Juliet:
Estaba en mi oficina redactando un artículo cuando sentí que tocaron la puerta. Se trataba de Grace, mi supervisora.
—Buenos días—dije sonriente, hoy era un buen día para mí.
—No tan buenos, el jefe está muy enojado por lo que publicó Secret' girls. ¿Leíste el artículo?—me interrogó.
—Sí—respondí sonriendo—yo y ya casi un millón de personas.
—¡Joder! —exclamó—que alcance tiene esta chica. ¿Crees que sea verdad lo que dice? —me encojí de hombros y tomé la tasa de café que tenía en mi escritorio.
—Por supuesto. No ves lo patético y prepotente que es ese hombre.
—A lo que venía. —se acercó a mi escritorio—Como eres la redactora principal de la revista el jefe quiere que escribas un artículo desmintiendo a Secret' girls, aquí mandó su hoja de vida y todas las asociaciones benéficas a las que ayuda—dijo tirando un montòn de hojas sobre mi escritorio.
—Patético, ayuda solo para llamar la atención—murmuré.
—Dice que debes poner que Secret' girls solo quiere colgarse de su fama y es por ello que está intentando ensuciar su imagen únicamente para llamar la atención pero que todo es mentira. Debes tenerlo listo antes de la hora de salida.
—No lo haré—exclamé. Ella me miró incrédula como si hubiera mentado al mismísimo demonio.
—Juliet—exclamó—esto no es un juego y ese hombre está muy, pero muy enojado, solo redacta ese artículo y punto.
—No haré eso, no escribo información falsa o que no halla comprobado. Y le creo más a esa página anónima que a él—exclamé y ella golpeó su frente.
—Enloqueciste totalmente ¿quieres quedarte sin trabajo? —yo suspiré.
—No puede obligarme a escribir un artículo que no halla verificacado antes. Eso decía el contrato que firmé cuando comencé a trabajar en esta revista que debía investigar y verificar cualquier información antes de publicarla.
—¿Crees que a él le importe tu contrato? . Solo redacta el artículo y ya—me quedé sentada inmóvil. No iba a redactar nada y menos para defender a Estefan. La verdad lo que tenía ganas era de enfrentarlo y decirle sus verdades, pero era tan cínico que eso no le importaría absolutamente nada y solo arruinaría mis planes. —y si no lo haces da tú la cara cuando venga furioso a reclamar. —agregó saliendo de allí. Y me quedé tranquilamente trabajando en lo que estaba haciendo.
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Eduarda estaba en la sala tomando un té con sus padres.
—Iré a leer un rato a la biblioteca—dijo abrazando a su padre y salió de allí, cruzó el jardín y fue hasta la enorme biblioteca que su padre había construido alejada de la casa, enorme, hermosa, lujosa y un lugar sumamente privado. Eduarda abrió la puerta y caminó entre los estantes, revisando los libros y tomó uno entre sus manos:
—Llevo rato esperándote—escuchó una voz tras ella y se volteó pegando el libro a su cuerpo y sonriendo.
—Blass—dijo acercándose al apuesto caballero que inmediatamente la tomó por la cintura y la pegó a su cuerpo fundiéndose ambos en un apasionado e intenso beso.
—Te ves más hermosa que la última vez—murmuró él en su oído, besando su cuello y bajando el siper de su vestido, dejándolo caer mientras recorría con sus ojos el cuerpo perfecto y bien cuidado de la chica. Ella se acercó a él besándolo desesperadamente, mientras él recostó el cuerpo de la chica contra uno de los estantes, la levantó en peso y ambos dejándose llevar por el intenso momento de placer hicieron el amor allí.
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—Amo que me leas—pronunció él y ella levantó la vista del libro pensativa. —me haces sentirme libre de todas las cosas que me atan.
—Escuché que tu padre está muriendo—pronunció Eduarda.
—Ya es tiempo que ese viejo desgraciado deje de jodernos la vida a mí y a mi hermano Bruno—respondió frívolamente.
—Es tu padre—
—Lástima que uno no puede escoger quién es su padre.
—¿Quién quedará a cargo de su empresa? ¿De sus negocios? ¿Tú o Bruno? Escuché decir a un amigo de papá que tu padre está vinculado a... La mafia, no quiero que te involucres—él sonrió.
—Sé cuidarme bien Eduarda. Ya debo irme—fue su respuesta.
—Tengo algo que decirte Blass—dijo la chica ya vestida con su delicado vestido rosa sentada sobre las piernas del sujeto que estaba recostado a uno de los estantes. Él besó su rostro indicándole que continuara. —Estoy embarazada—él se quedó helado y pensativo.
—¿Embarazada? ¿Qué le diremos a ese chiquillo cuando encuentre a su madre leyéndole en la noche a un desconocido? ¿Qué soy su tío? —intentó bromear aunque todo era más serio de lo que parecía.
—O que eres su padre—exclamó ella y él se levantó con rapidez, poniéndose su camisa.
—Tienes un matrimonio perfecto con Damián, una vida perfecta. Caperucita nunca se enamoró del lobo feroz...
—Llévame contigo—pronunció ella nerviosa—no aguanto más estar lejos de ti, estos encuentros fugaces y fingir que todo está bien cuando nada lo está. Nunca me eliges...ni me sueltas.
—Estás muy equivocada, te elijo , te protejo.
—¿De quién? —cuestionó ella.
—De mí—la miró y se dio vuelta para marcharse.
—Siempre escapas como un cobarde—exclamó ella. Los ojos del chico palidecieron y por un instante sus ojos se pusieron chicos y su mente se inundó de recuerdos:
Flashback:
—¡Dispara ya! —en sus recuerdos su hermano sostenía un arma.
—Papá ¿qué haces? —preguntó Bruno asustado mientras uno de los hombres de su padre sujetaba a alguien en el piso que era a quién debía matar.
—¡Cobarde! ¿No vas a disparar? —cuestionó y salió volviendo con su madre agarrada del cabello. —Elije o matas a este maldito traidor, o tu madre muere. ¿Tu madre o su amante?—gritó. Bruno dejó caer el arma y su padre pegó la pistola en la cabeza de la madre, la cual cerró los ojos temblando de miedo y lágrimas intensas corrían por sus ojos. Blass caminó hacia donde estaba el arma, la tomó mientras su hermano lo observaba asustado y disparó tres veces, dejó caer el arma y su padre bajó la pistola.