New York
1961
Anna
La camioneta se detiene y abro los ojos detenidamente. Observo por la pequeña ventana y observo una maravillosa calle, con varios edificios y personas por todos lados.
—Bienvenida a New York —dice el mismísimo muchacho del avión.
Pongo los ojos en blanco y lo ignoro. El sedante que me dio de beber para poder meterme otra vez en la camioneta fue muy fuerte; por lo tanto, lo odio como nadie a odiado a alguien.
Abren la puerta trasera de la camioneta, los hombres exigen a que baje y accedo sin negarme. Ya que no quiero salir lastimada, más de lo que estoy.
Me dirigen al edificio del lado oeste y me halan del brazo para que entre junto con ellos. Mi rostro pálido se asemeja a un cuerpo inerte, trago grueso y me deshago de su agarre.
—Puedo caminar sola —digo.
Ambos asienten y caminan detrás mía, dando grandes pisadas que provocan que yo caminase más rápido.
—Pueden caminar despacio —su caminar rápido disminuye—, gracias.
Subimos por las escaleras hasta llegar al nivel diez -como mi edad-, y en ese nivel nos espera una señora.
—Bienvenida, Anna —dice, acercándose poco a poco y me envuelve entre sus brazos—. Me da mucho gusto conocerte.
—Disculpe, pero no sé quién es —me encojo de hombros y la señora ríe.
—No te preocupes, cariño, seré tu nana de ahora en adelante —arqueo mi ceja.
— ¿En serio?
—Sí. ¿Ves a ese niño de ahí? —señala a un niño tímido e inocente que se esconde detrás de su padre.
—Sí, lo veo.
—Es mi hijo —sonrío—, se llama Mario y puede ser tu amigo mientras vives aquí.
Me acerco al niño y trato de hablarle, pero sigue escondido detrás de su padre. El cabello negro como la noche y sus ojos color avellana me hipnotizan.
—Hola, Mario —saludo.
—No quiero hablarte —dice.
—Mario, no seas grosero —su padre habla y se hace a un lado, dejando a la vista al pequeño Mario.
—No te haré daño —sonrío.
—El daño ya lo hiciste.
Arqueo mi ceja y me levanto. Observo a todos los presentes y no prestan atención a lo sucedido.
— ¿De qué hablas? —le pregunto en un susurro.
—True te mandó aquí, eso significa que eres mala.
Suspiro.
Los niños siempre dicen la verdad; sin embargo, Mario ya no es un niño como solía ser, es víctima de True y su vida depende de Anna y Patrick.