Tu Vida en la Mía

CAPÍTULO 30

New York

1996

Patrick

Esperé por mucho tiempo este día, el día en que todo acabará conmigo. Los días tristes y amargos al lado de Anna se terminarán y agradezco a True por cumplir con eso.

Al fin no volveré a verla, al fin alguien terminará con mi pesadilla. Una pesadilla que no se la deseo ni a mi peor enemigo.

Río mientras arreglo las cosas que nos servirán para la visita al Museo de Paleontología, y por último un arma.

Bajo a la cocina y observo a todos lados para asegurarme de que Anna no esté cerca. Al estar seguro marco el número respectivo y espero a que conteste.

—Hola—digo.

—Hola, Patrick —saludan—, ¿Listo?

—Desde siempre —sonrío victorioso—, a las nueve puedes empezar, Teodoro.

Corto la llamada y tomo un sorbo de cerveza, juego con una pequeña fresa y le doy una mordida.

Tantas cosas malas, unas pocas buenas, decepciones y traiciones. Lujuria y una pizca de romance ha habido en esta casa.

— ¡Anna! —grito.

—Ahora bajo.

Bufo y espero a que baje. Sus pisadas resuenan en las escaleras y la observo. Con una sonrisa y con un vestido blanco como la nieve se mueve al ritmo de la música del vecino.

Río.

—Amor. —me poso al lado de Anna y tomo delicadamente su mano, deposito un beso en ella y sonrío de lado.

—Hola, cariño.

—Es hora —asiente y cruzo mis dedos con los de ella.

Ambos salimos de la casa y me encargo de cerrar con llave, nadie entrará, ya que nadie es real, sólo nosotros y un poco más.

Subimos al auto y arranco. El camino tranquilo y los niños no reales juegan en la calle, las tiendas abiertas sin ningún alma en ellas. Sonrío y enciendo la radio.

— ¿Qué tienes? —pregunto.

Anna tiene la mirada fija en la calle y en los edificios. Como si no estuviese con vida, su piel blanca y sus labios rojos por el labial, y no puede faltar su brillo radical en sus ojos.

—Tengo un mal presentimiento —susurra.

Sonrió nuevamente y a lo lejos observo a Teodoro. En su mano mantiene el delicado botón rojo, el cual al presionarlo acaba con mi vida.

El pequeño audífono que tengo en mi oído izquierdo vibra y con un movimiento de mi boca acepto la llamada.

— ¡Ahora! —digo.

Anna me mira sin entender y arquea su ceja.

— ¿Qué pasa?

—Ya verás.

Teodoro presiona el botón y una bala cae en mi pecho, Anna grita y yo río. El auto explota, pero antes de ello abro la puerta de Anna y la tiro lo más lejos que puedo.

—Hasta la vista —digo, para luego dejar de observar la luz artificial del área de prueba.

Un pitido me despierta y brinco del susto. True ríe y se acerca a mí.

—Me da mucho gusto verte de nuevo —saluda—. Te agradezco mucho que hayas aceptado ser parte del experimento.

Asiento.

— ¡Patricio! —grita—, es tu momento de la entrar a área.

El joven asiente y abre la gran puerta. True regresa la mirada a mí.

—Un millón de dólares fueron depositados a tu cuenta —abro los ojos como platos.

—Hi... —me interrumpe.

— ¿Qué no recuerdas lo que te dije? —pongo los ojos en blanco.

—Okey.

—Hasta la vista —se despide y un muchacho me trae mi pequeña mochila que una vez traje de niño.

Sonrío y salgo de la base de True, la luz del día es muy fuerte y tapo mis ojos, me acostumbro y las personas me observan como si fuese un bicho raro.

Personas reales, un mundo real. ¿Cuántos años estuve ahí? ¿Un millón de dólares?



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En el texto hay: misterio, enfermedad, olvido

Editado: 14.08.2019

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