Caracas, Venezuela
1961
Anna
Entro a mi cuarto y cierro la puerta de golpe. De mi guardarropa saco mi mochila rosada y en ella meto mi ropa, un peluche y dos pares de zapatos.
Entro al baño y me doy una ducha rápida. Me cambio y amarro las cintas de mis zapatos. Me pongo mi mochila en mi espalda y suspiro.
—Lo hecho hecho está, Anna —susurro.
Sonrío. Abro la puerta lentamente evitando el ruido de esta y camino sin hacer ruido. Llego a la puerta principal y la abro despacio. Al salir saco todo el aire que no me había dado cuenta de que contenía y camino alegremente.
El sol llega a su máximo esplendor y sudo sin parar. Saco una botella de agua de mi mochila y doy un sorbo. Llego al centro de la ciudad, la gente camina sin parar y sin fijarse en nada.
Sin embargo, me quedo viendo cada uno de los carteles y unas cuántas personas me observan curiosos. El aeropuerto está a lo lejos, así que corro sin detenerme, los perros ladran al ver que corro y no le tomo importancia.
Un avión te espera, Anna.
El enorme cartel de Aeropuerto Internacional se encuentra arriba de mí y tomo aire. Doy otro sorbo a mi botella con agua y entro. Las personas me miran detenidamente.
Sonrío a cada una que pasa a mi lado y llego hasta una muchacha, su uniforme me dice que se llama Martha y carraspeo para obtener su atención.
—Hola, ¿En qué puedo ayudarte?
Sonrío.
—Hola, me gustaría comprar un boleto para New York, por favor —la muchacha arquea la ceja y mira a todos lados.
— ¿Y tus padres? —pregunta.
—Muertos —digo.
Ella abre los ojos como platos y teclea algo en el viejo computador de enfrente. Abre la boca formando una O mayúscula y chilla.
—Anna, por favor espera —arqueo mi ceja sin entender nada.
A los minutos regresa junto con un hombre alto. El hombre me sonríe y le devuelvo el gesto.
—Anna, me da mucho gusto verte —sonríe y me da un beso en la mejilla—, tu avión está listo, hace mucho que esperábamos a que vinieras.
—Sólo lléveme a New York, por favor.
Asiente.