Tú y yo

Capítulo 20

Asher

Me deslizó por todo el lugar tratándome de sentir a gusto con el ambiente. Verifico lo que sucede en la mayoría del lugar: accionistas de renombre, familiares cercanos y lejanos, entre ellos: Richard, ambientándose con el estado actual de la familia.

Me acerco a Reon, el cual se encuentra hablando por su auricular soltando varias risas que se detienen cuando llego y al igual que detiene su charla para enfocar su atención en mi. No me gusta que lo haga, de hecho, quisiera que me contara que es lo que lo hacía reír tanto. ¿Qué es eso que lo pone de tan buen humor?

—¿Alteza, necesita algo?. —Pregunta él, colocándose a mi lado. Yo asiento recargando mi cabeza al borde de la columna.

—No se a quien hablarle, es patético.

Reon se queda en silencio, como si estuviera meditando que decirme o que aconsejarme. Volteo a ver a otra esquina concentrándome en la gente que pasa de lado a lado, bailando y gozando del lugar. Personas con sus mejores galas, y de alguna manera, todos supieron dar protagonismo con esos dos colores.

—Alteza, a su derecha. —susurra Reon con cautela. Volteo a ver hacia esa dirección logrando visualizar a la princesa Rubbie de Turfeo. Me separo de la columna y me acerco a ella para dar una pequeña reverencia pero, ella se adelanta con una reverencia más respetuosa.

—No tiene que, es un gusto tenerla aquí en el castillo. —añado con amabilidad y ella responde con una sonrisa.

—Estoy muy emocionada de estar en este lugar, alteza. —responde con un tono cantadito. Un recuerdo llega a mi mente y recuerdo la carta de la reina de Turfeo.

—Princesa, desearía retomar el tema del que hablamos con su madre, la honorable Reina de Turfeo. Si no es mucha molestia. —ella automáticamente me ve con extrañeza pero, cambia su expresión en un segundo, lo que me hace dudar en mi interior pero, lo disimulo con éxito.

—Claro ¿podría decirme donde quisiera retomarlo?.

Sonrió y asiento pero, aun así hay algo que no me termina de cuadrar del todo.

—Ella me informo que necesita tropas de nuestro reino pero, yo le comenté que lo haría si me explica el porque de ello y en base a eso vería si es eficiente el hacerlo. —hago una pausa breve para respirar—. Espero me entienda. Pero, no recibí ninguna respuesta. —contesto, con una sonrisa amable.

Ella asiente algo nerviosa pero, en unos segundos retoma la conversación llevando sus manos a la falda de su vestido para alisarlo.

—Comprendo sus palabras y Turfeo agradece que se haya tomado el tiempo de responder a nuestro llamado, alteza. Pero ahora nos hace feliz comentarle sobre que ya no es necesario, logramos derribar la situación que nos estaba perjudicando. —hace una pausa para acercarse más a mi. —Sobre la carta de respuesta, debería llegar en unos días. Hubo unos problemas con nuestros comunicadores.

Yo asiento con seguridad, aunque algo confundido, percibo algunas incongruencias pero, prefiero hacer caso omiso.

—¿Gusta? —preguntó, alzando una ceja, mientras tomo unas copas de champagne que traen los meseros.

—Por favor. —añade ella con una sonrisa.

Acerco la copa de vidrio a ella y acerco la mía hacia la suya para que estas se junten y hacer un pequeño brindis.

—Salud. —contesto llevándome la copa a los labios. Ella hace lo mismo y en unos segundos observo como sus hombros descubiertos se relajan.

—¿Es de su agrado la fiesta princesa?

—Mucho, me gusta el código de colores. Hace que se sienta que la fiesta tiene personalidad. —explica acercándose un poco más. Doy un trago gordo de saliva sonriendo pero, en mi interior quiero dar un paso atrás.

—Me complace escuchar eso de una de mis invitadas especiales, espero que siga disfrutando de la velada y de la semana de hospedaje en el castillo. —Dejo la copa vacía con uno de los meseros y doy un paso hacia atrás. —Espero que sigamos charlando los próximos días.

Ella asiente.

Mi espalda descansa brevemente al no sentirme tan privado de mi espacio personal. Camino buscando el puesto de Estela, como si fuese de vida o muerte. Llevo varios días sin verle, y aun tenemos esa fecha pendiente de mis grandiosos sándwiches. Las suela de mis zapatos suenan por cualquier lugar sin importar que, dándome más autoridad de alguna manera, aunque la rodilla me estará reclamando en un par de horas.

Una mano toca mi espalda, haciendo que me detenga de golpe.

—Ya no saludas a esta vieja, bolita traviesa. —me regaña aquella voz ancianita.

—¡Abuela! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo te a tratado Linzave? —añado con una sonrisa cálida, extendiéndole un abrazo familiar a mi querida abuela.

—Puras cosas buenas bolita, el parque de cristales es una maravilla y ni se diga del castillo de Rose. Sin duda fue buena idea la que me diste sobre viajar de reino en reino. —agradece dándome unas palmaditas en el hombro. —¿Y Clara dónde esta? La vengo buscando desde ya hace un rato pero, recuerdo que bajo de las escaleras...

—Abuela, esta en su trono.

—¿Y dónde diantres esta eso? —suelta ella con enojo, respondo riéndome mientras le devuelvo un abrazo casual.

—¿Quieres que te lleve?

—¿No es obvio? —pregunta con sarcasmo, haciéndome reír más. Ella camina conmigo pero, su modo de caminar con el bastón me trata peor la rodilla.

—Vi las noticias del periódico y me entere que te caíste. ¿Aún te duele?

—No, lo prometo. —niego con una sonrisa, disimulando mi rodilla encogida. Ella resuena sus dientes algo molesta.

—Patrañas.

Ella se detiene golpeándome en la rodilla con su bastón. Aunque todos en el alrededor son completamente ajenos a la escena.

—¡Abuela! —me quejo del dolor.

—Te lo mereces por mentirle a tu abuela. —contesta resonándose los dientes. —Mejor acompáñame a buscar a Ruth, ella debe tener mi bolsa de ungüentos. El doctor me receto unos buenísimos para el dolor y cuando me entere que te caíste pedí otro. —prosigue dándome unas palmadas en el hombro.



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Editado: 10.11.2025

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