Sololá, Guatemala
1963
Patrick
El ruido de un estallido me despierta, abro los ojos como platos y observo a todos lados. Una bomba. Suspiro y me recuesto, miro hacia el cielo, las hermosas estrellas alumbran sin parar.
El ruido de un tren me saca de mi ensimismamiento por las estrellas y observo a lo lejos como pasa el tren. Con sus vagones llenos de carga, unas cuántas personas en él.
—Quisiera subirme a uno —murmuro.
Cierro mis ojos y pienso en todo. En mi familia, en mi escuela, en todo lo que he vivido, no es fácil en mi país.
Una chica, se podría decir niña, aparece en mi sueño. Hablándome. ¿Acaso existe la telepatía?
Eres el elegido.
Trato de contestar, pero no puedo. ¿Elegido para qué?
Serás mi esposo.
Abro mis ojos y el sudor empapa mi camisa, se siento en la orilla de la cama y siento como se mueve todo, poco a poco. Respiro profundo y trato de no preocuparme tanto.
Un temblor pasa rápido. Al menos, eso creo.
— ¡Hijo! —escucho el grito agudo de mi madre.
— ¡Mamá! —grito.
— ¡Ven, sal de ahí!
Abro la puerta y corro hasta llegar a la sala, abrazo a mi madre y tomo asiento en el sillón negro.
—Esto es mucho, Manuel —dice mi madre.
Observo a mis padres, exaltados y con preocupación en ellos. Es segunda vez que pasa un temblor. Sin embargo, ellos no están tan acostumbrados.
—Debemos irnos de aquí.
Mi padre asiente. Sonrío de lado, eso implica arreglar mi ropa en mi mochila porque nos iremos de viaje.
— ¿A dónde vamos? —pregunto.
—Lejos de casa —contestan al unísono.