Caracas, Venezuela
1961
Anna
Una muñeca de seda, una escoba, y un viejo escritorio se encuentra en la esquina de mi cuarto. Una ráfaga de viento entra por mi ventana y provoca que mi cabello me caiga en la frente. Respiro profundo y bufo.
Los últimos días del año se ponen un poco frescos, el aire se torna un tanto fuerte por las tardes y la soledad abunda en las calles de mi localidad.
—Anna, baja a cenar —llama mi madre.
Me levanto lentamente de mi cama y quito la vista de la ventana. Un chico, sí.
—Hola, Omar —saludo al esposo de mi madre.
Se inmuta en contestas y me dedica una sonrisa. Hace tres años mis padres se separaron, fue repentino y doloroso para ellos. En cambio, para mí fue diferente.
—Siéntate —ordena.
Asiento con mi cabeza y me siento en una pequeña silla hecha especialmente para mí. Mi padre la hizo cuando yo tenía tan sólo dos años. Hace un año no lo veo, y no me hace falta nada de él. Sin embargo, siempre sueño en aquel suceso que nos involucra a ambos.
Mi pasado, es totalmente desgarrador y abrumador. Algo que no debió pasarme. Tengo nueve años, y llevo viviendo en la Tierra desde hace veinticinco años. Algo raro ¿No?
Yo ya sabía lo que iba a suceder, sé lo que el destino tiene preparado para mí. Pero no pensé que en ese destino estaría él.
—Anna, come —dice mi madre sacándome de mi ensimismamiento.
Tal vez, mi vida fue destinada para estar en alguien más.