Tu ruina

Poder

MAXIMO

El silencio en la sala de juntas era el testigo mudo de mi humillación. Me quedé allí, inmóvil, sintiendo cómo la sangre palpitaba en la mejilla que ella había golpeado. No era solo el dolor físico; era el sonido seco del acero de mi armadura al romperse.

Llevaba tres años gobernando Imperium con una precisión geométrica. Mi reputación se había forjado en la indiferencia. Y Liah... Liah, la traidora, la mujer que me había destrozado el corazón, acababa de demostrarme que seguía teniendo el poder de destruirme, ahora con la simple fuerza de su mano.
Toqué mi mejilla. El celo me devoraba. Ella se atrevía a desafiarme de esa forma tan íntima, tan brutalmente personal. Una traidora, sí, pero mi traidora. Mi mujer. Y el solo pensamiento de que alguien más pudiera dirigirle una mirada de deseo me hacía apretar los dientes. El hombre que la había poseído era el único con derecho a castigarla.

Te atreviste a traicionarme. Te atreviste a levantarme la mano. Ahora, te atreverás a someterme. Y que nadie se interponga.

Me moví. Mis pasos sobre el mármol resonaron en la sala, un sonido de pura decisión. La rabia era solo la superficie; la obsesión, el motor profundo. No la odiaba lo suficiente como para dejarla ir; la odiaba lo suficiente como para reclamarla.
Llamé a mi intercomunicador.

—Chloe. Cancela todas mis citas para el resto del día y la mitad de mañana. Quiero a mi abogado corporativo, en la línea en tres minutos. Y prepara una sala de proyección para una revisión de material clasificado.

—Entendido, señor. ¿Alguna directriz para los inversionistas que llaman por el evento de esta tarde? —preguntó Chloe, su voz profesionalmente templada, pero notando la emergencia.

—Diles que Imperium está asegurando sus activos. La adquisición de Atlas está en peligro. Es una emergencia de seguridad corporativa.

Colgué. El uso de la palabra "emergencia" era una estrategia. El miedo era mi moneda.
Cuando mi abogado, estuvo en la línea, fui directo. No había tiempo para sutilezas.

—Derek, necesito que revises el estatuto de minorías de Imperium. Y quiero que me busques una razón legal. Necesito que prepares una notificación ineludible. Quiero que Liah Rinaldi pase una semana en esta torre.

—Señor, ¿cuál es el propósito legal de la auditoría? —preguntó Derek, su tono inmediatamente cauteloso. Sabía que estábamos cruzando una línea.

—El propósito, Derek, es gestión de riesgos. Utiliza la adquisición de Atlas como palanca. Alega que la integración requiere una revisión inmediata de todos los documentos sensibles relacionados con la cadena de suministro. Es nuestro derecho. Y lo voy a ejercer.

—Es una maniobra agresiva, señor. Exponer todos los archivos a su ex pareja...

—No es solo mi ex pareja, es una accionista. Quiero que la notificación exija que ella esté presente, sin delegación. Que sea legal, que sea urgente, y que su presencia sea innegable. Debe ser notificada formalmente en su oficina antes del cierre.

—Lo entiendo, señor. Pero las implicaciones de tener a una accionista hostil tan cerca...

—Las implicaciones, Derek, son mi problema. Ocúpate de la legalidad.
Corté la comunicación. La planificación de la auditoría de emergencia ocupó los siguientes veinte minutos. No dejé ningún cabo suelto. Quería su tiempo, su atención, su espacio vital. Quería que sintiera el peso de mi imperio sobre su cuello.

Me levanté y caminé hacia mi despacho principal. Me detuve en el ventanal. Mi imagen se reflejó en el cristal, la de un hombre roto, celoso y posesivo hasta la médula.
Llamé a mi intercomunicador de nuevo.

—Chloe. Quiero que envíes un comunicado interno de máxima prioridad. La señorita Rinaldi estará aquí toda la semana para una auditoría exhaustiva. Quiero que nadie la moleste. Y quiero que se le trate con la máxima distancia. Que le den lo que necesite, sí. Pero no quiero a ningún empleado, ni a ningún director, a menos de diez metros de esa sala de juntas sin mi permiso expreso. Cualquier intento de acercamiento será un despido inmediato. ¿Entendiste?

—Entendido, señor. Máxima distancia. ¿Necesito notificar a la señora Victoria?

—No. Yo me ocuparé de Madre. Solo asegúrate de que el protocolo de seguridad se siga al pie de la letra. Ella no puede tener contacto con nadie de esta empresa, excepto con el personal de archivos y conmigo.

Me dirigí a mi mesa de caoba. Saqué la botella de whisky y un vaso. Serví una dosis generosa.
El alcohol quemó mi garganta. Cerré los ojos. Y la imagen de Liah, con ese traje borgoña y su cabello suelto, me asaltó. El contraste de su frialdad profesional con la pasión bruta de la bofetada era una droga.
Ella fue mía. El recuerdo era un ancla que me impedía avanzar. Recordé la curva de su espalda, la suavidad de su piel, el olor de su cabello en la almohada. Esos recuerdos, antes enterrados bajo la rabia de la traición, ahora resurgían como la prueba de lo que había perdido.

Mi exigencia de castigo se intensificó. No la iba a arruinar; la iba a quebrar emocionalmente. Iba a demostrarle que no importa cuánto lo odie, su cuerpo y su mente aún reaccionan a mi presencia.

—Prepárate, Liah —susurré al vacío, sintiendo el hormigueo en mi mejilla. La marca era mi recordatorio de la guerra—. Vas a lamentar haber cruzado la línea. Yo sé la traición que cometiste. Y ahora, ese poder será usado para que la traidora sepa cuál es su lugar. Y ese lugar es bajo mi control.

Me levanté, el vaso vacío en mi mano. La noche apenas comenzaba, pero la jaula de cristal estaba siendo meticulosamente preparada para su inquilina. Y yo, su carcelero, no iba a parpadear.

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Disculpen la demora! Estoy en clases y se me dificulta un poco, pero poco a poco iré subiendo los capítulos, solo ténganme paciencia.
Me ayudarían muchísimo comentando y dando like❤️




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