Asher
Las chicas llevan horas, planeando en las hojas de la libreta de Estela y en la cocina aunque es mejor para mi porque son más postres para mi persona. Incluso, reviso la hora de mi celular y son las 3:00 p.m. la hora de la madrugada si me hace efecto pero, el olor de los postres me mantiene cuerdo, aunque más tarde me lamentare por haberme desvelado.
—Asher, lo mejor será que vuelvas a tu casa, si es que se lo puede decir así. —dice Estela riéndose levemente mientras se quita los guantes.
—No...aún quiero ayudar... —digo estirándome mientras bostezo.
—Y nos haz sido de gran ayuda créeme, ya esta todo listo para hacerlo en el resto del día y entregarlo mañana en el gran comedor. —responde ella, colocando sus manos tibias en mis mejillas haciéndome sonreír adormilado, me gusta esto...su atención...y más ahora que ya no oculto quien soy.
—No me quiero ir... —murmuro ocultando mi rostro en sus manos.
—Tienes que, no quiero problemas después, procura dormir al menos una hora.
—Esta bien... —añado con la voz arrastrada, levantándome y colocándome el cubrebocas y la gorra de la chamarra. —Adiós ¡Buena suerte aunque no la necesitan!. —grito un poco bajo, con la voz ya deshecha saliendo de la cafetería.
Las calles de Lesia siempre son heladas en la noche pero, en la madrugada me hace pensar que no ajustaba con solo una chamarra para calentarme. Unos largos pasos más y me encuentro nuevamente con el laberinto, esta muy oscuro así que, a pesar de que conozco el camino me es inevitable el azotarme el rostro con unas cuantas ramas. Hay guardias pasando de aquí allá, haciéndome más difícil la pasada. Podría pasar como si nada pero, es claro que saben que mi madre me debe andar buscando y si le avisan sería claro que salí. Pero, si me encuentra al día siguiente en la cama es como si no buscaron bien en los rincones del palacio.
Cuento los segundos y los grillos pasar hasta que por fin el área esta libre de personas, camino rápidamente a la puerta de mi oficina. Me llevo un respingo cuando veo mi saco colgado en la silla, por un buen momento pensé que era alguien.
Siento tanto sueño que los ojos me pesan y me fallan cada tanto, incluso, el camino a mi alcoba se siente eterno, sigo caminando como un zombi con pasos pegados a los pasillos, y una espalda encorvada. Ningún rastro de realeza en mi caminar ni porte.
Abro la puerta y tan pronto como veo mi cama me lanzo y me envuelvo en mis sábanas calientes y tibias, me subo la camiseta pero, cuando esta llega a mi cuello puedo sentir el olor de pan recién horneado y en el fondo una colonia femenina en peculiar, ese olor a pizcas de caramelo y un atardecer. Me la saco abrazándola y colocándola en mi nariz.
—Ya te extraño... —murmuro para mi en el silencio y oscuridad de mi alcoba, el peso de mis ojos es cada vez más evidente, hasta que siento como todo se vuelve negro.
-
Despierto con el habitual sonido de Reon a mi lado con su carraspeó inútil y las servidumbre lista para ponerme presentable.
—Alteza ¿de donde han salido esos andrajos tan corrientes? —dice el casi en una escupida.
—Cálmate, no te diré.
—Si su madre se enterara..
—No se va a enterar ¿oíste? ¿Oyeron? —pregunto, viendo a la servidumbre asentir con pena acompañados de un suspiro a regañadientes de el.
—¿Cómo van los preparativos para el evento? —pregunto mientras me acomodo mi corbata.
—Su madre ha elegido la mayoría de los preparativos que observara, como podrá notar a simple vista y en conclusión, todo esta en orden. —responde el, revisando la agenda en la tableta.
—¿Y los postres?.
—Esa área se encarga con más fuerza la repostera estrella «Laura Estévez» no tiene porque preocuparse.
—Pida que me den la hora exacta del concurso y la hora decisiva de cuando elijan ganadores.
—Esta bien, ahora lo hago. —dice el, tecleando en su tableta mientras me veo al espejo con mi espalda erguida y postura firme de un monarca.
Lo que daría por estar envuelto en mis sábanas pero, debo trabajar ¡super divertido! ¡papeleos infinitos!.
Bajo las escaleras con el a mi lado y me dirijo al gran comedor pero, ¿mi madre no se encontraba desayunando? Al no verla me dirijo sin rodeos a el.
—¿Y mi madre? ¿Dónde se encuentra?. —cuestiono con una voz serena.
—Esta mañana ha sido intervenida sutilmente por un pequeño resfriado, pidió que no dijese nada a usted. —responde el, haciendo que me tiemble el ojo pero, trato de respirar.
—¿Entonces se encuentra en su recámara real? —pregunto con autoridad.
—Sí.
—Gracias. —añado caminando con firmeza hacia la recámara real de mi madre, con este persiguiéndome tal cual pulga.
Cuando me encuentro en la entrada toco la puerta e inmediatamente abrieron la puerta dejándome entrar, logro observar a mi madre acostada en cama y le doy una pequeña reverencia con una leve sonrisa preocupada.
—Madre... ¿Cómo te sientes? —cuestiono preocupado, sentándome en un banco al lado de su cama.
—Solo es un pequeño dolor de garganta, nada grave.
—No digas tonterías madre, tienes que cuidarte. —digo acariciando su mano. —Hare los preparativos que faltan hasta que te mejores ¿sí? —termino besando su mano levemente.
—Hijo.
—No madre, descansa. —insisto sonriendo, me levanto del banco de madera dirigiéndome a la salida junto con Reon.
—¿No será mucho, Alteza? —pregunta el, cuando caminamos hacia mi oficina.
—Sí, lo será pero, vale más la salud de mi madre que un estrés momentáneo.