Tú y Yo, amor eterno

Capítulo 21

 Cuando sus ojos se abren otra vez, están ardiendo.

-Si yo soy lo que deseas, Gustavo.- se detiene y pasa sus manos por debajo de mi camisa.- puedes tenerme.

Esperaba que me dijera que me fuera, que ya la había lastimado demasiado. La deseo tanto que no puedo dormir por las noches, maldiciendo el no poder tocarla siquiera una vez más, y aquí está ella, ofreciéndose para mí. Tiro de ella hacia mí con fuerza, y nuestras bocas casi chocan juntas con ferocidad.

Ana deja salir un pequeño gemido que casi detiene mi corazón. Nos besamos, y nuestras manos están en todas partes. Abro mis ojos y encuentro que los suyos también están abiertos, pero nada se detiene. Casi nos enciende más.

Ella respira con dificultad, y no estoy muy seguro de cómo lo hizo, pero ya no tengo puesta la camisa. Esto me recuerda nuestra noche en la playa. Ana se aleja un poco y corre sus manos por mi pecho; mis rodillas se debilitan. Tiro de ella conmigo, y ambos aterrizamos en el piso de su cocina, riéndonos a carcajadas. 
Yacemos lado a lado, riendo y recobrando el aliento. No sé qué hacer.

Quiero estar con esta chica de cada forma posible, pero aún soy su profesor. El conflicto que 
lucha en mi interior es un tormento. No lo ayuda en nada cuando Ana se incorpora y su camiseta es lanzada lejos. No podría apartar la mirada incluso si quisiera hacerlo. Lleva un sostén negro de encaje, que contrasta con su pálida piel, y llena mi visión.

Ana reúne su cabello en una cola de caballo suelta y se inclina sobre mí y 
traza mis labios con la punta de su lengua. Estoy paralizado. Se desliza encima de mí, presionando su suave y tibio cuerpo contra mi pecho mientras comienza a besarme lentamente, con indecisión. Mis dedos se cierran en su cabello, 
sosteniendo su rostro contra el mío con una mano, la otra descansando en su cadera otra vez. Ana balancea su peso hacia adelante y atrás, y me olvido por un momento cómo respirar.

Me doy cuenta de lo que hace, y es demasiado tarde. Se ha quitado sus pantalones, y no puedo respirar ante la vista de su ropa interior a juego. Su boca asalta la mía, y puedo oír mi propio gemido.

-Ana.- susurro, tratando de encontrar la voluntad para detenerme.

Por supuesto, detenerme es lo último que quiero hacer. Quiero tomarla en mis brazos y sostenerla para siempre. Quiero que nuestra primera vez sea romántica y especial, no en el piso de una cocina.

Ella puede sentir mi vacilación, y se aleja un poco.

-Pensé que esto es lo que querías. - Su rostro se sonroja.

Por supuesto que quiero esto, ¿cómo podría no quererlo? Puedo ver cómo 
comienza a deshacerse mientras espera que le diga que no otra vez. Me incorporo y la sostengo cerca y fuertemente.

-Lo es.- digo contra su cabello-. Lo es, Ana, cielos. No hay nada que quiera más que a ti.

 

 

Feliz lectura😍
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