escucho un ruido abajo. Ella debe saber que estoy despierto. Me preparo para mi caminata de la vergüenza.
Avanzo calladamente hasta la cocina. Ana tiene puestos unos auriculares y tararea y baila al ritmo de una música que no puedo oír. Hay una cafetera con café recién hecho, y está preparando panqueques. Me inclino contra el mostrador y sólo la
observo. Parece que empezará a llover en cualquier momento, pero la débil luz de la tarde temprana parece bailar en ella como el sol del verano.
Sus caderas se mueven de aquí para allá lentamente; su cabello cuelga suelto hasta la mitad de su espalda. Lleva puestos unos pantalones de ejercicio y una camiseta. Es la persona más hermosa que jamás haya visto.
Ya no puedo aguantarlo. Ya no me importa cuán estúpido y borracho estuve anoche.
Todo lo que me importa es Ana. La amo y necesito estar cerca de ella. Me muevo a través del frío piso de la cocina y apoyo mis manos en sus caderas oscilantes. Ana salta y deja
salir un pequeño grito. Se quita los auriculares mientras se gira alrededor.
-Soy solo yo.-digo, sonriendo -¿A quién esperabas?
Ana traga y se vuelve hacia la estufa.
-Estoy preparándote panqueques.-dice suavemente.
Supongo que eso es justo.
Mis sentimientos sólo se han hecho más fuertes, pero no puedo esperar que los de ella sean iguales, especialmente desde que le dije Adiós. Oh, y ese estúpido imbécil de Félix.
Quito mi mano, pero ella me detiene, apoyándola nuevamente en su cadera.
-¿Cómo te sientes?.- Su voz ahora es suave y preocupada, y me toma un
momento el poder contestar porque su piel está expuesta entre sus pantalones y la camiseta, y quiero tocarla.
-Mejor, gracias a ti.- digo, dando un paso adelante, de modo que mi pecho casi se presiona contra su espalda.
Me inclino e inhalo su olor. Lo único que quiero es sostenerla entre mis brazos.
- Si dije algo anoche…-
Ana se ríe de mí, no “conmigo” porque estoy demasiado avergonzado para reír.
-Estabas bastante destrozado.-Pone el último panqueque en un plato y apaga el quemador
- No podía dejarte allí.-Se gira hacia mí, mis manos parecen pegadas a donde las ha colocado.
-Sigues apareciéndote, y ya no sé qué hacer.- Pone las palmas de sus manos en mi pecho, y yo contengo el aliento, esperando a que me empuje lejos de ella.
-Lo siento.- susurro.
Un trueno nos interrumpe, y Ana salta asustada. Mis brazos se envuelven
instintivamente a su alrededor, protegiéndola de cualquier posible daño. Llueve tranquilamente afuera, y nos paramos allí, sosteniéndonos el uno al otro, incapaces de hacer contacto visual.
-¿Qué lamentas?.-pregunta Ali.
Bufo una risa.
-Lamento tantas cosas que no sé por dónde comenzar.-admito.
Ana me mira con sus grandes ojos marrones.
-No quiero a Félix.- dice, para mi sorpresa. -Sólo quería sentirme deseada.
Sus mejillas se ruborizan, y sé que quiere apartar la mirada. Sostengo su rostro entre mis manos para que no lo haga. He extrañado tanto su rostro, que no puedo perder esta oportunidad de mirarlo.
-Tú siempre has sido deseada, Ana.-digo con tanta pasión que no puedo pensar claramente.
Mis labios están casi sobre los suyos.
- A veces no podemos tener aquello que más deseamos.
Ana cierra los ojos y respira profundamente. La conozco lo suficiente como para saber, que hace eso antes de tomar una decisión o antes de decir algo importante.
Feliz lectura😍
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