Caracas, Venezuela
1961
Anna
El avión despega a las 16:35 P.M., los rayos del sol se ocultan a medida que el avión avanza en el aire. Las nubes debajo del avión, el silencio abrumador del avión, que no me había dado cuenta de que solo yo voy en él, junto con los pilotos y el muchacho.
Observo hacia el frente, la cabina permanece cerrada desde el momento en que despegamos, el muchacho no sale ni siquiera por un vaso con agua. Observo lentamente un botón rojo que se encuentra a la derecha y lo presiono.
La cabina se abre y el muchacho sale, se sienta enfrente y me sonríe.
— ¿Puedo ayudarte en algo? —pregunta.
— ¿Por qué dijo que me esperaban? —mi mirada se mantiene fija en él.
Su mentón se tensa y su mirada cambia. Sus mejillas tornan un tono rosado y sonríe de lado.
—True te espera, ya es hora de que cumplas con tu contrato —arqueo mi ceja.
— ¿Contrato? ¿Firmé algo? —asiente—. Yo no recuerdo haber firmado algo.
—Lo hiciste, sólo que el sedante te cambió por completo.
True, True, True, no te confíes.
Agito mi cabeza y una lágrima se desliza por mi mejilla.
—Puedes traerme un vaso con agua, por favor —el muchacho se levanta y se pierde de mi vista.
Suspiro. No recuerdo haber firmado, ni leído un contrato. ¿Contrato de qué? ¿Acaso esto es un trabajo? ¿A esta edad puedo trabajar?
—Ten —me entrega el vaso.
Observo el vaso lleno con agua, las gotas se deslizan fuera de este. Mi vista queda perdida y le doy un sorbo. Siento que mi vista se nubla. El muchacho ríe y se levanta.
— ¿Qué....qué le pus...puso? —pregunto con voz entrecortada.
—Descansa, Annabelle —se va, dejándome sola.
Todo se ve borroso, mi vista se pierde y todo se vuelve negro. No, no estoy dormido, es como si estuviera dentro de la mente de alguien.
¡Mamá!
Pero, no hay absolutamente nada. El silencio se mantiene y a lo lejos escucho un estruendo. Camino y Patrick se encuentra llorando, dentro de una camioneta.
Él es, al fin lo encontraste.
¿A dónde lo llevan? ¿Por qué? ¿Annabelle?
Despierto, un cuarto con las paredes blancas, la luz alumbra todo el cuarto y daña mi vista. Observo y no hay puertas, ni ventanas.
— ¿En dónde estoy? —murmullo.
—Bienvenida, Anna —el parlante rechina y tapo mis oídos—, soy la jefa de True. Me da mucho gusto poder conocerte.
— ¿Qué hago aquí?
—Debes cumplir tu objetivo, ir por Patrick.