CAPÍTULO 15

Meses después...

—No entiendo... ¿A qué se refiere con que está enferma? —Pregunté algo alterado.

—Joven, tu tía lleva tiempo enferma. Al ignorarse los síntomas, la enfermedad se hizo más fuerte y... —El doctor comenzó a explicarme a detalle.

Dejé de escuchar porque estaba sumergido en mis pensamientos.

Después de tanto esfuerzo de librarnos de nuestra familia y de por fin vivir en paz, ¿Por qué nos pasa esto?, ¿Cuándo se enfermó que no me di cuenta de nada?

Si tan solo hubiera estado más atento, esto no hubiera pasado...

—Felix... —Me toma de la mano —Sé lo que estás pensando y créeme, no es tu culpa.

—Sí lo es, tuve que estar más pendiente de ti y de tu salud —Mi voz se vuelve temblorosa con cada palabra —Ahora mira, estás acostada en una cama y sin fuerzas...

—Cariño... —Pasa su dedo pulgar por mis mejillas —Por esto es que no quería que te enteraras.

—No entiendo a qué te refieres tía...

—La verdad es que yo ya tenía esta enfermedad antes de que tú nacieras. No tiene cura pero sí tratamiento, y claro que me cuidé para que así mi vida se alargara más —Suspira —Luego naciste y ya tú sabes por todos los horrores que tuvimos que pasar, aún así, yo me cuidé para pasar más tiempo contigo pero...

—¿Pero?, tía... ¿Pero qué?

—Si le digo que ya no me alcanzaba para comprar medicinas, nunca se lo va a perdonar. Dijo para si misma —El tratamiento ya no hacía efecto en mí.

—Pero debe haber algo, algún tratamiento que te sirva... Solo debemos buscarlo —Terminé de secarme las lágrimas que volvían a salir.

—No, no hay... Felix, en cualquier momento esto iba a pasar. La vida es así, vivimos y luego morimos —Me mira directamente a los ojos con una sonrisa —Lo importante es saber vivir correctamente y disfrutar de ella. Y yo he disfrutado cada momento desde que tú estás conmigo, así que no tengo arrepentimientos.

Basta...

—Así que no puedo quejarme de la vida que tuve, Felix.

No sigas, porque si lo haces...

—Tú fuiste lo mejor que me pasó —Se le cristalizan los ojos —Porque eres como un hijo para mí.

Terminaré desmoronándome...

Me agaché y mis lágrimas empezaron a salir sin control. Tenía un nudo en la garganta que hacía que me doliera mucho hasta el punto que se me dificultaba respirar y tragar.

Así estuve por un rato. Lloraba como si se me desgarrara la garganta, pero mi tía no dijo ni una sola palabra porque ella también lloraba en silencio.

—Felix...

—¿Sí? —Me levanté del piso y terminé de secar cualquier rastro de lágrimas que quedaran en mi rostro.

—Acuéstate aquí a mi lado —Le da palmaditas a la cama.

Me acerqué y me acosté a su lado, ella me empezó a acariciar la cabeza con tanta delicadeza como si fuera un cristal. No decíamos nada, pero el silencio era reconfortante para ambos.

Después de que me enteré sobre la enfermedad de mi tía, pasaba los días con ella. A veces me mandaba a dormir para la casa pero a primera hora ya me encontraba en el hospital nuevamente.

Comencé a hablar más con ella, a cocinar y llevarle la comida, a peinarla, ver películas y todo lo que se me ocurriera para crear recuerdos con ella.

—Tía, hoy te hice galletas de vainilla tal como te gustan —Dije entrando a la habitación mientras agitaba la bolsa.

Ella no me respondió, pero trató de sonreír a duras penas.

—Tía... —Me acerqué rápidamente —¿Llamo a un médico?

—No... —Me mira a los ojos y luego suelta un pequeño pero tembloroso suspiro.

Era difícil de explicar, pero en ese momento me di cuenta de que...

—¿Quieres galletas? —Pregunté con un poco de dificultad.

—Sí, esas son mis favoritas... —Sonríe.

Asentí y le entregué la galleta en su mano. Ella comía de la galleta en silencio, y yo estaba tratando de tragar con el nudo que se había formado en mi garganta.

—Te amo, tía —Me incliné y empecé a llorar a un costado de ella.

—Yo también... te amo, cariño... —Me acarició la espalda con delicadeza.

...Era el último momento que tendría con mi tía.