Bogotá, Colombia
1950
Annabelle
Me encierro en mi cuarto, la luz del sol se oculta una vez más. El aire entra por mi ventana y un cuadro cae de la pared.
El ruido del vidrio rompiéndose en pedazos me sobresalta y me levanto. Levanto el cuadro y bufo al ver la foto. Mi madre con Omar, sonriendo mientras yo miraba hacía un lado.
Desearía que mi padre estuviese vivo.
— ¡Los odio! —grito.
Me siento en el suelo, me pongo en posición fetal y lloro sin parar. Me vendieron, en tan pocas palabras. ¿Qué les hice?
Un ruido fuerte hace que pare de llorar. Una explosión a lo lejos de la casa, mi madre grita, mientras sigue el ruido de cosas quebrándose.
Me levanto y seco mis lágrimas con mi blusa, me acerco a la ventana y me quedo boquiabierta al ver que a lo lejos hay un incendio. Las casas del pueblo cercano están en llamas, los gritos desgarradores de las personas se escuchan como simples susurros en mi oído y se me eriza la piel.
— ¿Qué provocaría eso? —pregunto para mí misma.
No te confíes, True lo hizo.
Arqueo mi ceja y un ruido hace que me ponga alerta. A lo lejos, una camioneta negra viene a toda prisa hacía acá. Suspiro y arqueo mi ceja al darme cuenta de que ese tipo de autos no existen todavía.
Me encojo de hombros sin darle mucha importancia y un ruido en la puerta hace que pare en seco. El chirrido de la puerta suena, abro lentamente mi puerta y observo a un hombre vestido de negro parado bajo en marco de la puerta.
Alto, con barba y con una cara de pocos amigos. Su mirada seria se mantiene fija en mi madre y señala mi puerta.
¡Mierda!
—Annabelle, sé que estás ahí —dice mi madre.
Abre la puerta de golpe y me tiro en la cama. El hombre se acerca a mí y me toma de la cintura.
— ¡No me toque! —grito—. ¡Suélteme! ¡Mamá! ¡Dile que me suelte!
Mi madre me observa lentamente y me sonríe. Siento que mi vida se acaba, me tiran dentro de la camioneta y todo oscurece, el fuego a lo lejos sigue y no escucho nada.
Fui entregada a alguien, que en realidad quiere cambiarme para siempre. No confíes ni en tu propia sombra.