Tú y yo en Marte.

Prefacio.

Suspiró frustrada cuando la ruedita de su maleta nuevamente se atascó con el alfombrado del aeropuerto, no entendía porque demonios en un lugar tan concurrido ponían alfombras, pero sobre todo como conseguían que la misma estuviera tan limpia.

Se inclinó hacia la maleta zafando la rueda de la alfombra y de forma disimulada también se deshizo de algunos cabellos y suciedad que se había acumulado en el tiempo que aquella maleta pasó guardada, la misma la acompañó en su llegada a la ciudad y ahora la ve partir de la misma, solo que menos entusiasmada, pero siempre con la misma presión en el pecho y ese revoltijo incómodo de panza.

Volteó de reojo cuando notó las botas de la oficial que la estaba escoltando, le clavó su mirada más asesina y tan solo se puso de pie, pero entonces el mundo se le vino encima en un mareo que la tambaleó hacia atrás, sintiendo de golpe la profunda salivación en su boca, arrugó todo el ceño y se separó con brusquedad de la oficial que la había tomado en brazos.

—No puedes fingir ahora que estás enferma—le reclamó la mujer con una voz seria y algo áspera.

—No estoy fingiendo nada, solo me dio un mareo.

—Es el tercero en lo que llevábamos aquí—la joven ante ella solo suspiró se soltó el cabello y rehízo la moña de una forma más prolija, pero no más elegante. —¿desayunaste?

—Sí, si lo hice, en el hotel cinco estrellas donde me hospedé, en un desayuno abundante continental y al lado del presidente—respondió sarcástica—no, claramente no he desayunado, me tenías prisionera y además de eso tus compañeros no fueron exactamente amables conmigo.

La oficial solo volteó los ojos, claro que todos en la estación conocieron de la histérica castaña que los maldijo a todos en ruso, aunque según algunos lo hizo en alemán y otros estaban seguros que habló un claro arameo, sea como sea, quedaron con el corazón agitado creyendo que aquella pequeña mujer era una bruja de tierras lejanas que los había maldecido.

Miró su reloj y tan solo negó, acercándose un paso a ella.

—Ven, aún hay tiempo para abordar, te invitaré a un café.

Esos enormes ojos grises azules la vieron de frente, con la boca entreabierta los dientes superiores sobresalían un poco dándole un adorable aspecto de castor que la hacía menos inofensiva.

—¿Tú pagas? Porque yo no cargo mis millones.

—Sí, sí, yo pago—volteó los ojos—vamos bruja loca que maldijo a todos.

La sonrisita de burla en la joven la hizo negar, claramente ella sabía que aquellas maldiciones, en el idioma que fueran, no eran reales, pero ha disfrutado de ver a todos esos rudos y enormes oficiales aterrados en una esquina, a punto de sacar un crucifijo para detener su ira, la ira de la diosa de la guerra.

En el momento que llegaron al área de comidas del restaurante la joven castaña se tocó el estómago, sintió el golpe desagradable en su ser y tan solo salió corriendo hacia los baños, dejando a la oficial y su vieja maleta en el centro de aquel lugar.

Inclinada ante el váter vómito saliva, sintiendo el amargor de su boca, el revoltijo de su panza y tan solo se agarró de donde pudo ante cada arcada seca que parecía quererle desprender desde el centro los órganos para sacarlos por su boca.

Agitada y con los ojos llenos de lágrimas se sentó en el frio piso de aquel lugar, tan solo limpiándose la boca con el dorso de la mano.

—Nyx, Nyx, ¿pero qué demonios? —el oficial ingresó alterada cargando la maleta pesada en su mano.

—No me siento bien—respondió ella intentando ponerse de pie—por favor, necesito a mi mami, ¿puedo llamarla?

Con las piernas temblorosas y percibiendo un sudor helado rozándole la espalda logró salir del cubículo, miró a la oficial quien claramente encontró el semblante de una joven asustada y temblorosa, así que solo negó suspirando, dando un paso hacia ella, la tomó de los hombros.

—Tengo unas sospechas—le señaló en un tono más amable—y creo que debemos ir a la farmacia ahora.

—¿Me comprarás medicina?

La oficial negó, tan solo suspirando.

—Una prueba de embarazo, creo que es eso lo que realmente necesitamos.

 




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