New York
1974
Anna
Las personas corren sin fijarse en nada, los gritos de las personas que chocan entre ellas resuenan en el edificio. La gente corre como loca por nuestra boda, toda la organización se vio devastada después de que una señora entrara a tirar todo al suelo.
Mientras tanto, yo me mantengo relajada en mi habitación, con el vestido blanco como la nieve, mi sonrisa resplandeciente, mi cabellera debidamente peinada y arreglada para esto.
El velo detrás de mi cabeza, me muevo un loco para la derecha, observo mi perfil izquierdo y asiento. Luego hago lo mismo con el lado contrario.
Un leve golpe suena en la puerta. Me veo por una última vez en el espejo y abro la puerta. La madre de Patrick me observa y me dedica una sonrisa.
— ¡Estás bellísima, Anna! —exclama.
—Muchas gracias.
Ambas nos sentamos en mi cama y perdemos el tiempo restante en platicar acerca de cualquier tema.
A las dos horas, un chico moreno entra al cuarto y nos avisa que la boda está por iniciar. Me levanto con una sonrisa de oreja a oreja y salgo de mi cuarto.
Mario me espera afuera. Al verme sonríe y me abraza fuerte, sonríe y toma mi brazo para llevarme al salón de eventos del edificio.
—Estás hermosa, Anna —dice Mario.
—Gracias, Mario —sonrío.
Las puertas del salón están abiertas, las personas se levantan de su silla al verme y sonríen ansiosos por la boda. Patrick se encuentra al lado del Padre, con un traje elegante de color negro y el cabello peinado.
Sonrío al verlo y la música empieza a sonar. Los pétalos de rosas blancas y rojas caen al suelo mientras yo voy detrás de ellas. Dando pisadas lentas y seguras.
Llego al altar, Patrick toma fuerte mi mano. Su rostro está inseguro de sí mismo. Lo observo detenidamente, su mandíbula tensa, su perfecto rostro, el chico del cual me enamoré luce extremadamente guapo.
Pierdo el tiempo en mis pensamientos que no escucho la pregunta del Padre. Me mira esperando a mi respuesta y arqueo mi ceja.
Al darme cuenta de que llegó el momento de decir el “Si, acepto” sonrío.
—Sí, acepto —el Padre asiente y hace la misma pregunta a Patrick.
Este asiente y sonríe de lado. —Sí, acepto.
Su manera de decirlo me deja en qué pensar, si no me ama no se hubiese casado conmigo, entonces, ¿Qué le pasa? ¿Lo obligan a casarse conmigo? ¿No me ama?
—Puedes besar a la novia.
Patrick se posa frente a frente conmigo, sus ojos observan lentamente mis labios y une los de él con los míos. Disfruto el sabor de sus labios, lo muerdo y gruñe ante el momento.
—Te amo —susurro, pero no obtuve respuesta.