Llegamos a la escuela y hablamos con los profesores, ellos ni siquiera tenían idea de en que dirección había ido Emilio. Aunque intentaton encontrarlo no lo lograron.
—Lo hablaremos—dijo Estefan poniendo su mano en mi hombro al ver que yo estaba llorando y lo miré con indignación.
—A lo mejor fue a casa.—supuso.
—Ho no, tenía entrenamiento hoy de béisbol, creo que pudo intentar ir allá, el entrenamiento era a las cinco y media—expliqué—vamos caminando quizás lo hallemos en el camino. Estefan y yo recorrimos toda la calle mirándolo por todos lados,llamándolo y preguntándole por él a todos los que veíamos hasta llegar al estadio donde entrenaba y para nuestra sorpresa estaba allí jugando. Iba a correr hacia él y Estefan sostuvo mi brazo.
—Está en medio de un juego no debes interrumpirlo. Mira están en medio de un partido de beisbol—dijo mientras le hizo una seña con la mano al niño de que estábamos allí.
—Escapó de la escuela...
—Solo vino al entrenamiento que tú olvidaste y parece que es importante para él—se atrevió a decir.
—Me obligaste a redactar un artículo o despedirías a todos. Estaba nerviosa. Todo fue tu culpa—reclamé.
—¿Mi culpa? Yo no fui quien desobedeció a su jefe en su segundo día de trabajo... Ni quien olvidó el partido de su hijo—agregó haciéndome sentir mal, muy mal, un fracaso de madre.
—Eres un... —hizo una seña con sus labios de que el pequeño se acercaba y me callé. —Usted jovencito me debe una explicación—exclamé dirigiéndome a mi hijo—¿Por qué escapaste de la escuela Emilio? Quieres que muera de un infarto, eso no se hace—reclamé y el niño se cruzò de brazos.
—¡Por qué no llegaste a recogerme mamá! Sabías que debía entrenar y que tenía un partido. Todos mis compañeros entrenan en casa con su padre y yo ni siquiera tengo un papá—dijo enojado pues su equipo había perdido y enarqué ambas cejas.
—Emilio—dije y él se cruzó de brazos sentándose en las gradas.
—Si me permites—intentó hablar Estefan y lo interrumpí. Después de todo, absolutamente todos mis problemas en parte eran culpa de ese desgraciado.
—Deberías de irte. Ya has hecho bastante. Es un asunto familiar—él suspiró y me ignoró caminando hacia donde estaba el niño.
—Hey campeón que pierdas un partido no quiere decir que seas un mal jugador—el pequeño seguía enojado—si quieres podemos ir a tu casa y entrenar un rato—descruzó sus brazos.
—¿Sabes jugar? —cuestionó el niño.
—Por supuesto que sí, hasta tengo una medalla en mi casa—exclamó, no le creía nada—además mañana hay un partido nacional lo podemos ver juntos, en vivo.
—¿En serio? —preguntó el niño asombrado.
—Ju juk—tosí.—el partido será en otra ciudad y no dejo a mi hijo andar con extraños.
—Lo olvidaba Juliet, mañana debemos ir a ver el partido, quiero un artículo sobre el juego publicado en nuestra página oficial apenas termine el partido —dijo Estefan.
—No soy comentatista deportiva ¿lo sabe? —cuestioné.
—Soy tu jefe ¿Lo sabes? —preguntó y lo miré enojada. Y sí fue a la casa y él y mi hijo empezaron a entrenar en el jardín. Los observé por la ventana, eran absolutamente iguales y esa cercanía de Estefan con mi hijo no me hacía la menor gracia.
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Al día siguiente Estefan nos llevó en su auto al partido de béisbol, por desgracia era en nuestra ciudad natal, la cual le llenaba de malos recuerdos. Mientras veíamos el partido Estefan le escribió a su madre:
—Mami estoy en la ciudad, prepara una cena llevaré esta tarde invitados a casa y pasaremos la noche allí—
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Eduarda entró al confesionario de la iglesia.
—Padre he venido a confesar mis pecados—hizo una pausa y continuó. —Estoy casada con un hombre pero amo a otro. Uno es el bien y el otro el mal. Uno me trata como siempre soñé y el otro es mi primer amor, mi primera vez en todo, el dueño de mis más oscuras intenciones.
—¿Y desde cuando amar con intensidad es un pecado? —Eduarda levantó la mirada pues sabía que quien estaba del otro lado no era ningún padre sino Blass.
—Blass ¿qué hiciste con el padre?. Damián ha venido a acompañarme.
—El padre está bien... Para qué me citaste
—¿Por qué mataste a tu padre? No quiero que te involucres en la mafia
—No tienes que preocuparte por mí. Eduarda mantente alejada, vienen grandes cambios en mi vida y no quiero que te veas involucrada—mencionó.
—Solo juegas conmigo.
—No... Te quiero y lo sabes. Desde la primera vez cuando nos hicimos novios a escondidas de tu hermano tóxico y por el culpa del cual nos separamos.
—Fue tu hermano quien gravó ese video.
—No vine aquí a hablar de Estefan ni de mi hermano. Ya no nos veremos más Eduarda, no me busques. No quiero nada que te involucre conmigo—afirmó .—Te amo y es por eso que te tengo que dejar fuera de todo esto.
—No quiero estar sin ti—pronunció derramando unas lágrimas.
—No me vuelvas a buscar, nunca podría decirte que no, no podría resistirme a tenerte cerca, a hacerte mía. —
—Nunca debí aceptar esto Blass, eres un cobarde—dijo la chica saliendo de allí y en la entrada de la iglesia se encuentró con Bruno.
—Eduarda—pronunció este acercándose. Ella miró hacia afuera desde donde su esposo la observaba. Solo le dirigió una mirada.
—Necesito que me escuches—tomó su brazo—todos me culpan de gravar ese video pero no fui yo, la camioneta era de Damián quién sabe y él fue quien los siguió por la ubicación...
—¿Qué haces molestando a mi esposa? —la voz de Damián los interrumpió.
—Ya vamos, no busquen problemas aquí, es la casa de Dios—pronunció la chica tomando el brazo de su esposo y llevándoselos de allí.
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—Ese no es el camino a casa—le dije a Estefan cuando terminó el partido.
—Es muy tarde y cerraron la carretera principal, está en reparación, dormiremos en casa de mis padres—afirmó.