Tú y yo en Marte.

Capítulo 4. Ofrenda.

Cerró la laptop cuando miró la hora, pasaba la una de la tarde y había quedado con su hermana para almorzar, la puntualidad siempre ha sido importante para ambos, por lo que se puso de pie buscando su billetera y las llaves de su automóvil cuando estaba tomando su celular la llamada ingresó haciéndolo suspirar.

Miró el número de contacto, siempre, desde hace tres días ha llamado a la misma hora esperando que responda, pero él está seguro que tras esa llamada habrá una súplica a una conversación que ya no quería tener con ella, además de que temía que Paula pudiera utilizar a la bebé recién nacida como un chantaje a sus aún débiles sentimientos.

Suspiró de manera pesada viendo como esta se perdió tan solo frunciendo el ceño ante el correo de voz que se anunció luego, algo que no había pasado hasta ese momento, así que ahí mismo, recostado al borde del escritorio lo escuchó en altavoz.

Miró el tiempo correr en completo silencio, apretando mandíbula cuando de pronto el mismo fue interrumpido por un llanto agudo que le removió todo en el pecho.

Lamento el daño que te provoque—anunciaba la voz suave de Paula—solo quería saludarte, saber si existía la oportunidad de que habláramos bien, aunque sea en un futuro—ella solo suspiró—y me gustaría que la conocieras, es muy hermosa, le pondré Julianne, como mi abuela—Gonzalo pasó saliva—igual sé que ese nombre te gustaba…—nuevamente solo escuchó el llanto de la menor—hasta luego.

Miró el equipo en su mano y solo negó, eliminando ahí mismo el correo de voz, no quería seguir torturándose con esas ideas, con lo que nunca se dio y sobre todo con lo que si sucedió, por lo que no dudo en ir nuevamente a esos dos correos y reubicarse en su realidad.

Paula lo había engañado, no solo le fue infiel con un hombre en el que él confiaba, a quien incluso tildó de amigo en muchas ocasiones seguro de que su amistad con su novia era más de familiaridad y trabajo que romántica, también le engañó de manera cruel e insensible con la paternidad de la pequeña Julianne, a quien amo desde ese primer y elaborado anuncio, por quien se inspiraba cada día, quien lo llenó de ilusiones de convertirse en padre.

Bloqueó el equipo cuando leyó el segundo correo, uno que su doctor recomendó después de un estudio general, el seminograma que estudio su esperma y arrojó esos crueles resultados que redujeron a tan solo un treinta y dos por ciento la oportunidad de Gonzalo de Santi de convertirse en padre.

Desde ese evento hasta ahora no ha querido visitar a su doctor aún cuando este ha insistido para hablar con él, realmente no quería lidiar con la lastima en la mirada de un hombre que lo conoce hace mucho, ni menos con la explicación que ya no necesitaba, porque ahora está consciente que convertirse en padre es una oportunidad que ha tomado sesenta y ocho pasos de distancia de su existencia.

Perdido en sus pensamientos salió de la oficina, desde que llegó pocos empleados se han cruzado con él y ciertamente tenía mucho trabajo rezagado, correos que responder, consultas que no atendió en el momento, una página web que revisar, posibles aliados que han buscado su negocio en crecimiento, el sentirse útil le hizo percibir la media mañana con mucha rapidez.

Cuando llegó al ascensor solo tomó una bocanada del perfume dulce que encontró en la cabina, sintió como la piel de la nuca se le erizó cuando comprendió que podía identificar aquel olor, esa combinación de vainilla y lavanda que aportaba de alguna manera dulzura y calma, por lo que de manera casi automática apretó el botón del octavo piso.

La estructura del octavo piso era muy diferente, el amplio espacio había sido ordenado para que en cubículos individuales el área de venta hiciera su trabajo, ahí mismo poseían una sala de juntas y dos oficinas, una del jefe de venta y otra de la asistente administrativa.

Los empleados aún dentro del piso se fueron haciendo señas mientras Gonzalo de Santi avanzaba en el lugar, algunos fueron más valientes saludándolo y recibiendo una cortesía neutral de parte del apuesto hombre, cuando Axel, el jefe del área de ventas lo miró no dudo en salir a su encuentro.

—Buenas tardes señor de Santi, que gusto tenerlo por acá—le ofreció su mano que Gonzalo apretó con seguridad.

Axel llevaba un poco más de un año trabajando con ellos y ha hecho un grandioso trabajo con su equipo de ventas y atención al cliente, minimizando el impacto al cliente potencial de una mala experiencia por algún pegón en la página web o un envió que no llegó a tiempo.

—Gracias Axel, ¿cómo has estado? ¿qué tal el equipo?

—Todo muy bien señor, ya estamos estudiando las propuestas de la nueva colección y entusiasmados de tenerlo nuevamente por acá de la mano de la señorita Selma.

Gonzalo solamente asintió buscando en el pasillo esa puerta, por lo que Axel también hizo el mismo recorrido visual, tan solo sonriendo con debilidad.

—¿Busca a Nyx?

—Sí, quiero dejarle unas orientaciones.

—Es la puerta del fondo, tiene unos…

—Ojos—completó el—si lo ha recalcado un par de veces cuando me reuní con ella, gracias, y creo que nos reuniremos el viernes para empezar a hablar sobre la próxima colección.

—Perfecto señor, perfecto.

Su estilizado porte fue admirado por hombres y mujeres, Gonzalo lucia arrebatador en gris, aunque los negros y azules no le eran indiferente a su piel, pocas veces se le miraba luciendo un color llamativo o colorido incluso, pero nadie parecía dudar que los tonos oscuros iban demasiado bien con su porte, altura, ojos y el color de su piel.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.