Asher
Paso al lado de varias decoraciones, y estos pasillos que parecían eternos y que a veces desearía ser un niño de nuevo para usar mi patineta por los pasillos mientras Reon me persigue...uh... que buenos recuerdos ¿eh?.
Camino hasta llegar a el gran salón donde se encuentra mi madre, con su vestido lleno de encaje y una pequeña cola larga, oliendo distintas flores.
—Madre, buen día. —digo dándole una reverencia.
—Asher, buen día, ayúdame a elegir la flor que más te llame la atención.
—Sabes que no soy bueno en eso, madre.
—Asher.
—Voy madre. —respondo acercándome a las flores, solo con verle sus ojos sabía que debía hacerle caso a todos sus mandatos, todos de hecho, lo sabían incluso mi padre cuando vivía, aceptaba y acataba todas sus ordenes sin excepción ni excusas.
Paso mi nariz por una que tenía un aspecto medianamente favorable, pero no me convence en lo absoluto y un pequeño carraspeó de mi madre me dio la conclusión que detestaba esa en específico así que solo la aparte. Pienso con lentitud y agarro una rosa blanca y una roja.
—Algo clásico y cliché ¿le parece madre? Hagamos que este sea el código de vestimenta también.
—Esta bien, gracias hijo.
Me llevo un suspiro a mi alma y me alejo lo más rápido que puedo, pero Reon me atrapó colocándome frente a mí tres tipos de retazos de tela.
—Elija uno alteza, son las telas para su traje del evento.
—No le veo la diferencia Reon.
—Es porque aún no las toca. —contesta el con su semblante aburrido y sarcástico, tome las telas y efectivamente una era lisa, la otra también y sin duda la última de igual manera, suspiro y elijo la derecha.
—Esta. —respondo devolviéndosela y luego me acerca a mí bocados de sándwich a escondidas de mi madre porque aún no sabe que me desperté tarde y no he desayunado ni un trozo de pan duro y seco.
—¿Sabes? Por eso me caes muy bien Reon.
—Ja, tan gracioso como siempre alteza. Aunque le recomiendo guardar ese sentido del humor tan característico de usted para conquistar a las princesas. —resalta el con ese sarcasmo que hasta te arden los oídos, pero tenía razón, tengo que prepararme mentalmente para tratar con las princesas invitadas, no quiero hacerlo. Nunca lo quise. Pero, es mi deber como futuro monarca de Lesia.
Suspiro nuevamente porque es la única manera que tengo para aliviar mi frustración, y me vuelvo a dirigir hacia mi madre con distintos asistentes que sin duda, me entretendrían de la manera más aburrida del mundo.
-
El reloj apunta las 1:00 p.m. recordándome que a esta justa hora la cafetería Diamond debe estar preparando postres más pesados para el almuerzo que sin duda, se me antojan hasta más no poder. Pero, parece que aún las medidas de mi traje me tienen encasillado en este pequeño cuarto rodeado de espejos y un podio innecesario, pero necesario para el diseñador.
El clic, clac del reloj me hace querer esfumarme cuando me descuidan, pero se que no es prudente así que, estaciono mis pies lo más que puedo al detestable podio y a los divertidos pinchazos del alfiler en mi cuerpo.
Estela
Las chicas y yo no podemos con la emoción impidiendo que diéramos un rápido servicio en la cafetería, así que hacemos un anuncio lo más veloz posible y lo colocamos en la entrada y esperamos atender a los últimos clientes antes de cerrar.
«Buenas tardes queridos clientes de la cafetería Diamond, lamentamos informar que el día de hoy nos vemos en la obligación de cerrar la tienda por motivos personales. Volveremos mañana con el horario habitual.
Att: Cafetería Diamond»
La caligrafía de Less siempre me deja silenciada, desearía tener esa letra tan fina y delgada, o como me gusta decir, letra de millonaria.
—Bueno, ya la pegue en la entrada y coloque el letrero de «cerrado» ¿algo más?. —cuestiona Winnie mientras yo muerdo mi bolígrafo tratando de alcanzar recetas en el aire.
—No tengo ni remota idea de que haremos para impresionar a esa clase de personas. —repite Less una y otra vez suspirando mientras se apoya en el mostrador con un expreso en la mano.
—No nos acobardemos chicas ¡Yo se que podremos hacerlo! —grita Winnie con entusiasmo.
—Creo que lo mejor será que descansemos para poder inspirarnos. —añade Less
—¿Descansar? —repito sarcástica con el tapón mallugado de mi bolígrafo en mi boca.
—Sí, y no quieres que te arrastremos a hacerlo ¿o sí Lea? —amenazan ambas. Estaba atrapada, tengo que aceptar. Porque esas miradas depredadoras son capaces de todo, lo peor es que lo se de antemano.
Desde la vez que me hicieron una broma pesadísima por no querer dormir me dejaron muy en claro que no dejan de intentar hasta que lo logran, unas mulas tercas, honestamente.