Tu Vida en la Mía

CAPÍTULO 19

Buenos Aires, Argentina

2000

Anna

Una semana ha pasado desde que vi a Danna en aquel lugar, estoy cien por ciento segura de que era ella. Recuerdo su cabello lacio, su hermoso rostro y esa sonrisa angelical. Sin embargo, a ella no le importó verme y, decidió irse de mi lado.

El muchacho que me dio hogar me apoya, justamente me ayudó en ese momento de shock. Le expliqué que era mi hija y que se había ido de mi lado. Él solo de encargaba de asentir y prestarme atención.

Ahora mismo estoy armando un pequeño plan, que básicamente se trata de ir donde la policía y pedir información acerca de ella, decir que es mi hija desaparecida, para así tenerla de nuevo conmigo. Algo estúpido e ingenioso a la vez ¿No?

Me doy una ducha rápida y sin voltear a ver la hora al reloj me cambio para después bajar a la sala. El muchacho me espera tranquilo, con su camisa de fuera y un pantalón ajustado.

Me sonríe y me da un cálido abrazo. Tal y como lo necesitaba, un abrazo significa que te tienen aprecio, o solamente significa un "todo estará bien". Sin embargo, siento un extraño sentimiento que me exige que llore.

—Hola —digo.

El muchacho asiente y me entrega una taza con café caliente.

—Hola, Anna —saluda—. Debo decirte que mi nombre es Patricio, por si se te olvida —me guiña el ojo.

Río por lo bajo y le doy un golpe débil en el hombro, como si fuese un chiste perder la memoria.

—Tienes fuerza.

—Y mucha —le guiño el ojo.

Acabo con mi taza de café y la dejo en el lavavajillas. Patricio imita mi acto y me dedica una sonrisa.

—Deberíamos de irnos —anuncia.

Asiento. Salimos de la casa y echa llave. Las personas empiezan sus labores diarias y no se percatan de nuestra presencia. Las cafeterías se llenan de personas y unas cuántas llevan una taza de café en las manos.

La comisaría central está a unas cuantas cuadras, por lo tanto, llegamos muy rápido se lo habitual. Patricio se queda sentado en el área de espera y yo camino hasta el área de qué se yo.

Una mujer con cara de pocos amigos me observa y me hace una seña, asiento y me encamino hacía donde se encuentra.

—Y usted, ¿Qué desea? —pregunta, mientras su mirada no se quita de mi rostro.

—Deseo información acerca de mi hija.

— ¿Cuál es el nombre de su hija? —pregunta.

—Danna —digo—, Danna Samuels.

La mujer teclea en su computador y, al terminar me mira detenidamente de pies a cabeza y se quita los lentes.

—Danna está bien, Anna —dice.

Arqueo mi ceja. ¿Cómo sabe mi nombre? ¿Sabe de Danna? ¿Por qué está bien?

— ¿En dónde está? —insisto en saber acerca de mi hija.

—True se la llevó —dice—, no se preocupe, ella está sana y salva.

Ríe.

— ¿Por qué no me da más información?

—No tengo permitido darle más información acerca de Danna Samuels —me fulmina con la mirada y se voltea—. Pero...

—Pero ¿qué? —la interrumpo.

—Pero es víctima de True —termina de decir.

— ¿Quién es True? — pregunto molesta, molesta por no saber nada de nada.

—Me quedo confundida —pone sus lentes en un escritorio y se acerca a mí—, True es tu peor enemiga.

Y se va, se pierde entre todas las puertas. Un nudo se forma en mi garganta y una mano hala de mi brazo.

— ¿Pasó algo malo? —dice Patricio.

—No, ¿Por qué?

—Porque tienes una cara como si hubieses visto al mismísimo demonio —trago grueso.

— ¿Patricio?

— ¿Sí, Anna?

— ¿Has oído acerca de True? —lo observo detenidamente. Su mandíbula se tensa y sonríe de lado, que más bien le sale una mueca.

—No quiero hablar de eso.



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En el texto hay: misterio, enfermedad, olvido

Editado: 14.08.2019

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