19 AÑOS ATRÁS
Escucho el tintineo de las campanas de la puerta y levanto la mirada como de costumbre.
—¡Bienvenidos!. —digo en unísono con mi madre que atiende en la caja, reconozco a los clientes igual que mi madre, son el señor y su hijo que siempre vienen al mismo horario y los mismos días de la semana.
—¿Lo mismo de siempre? —pregunta mi madre en la caja registradora y el señor asiente con su hijo, con una sonrisa radiante.
Regreso a jugar con mis muñecas, Elisa y Natasha, las cuales estaban en su hora del té de las 4:00 p.m. Ambas estaban teniendo un conflicto con el Alcalde Rogelio el cual no quería pretender a ninguna de las dos, pero si que se ponía celoso cuando ambas se quedaban con otro chico. Incluso pensaban difundirlo en la revista de «Dime tú» la revista de chismes de la vecindad.
Escucho el pitido de la cafetera, un sonido que me avisa de levantarme de inmediato y caminar a la encimera para agarrar el pedido.
—Estela, llévala a la mesa 7.
—Sí, mami. —digo agarrando la bandeja y llevándola al señor de hace poco y a su hijo.
—Aquí esta su pedido, gracias por esperar, que lo disfruten. —sonrió con amabilidad agarrando de nuevo la gran bandeja al lado de mi pequeña estatura.
—Gracias a ti, linda. —añade con amabilidad el adulto seguido de una sonrisa de su hijo, lo tome como mandato y me retiro otra vez a la esquina de la cafetería para seguir con el ultimátum de las chicas más tendencia de la vecindad Rolls.
Pasado unos minutos siento una mano en mi hombro haciéndome salir de mi drama.
—Discúlpame ¿Puedo jugar contigo? —pregunta aquel niño del señor, un niño delgaducho pero con vestimentas elegantes.
—Esta bien, pero solo si sabes jugar al chismorreo de vecindades.
—No lo entiendo, ¿podría explicármelo?
—Bueno, Elisa y Natasha son las chicas más importantes de la vecindad Rolls, y están siendo complicadas por el Alcalde Rogelio el cual no quiere pretenderlas pero si que es celoso. Y están debatiendo si exponerlo. —respondo con claridad, inclusive puedo ver aquella cara de concentración del delgaducho.
—Entiendo, ¿Qué puedo hacer para ayudarle señorita?
—Puedes ser «Lady Isabella» la dueña de la revista «Dime tú» y darle soluciones o meterle más leña al fuego.
—Me parece un revuelo, me gusta —aclara el niño sentándose conmigo mientras jugábamos con aquellas muñecas por horas.
Mi madre se encontraba charlando de vez en cuando con el señor mientras el sol caía escondiéndose, aunque no sentí el tiempo mientras jugaba.
—Bueno señoritas, me es un placer informarle que el Alcalde Rogelio a sido expuesto de manera grata, esta por completo arrepentido y abochornado. —contesta el delgaducho manejando a la muñeca con una sutileza que siquiera yo lo empleaba.
—Muchas gracias Lady Isabella, estamos en deuda contigo siempre, lo sabes.
—No hay de que señoritas, me verán en el próximo chismorreo de la ciudad, adiós. —dice el alejando la muñeca del patio del té.
—Hijo, vamos, se nos hace tarde y mamá nos regañara.—avisa el señor tocando el hombro del delgaducho.
—Esta bien padre —responde asintiendo y luego dirige su mirada hacia mi.—Muchas gracias por permitirme jugar con usted ¿señorita..?
—Estela...
—Lady Isabella aprueba ese nombre en la sección de nombres perfectos, si me permite añadir.
No pude ocultar un pequeño sonrojo que también se avecinaba en el rostro del delgaducho mientras este se retiraba de la cafetería.
—¿Te veré mañana? —grito en la calle de la entrada de la cafetería.
—Se lo prometo. —acepta el dándome una pequeña reverencia.
Lo que yo no sabía es que iba a ser la última vez que le vería ¿o no?.