Revisé el reloj por enésima vez. Faltaban veinte minutos para mi reunión con la editorial y Lizzy aún no regresaba de la escuela. Normalmente, estaría esperándola con una sonrisa y los brazos abiertos, pero hoy mi agenda estaba más apretada de lo normal.
Mi corazón latía con fuerza. Esta reunión no era solo una más, era la que definiría si mi cuarto libro finalmente saldría a la venta o no. Durante nueve años me he esforzado por salir adelante, he tenido muchos momentos felices y algunos no tantos. He tomado decisiones que me han llevado a este momento donde espero la confirmación de que tanto esfuerzo no ha sido en vano.
Pero mi mente no solo estaba ocupada con la editorial. Lizzy aún no llegaba y la preocupación comenzaba a instalarse en mi pecho. Sabía que mi madre podía recogerla si era necesario, pero no poder estar ahí me generaba una inquietud que no podía ignorar.
Justo cuando me disponía a llamar a mi madre para pedirle ayuda, mi teléfono vibró con un mensaje.
—Mami está aquí conmigo. Me llevó por un helado. Sé que estás ocupada, así que no te preocupes. Todo bien. Te amo, mamá. —Lizzy.
Sonreí y suspiré con alivio. Mi madre siempre sabía cuándo intervenir sin que tuviera que pedírselo. No era la primera vez que mi familia me tendía la mano en momentos como este, y cada vez que ocurría, me recordaban que nunca estaba sola.
Tomé aire profundo y me obligué a concentrarme. Quería creer que lo lograría, que esta vez todo valdría la pena, pero la incertidumbre seguía pesando sobre mis hombros. Miré nuevamente el reloj, sintiendo cómo cada segundo parecía alargarse más de lo normal.
Horas más tarde, cuando terminé la reunión, fui a casa de mi madre. Al entrar, encontré a Lizzy acurrucada con ella en el sofá mientras veían una película animada. Me quedé en la puerta, disfrutando de la escena antes de anunciar mi presencia.
— ¿Cómo estuvo la reunión? —preguntó mi madre sin apartar la vista de la pantalla, acariciando el cabello de Lizzy con suavidad.
— ¡Me confirmaron que mi libro saldrá a la venta! —exclamé con emoción, sintiendo una oleada de alivio y alegría recorrer mi cuerpo.
Lizzy me miró con los ojos bien abiertos antes de saltar del sofá y correr hacia mí.
— ¡Mamá! ¡Sabía que lo lograrías! ¡Eres la mejor escritora del mundo! —dijo, abrazándome con fuerza.
Mi madre sonrió con orgullo y me tomó de la mano.
—Sabía que este día llegaría, Elena. Te lo mereces, has trabajado tanto por esto.
Reí con felicidad mientras Lizzy saltaba emocionada a mí alrededor.
— ¡Te guardé un poco de helado para celebrar! —dijo Lizzy con entusiasmo.
La abracé con fuerza y miré a mi madre con gratitud. En ese momento supe que, sin importar los desafíos, siempre tendría una red que me sostendría y que este era solo el comienzo de algo aún más grande.
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Editado: 26.02.2025