Estela
Estaciono el camión en un estacionamiento privado donde nos dejaron para poder mover las cosas con sigilo durante el evento, cosa que agradezco. Lo ultimo que quisiera es cruzarme y chocar con alguien.
Las tres nos vemos terriblemente bien, amo estos uniformes que nos dieron. Blancos con cuello, botones rojos y nuestro nombre bordado en el costado de color dorado. Paso mi dedo nuevamente por las costuras y en el bordado de Diamond, todo se siente como un completo sueño. La fantasía de estar aquí es ya una realidad que aun no logro asimilar y algo me dice que ellas también.
Me llevo la cabeza mirando al cielo donde aun hay algo de sol iluminando el reino y el castillo y suelto un suspiro sonriendo: «Mamá, Papá, su sueño se hizo realidad. Ya estoy aquí.» susurro para mi misma y devuelvo mi atención a las chicas que ya se encuentran movilizando algunas cosas.
—¿Dónde lo ponemos? —pregunta Less con algunos paquetes de cupcakes en brazos.
—Aquí, nos asignaron esta esquina. —añado con una sonrisa mientras empiezo a armar la base donde irán las cosas, la mayoría son de un metal fino y algunos otros son regalos del castillo por si se nos olvidaba o necesitábamos mas de estas.
Ambas se encargan de dejar todo en su lugar, en cada mesilla individual para que en el evento los invitados agarren postres sin tener que socializar o en la mesilla más grande donde estaremos atendiendo con la más grande sonrisa.
Mientras me entretengo con el doblecillo de algunos manteles de decoración logro desviar mi mirada al ostentoso y elegante lugar, candelabros enormes de cristales hermosos por cada centro, una alfombra roja aterciopelada en la gran escalera, los jarrones de mármol blanco y las rosas rojas decorándolo, mesas esparcidas por zonas estratégicas, el centro de baile maravilloso y más adelante los tronos imponentes, grandes de rojo terciopelo con bordados reales. Todo esto es demasiado grande tanto que me siento una hormiga ante todo.
No soy una persona que se sienta a idealizar o a imaginar una vida que no es más de la que esta viviendo, mis padres se enojaban conmigo con regularidad al acusarme de ser muy conformista. Y la verdad lo acepte con el tiempo y aun lo hago pero, la verdad de esto es que tengo miedo de idealizar y anhelar tanto algo que termine decepcionándome o peor, esfumándose de mis manos. La única que vez que anhele una cosa fue: un viaje junto a mis papás, íbamos a visitar un campo lleno de tulipanes que me moría por conocer porque allí iba a estar presente la reina de Tarhelos, una mujer tan guapa que me hacía ilusión en aquella época, conocida por su amor por la cocina y por ello iba a hacer un almuerzo especial para todos los que se quisieran presentar. Recuerdo que rogué de rodillas a mis padres para que me llevaran, estos al ver que era mi primera vez pidiendo algo con tanto anhelo entonces dijeron que no había problema: el peor error.
Recuerdo que era un día extremadamente nublado en aquella zona donde se llevaría a cabo, mis padres no se echaron para atrás y siguieron conduciendo. Lo ultimo que escuche antes del choque, fue un grito angustiado de mi madre. «¡Estela!» anuncio mi madre antes de que el carro chocara con un camión.
Ese día perdí a mis padres, también ese día perdí la ilusión, el único día que anhele algo se me fue arrebatado por la realidad de la vida, no me puedo volver a dar el lujo de imaginarme una vida que no es mía o oportunidades que no son más que las del presente.
—¡Estela! —Winnie me toca el hombro preocupada.
—¡Sí!. —respondo aturdida.
—Te llamaba pero, no respondías ¿sucede algo?
—Nada, solo pensaba y ya. No te preocupes por ello ¿sí? —añado con un tono convincente, ella asiente y se va a esconderse a una esquina para vigilar el terreno en cuanto a hombres.
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Las trompetas suenan para enunciar el inicio del evento, el lugar esta repleto de invitados con sus mejores galas y peinados. Rojo y blanco destacando por todas las esquinas. El presentador enuncia el gratificante hecho de estar presente en tal fiesta de renombre. La trompetera vuelve a enunciarse con un sonido de bienvenida.
—¡Con ustedes la princesa Lillie de Gorfalos.! —anuncia el presentador con voz de auditorio, todos aplauden con sonrisas incluyéndome.
Una princesa de color rubio, tez blanca y un rostro tan delicado como el de una muñeca de porcelana. Sin duda tiene todo su título acorde a ella.
—¡Princesa Rubbie de Turfeo!.
Una princesa que baja con un estilo tan natural que me parece tan lleno de elegancia, una chica que desprende belleza donde quiera que la veo. Me siento intimidada por estar en el mismo lugar que tanta gente tan importante. En este momento todo esto se debe de estarse transmitiendo en vivo en el Nacional Lesia, si yo estuviera en mi casa en este momento estaría en la pijama más fea posible y un moño totalmente despeinado. Me siento de muchas maneras ajena a todo este sofisticado alrededor.
—¡Princesa Mary de Linzave!
Linzave: el reino conocido por su gente bella y rincones mágicos. Ella una mujer tan etérea que me deja la boca abierta, baja con una delicadeza y rectitud que me hace ponerme igual de firme.
—¡Princesa Estefanía de Tarhelos!
Al verla bajar volteo en automático a Less, se encuentra como loca saltando discretamente con Winnie, es su princesa favorita. Ella siempre dice que al verla solo ve un sazón tan indescriptible como el de una mujer que impone belleza, tendencia y entre otros. Lleva un vestido algo pegado de arriba con un escote no tan pronunciado que la hace ver madura y moderna.
El presentador hace otro llamado más especial una vez que todas las princesas toman sus lugares destinados en el gran salón. Abre apertura para la familia real de Lesia:
—¡Un placer presentarles al Conde Richard Kavish de Lesia!