmente enamorados. — Charlotte, el ama de llaves, suspira feliz de ver a los jóvenes enamorados. 

—El patrón no podría ser más bueno con la señora, definitivamente fue bueno su matrimonio. — agrega el capataz. —Y cómo no ser bueno con la señora si es tan bonita y tan buena. — 

Los otros empleados le dan la razón regresando a sus actividades diarias, María bajó los escalones presurosa para ir en dirección a la música, abrió la puerta y vio al duque bailando o tratando de enseñarle a bailar a la duquesa, no pudo evitar enfadarse. ¿Qué le miraban a esa mujer?, era tan simple e insípida como una patata, no poseía elegancia, ni buen gusto, ni nada, no como la señorita Lydia, incluso la que dicen es su hermana se vería mejor al lado de alguien tan distinguido como el duque, ¿qué tenía esa tal Katherina que enamoró a Henry?. Prefirió marcharse para continuar sus tareas o podrían reprenderla, además, pronto ese matrimonio se desmoronaría, sabía ella no lo quería y se iba a comprobar. 

La bella música del cuarteto envuelve a los duques quienes ríen al tiempo que la dama pisa el pie de su caballero, definitivamente sería un poco complicado, pero él estaba dispuesto a soportar los pistones en pro de su amor a ella, deseaba brillara en el baile, así que bien valdría la pena un poco de dolor. 

Lydia, que amaba meter su naricita respingona en todo, corrió al gran salón para verlos dejando al convaleciente a merced de la dama de Boca afilada. 




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