Narrado por Mark
A veces, la mente es un cuarto mal iluminado. Crees conocerlo, sabes dónde están las paredes, los muebles, los objetos… hasta que algo cambia de lugar y tropiezas.
No sé cuándo empezó la sensación de que algo dentro de mí no encajaba. No es ausencia, tampoco olvido. Es una especie de ruido, un eco que se repite detrás de los pensamientos más simples.
He aprendido a vivir con él, con ese zumbido de fondo que aparece cuando escucho una risa o un nombre que me resulta demasiado familiar para ser casualidad.
A veces sucede cuando ella habla.
Cuando dice algo sin importancia —una broma, una frase cualquiera— y, por un segundo, mi mente se queda en silencio, como si reconociera una melodía que ya había escuchado antes.
No sé por qué ocurre, ni qué significa.
Solo sé que su voz tiene el mismo efecto que un recuerdo olvidado: duele y calma al mismo tiempo.
Me descubro observándola más de lo que debería. No con deseo, sino con una mezcla extraña de ternura y nostalgia, como si al mirarla buscara algo que no sé nombrar. Algo que tal vez me pertenece y, sin embargo, no es mío.
No tengo miedo. Solo curiosidad.
Y una certeza que no sé de dónde nace:
Hay algo —o alguien— que me está esperando dentro de mis propios recuerdos.
Y cada vez que Elena sonríe… siento que estoy a punto de encontrarlo.