Asher
El evento es hoy y si me preguntan, no he pegado el ojo por más de una hora en estos días. El trabajo acumulado y el estrés me han dejado el cerebro frito sin más.
Estoy en mi despacho finalizando los últimos papeles para lograr enfocarme en mis arreglos. El teléfono suena así que marco los botones y estiro el teléfono de cable llevándolo a mi oído.
—Alteza, todo va según lo planeado. Las doncellas están listas para llegar al castillo y prepararse. ¿Les notifico a los reinos una vez ellas lleguen aquí?. —Informa Reon con la voz serena.
—Sí, haz eso.
—Esta bien alteza —el hace una pausa suspirando. —Y le recuerdo que ya no queda mucho así que le ruego que empiece a alistarse.
—¡A su orden!. —añado con un tono varonil haciéndolo resoplar a través de la llamada, este cuelga en cuestión de segundos.
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Acabo de dejar todo con sus propios sellos, y los dejo en su lugar correspondiente para ser entregados. Me llevo una mano al cabello y siento que esta más largo de costumbre.
Suspiro y me dirijo al pasillo para poder llegar a mis aposentos y lanzarme una ducha. Los sirvientes listos me asaltan la vista una vez que abro las puertas. Estos se lanzan a mi para ayudarme a quitarme la ropa y me colocan en la bañera con agilidad. Trato de convencerlos de salir al menos de la ducha pero, no acceden. Como si no me pudiera dejar limpio por mi mismo.
Me levantan con ayuda de la bañera porque aun me falla la rodilla cuando me tengo que levantar por completo. Reon a mandado médicos hasta mi despacho pero, no accedo, no es necesario a mi parecer.
Los sirvientes me empiezan a secar por completo y me empiezan a vestir. Un saco completo encima, me colocan el pantalón blanco de igual manera, amarran el cinturón y toda esa base queda en su lugar. Un sirviente me acerca el cinturón con el emblema de Lesia, visualizo como me lo colocan en el espejo frente a mi. Cada segundo con una apariencia más digna de un monarca.
Levanto mi pierna y me ayudan a colocarme las botas pegadas al tobillo de color blanco y suela roja. Llevo mi espalda hacia atrás cuando siento el peso de la capa rojo vino en mi, una tela pesada y firme que llega hasta la punta del suelo. Si soy honesto, odio el peso de la capa pero, amo la sensación de cargar una. La sensación de la tela agitarse al ritmo de los hombros y pies me gusta de alguna manera u otra.
Abro la caja que me acercan dando permiso para colocarme todos los emblemas necesarios en el traje, todos símbolos de honor, justicia y unidad.
Uno de los sirvientes de acerca a mi con perfumes y empiezan a rociar por completo. Volteo a ver a mi ventana y el sol se debería ocultar en una media hora. Pido con todo mi corazón que acaben rápido para poder sentarme de una vez por todas, la rodilla me tiembla así que la encojo para evitar que el peso de en ella. Una sirvienta se acerca y empieza a levantarme la mirada hacia ella para quitarme algunas imperfecciones de mis cejas y para cubrir mis ojeras de muerto. Otra sirviente me agarra el cabello con agilidad y rapidez para dejarlo presentable. Y es real, tengo el cabello más largo pero, nada que no se pueda ocultar.
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Reon entra a mis aposentos tocando la puerta, todos se alejan cuando da el aplauso para que se alejen y verificar que todo este en orden.
—Me siento como un completo Rey con esta vestimenta, es magnífico lo que un cambio de apariencia puede hacerte. —afirmo, viéndome al espejo con una postura firme.
—¿Esta listo?. —pregunta el, cuando acaba de asegurarse que todo esta donde debe estar.
—Vamos. —aseguro con confianza.
Reon camina atrás de mi para dirigirnos al salón de la biblioteca que queda cerca del lugar de presentación.
—¿Qué hacemos aquí, majestad?. —pregunta el, cerrando la puerta de la biblioteca.
—Evitar a mi madre.
—Sabe que eso ya es prácticamente imposible.
Asiento con sus palabras pero, no me importa en lo más mínimo.
—¿Te apetece? —pregunto señalando el jarrón de agua mineral.
—Déjeme ayudarle.
Protesto pero, tengo que aceptar. Me dejo caer con cuidado al sofá para no arrugar el traje, la rodilla me pide sentarme a gritos, llevo horas de pie. Reon me acerca el vaso con agua y lo acepto con una sonrisa.
—Evelyn me dijo que la próxima vez que te vea te regañara. —admite el. Dejo salir una risa que llena el lugar.
—¿Ahora qué hice?
Sigo riéndome, y sin creerlo necesito de aire cuando Reon se lleva su mano a la frente por mi actitud. Me dejo llevar la espalda hacia atrás para recuperar el aliento y acariciarme mi estomago adolorido.
—Me amenazo para divulgarle tu estado de salud. Y fui franco al admitirle tu necedad con los doctores. Ya deduces su opinión al respecto ¿verdad?.
Yo asiento.
—No soy necio, solo me da vergüenza el como me lo hice. No importa el doctor, todos les da risa y morbo el como me lo hice y cuando me lo hice. No falta la pregunta en sus mentes, ni la opinión poco ética aunque sea solo visible en sus mentes. Solo evito la situación incomoda.
Reon se queda callado, es claro que ahora entiende el porque de mis objeciones con los doctores y médicos que han tocado mi despacho sin parar. El voltea a ver la puerta y lleva su mano a su auricular detrás de la oreja.
—Entendido. —añade el, soltando el auricular. —Ya se acerca la hora de su aparición en el evento, ya es momento que nos presentemos en el salón de espera.
Me levanto dejando el vaso en la mesilla y me coloco delante de él, como de costumbre. Camino con rapidez y pasos firmes, los tacones de las botas llenan cualquier esquina.
Los guardias abren las enormes puertas dejándonos entrar a un salón de espera donde ya se encuentra mi madre y Richard en la siguiente puerta para hacer su aparición. Las puertas se cierran dejándome solo con mi madre.