Tú y Yo y el asesino de las tacitas de té

Capítulo 5

Vale, ya sabían que el presunto asesino conocía que iban detrás de él, o ella. Aún no habían podido crearle un perfil. Lo que si empezaba a aquedar claro, era que tanto Estrada como Chapman habían sido asesinados.

Y en cuanto a la explosión, ellos no habían dado aviso, y no había noticias por ningún lado.

 

Esa mañana Lucas estaba en casa de Simon, se había llevado su ordenador conectado a la red de la agencia.

—Cuando hablaba de horas extras me refería a esto —le habló Lucas.

—Lucas…, que no te va a llevar todo el día. Va, busca Harry Chapman.

Lo hizo, pero no salió nada. No había ninguna información sobre ningún magnate que se hubiese suicidado.

—Qué raro… Si me dejas la ficha puedo escanear su foto.

—No la tengo… —carraspeó Simon.

—¿Cómo que no la tienes?

—Ha sido todo muy rápido, Lucas. Por un momento pensé que me quedaba sin trabajo, pero entonces me salvo el culo trabajando con un antiguo compañero que… digamos me trae recuerdos… Miguel ya lo tenía casi todo planeado, y yo estaba en plan: acabemos cuanto antes…

—¿Qué recuerdos?

—¿Sólo te has quedado con eso?

—Quiero entender que hay algo muy importante pasando por tu mente para que hayas cometido un error tan grande. Simon, ¡que no sabes que cara tiene el hombre cuyo caso estás investigando!

—Bueno… conozco la cara que tiene Juan Estrada… Búscalo a él…

—Ya… lo busco a él…

Simon no podía reprocharle la expresión con que la miraba, se estaba comportando como una principiante.

La búsqueda de Juan Estrada si dio resultados, a pesar de que no había nada que no supiese ya. Afortunadamente, Lucas era uno de los mejores en su campo.

—He encontrado un archivo extra confidencial.

—¿Extra? Te refieres del tipo que sólo puede abrirnos González.

—Sí.

—Mierda… quizás podamos pedir permiso a otro supervisor…

—Puede que yo tenga los códigos de González.

—¿Cómo? —se sorprendió Simon—. ¿Has hackeado a González?

—¡Claro que no! ¿Crees que quiero acabar en la cárcel?

—¿Entonces…?

—Lo sé desde hace algún tiempo, en un caso en el que tuvo que acceder a archivos confidenciales. Aunque él estaba colocado donde supuestamente no lo veíamos teclear el código, yo… tenía un ángulo suficiente para saber que números estaba tecleando. Lo memoricé, porque nunca se sabe…

—Lucas… por cosas como estas eres el único compañero que soporto.

—¿Gracias…?

—Va, prueba.

—Espero que no lo haya cambiado —dijo tecleando el código.

Él código era correcto, pero el permiso fue denegado. Ni siquiera un supervisor como González podía acceder a aquella carpeta.

—No fastidies… —se quejó Lucas.

—Esto es muy raro… Le dijeron a Miguel que podía investigar por su cuenta, pero a la vez existen archivos extra confidenciales…

—Ya… pues esto también es extraño que fuera Miguel quien contactó directamente con nuestra agencia —añadió Lucas.

Simon se lo quedó mirando sin decir palabra. Preguntándose si no habría oído mal.  

—¿Perdona?

—¿Es qué no te lo había dicho González? —ahora era Lucas el que estaba sorprendido.

—No, así que, por favor, explícamelo tú.

—A ver, fui al despacho de González y estaba refunfuñando, me dijo que al fin había podido dejar de lado tu desastre. Pero que aún estaba cabreado y que por eso había aceptado el pedido de la agencia X a pesar de que le había escrito directamente un agente, y no ningún supervisor de esa agencia. Y sí… a mí también se me quedó la misma cara que pones ahora. Es pelín extraño.

—¿Y te dijo González… si Miguel pidió trabajar directamente conmigo?

—No… pero no lo creo, creo que si un edificio no hubiese hecho ¡Boom! González no le habría ofrecido ayuda.

—Miguel me dijo que su agencia le permitió investigar por su cuenta…

—Sí, pero… ya conoces el pero… siempre tiene que haber supervisión de la agencia. No somos detectives, trabajamos para el estado.

—Lucas, necesito ver lo que hay en esa carpeta.

Simon siempre había sentido que había algo raro. Pero había estado confundida por lo que una vez le hizo sentir Miguel… y por lo que todavía le movía… esa punzada sobre el ombligo.

—No puedo abrir la carpeta, Simon. Y no es sólo por no tener código de acceso, podríamos meternos en un lío si accedemos a archivos tan secretos sin pedir permiso. Pero…

—¿Pero…?

—Puedo hacer mi magia. —Lucas comenzó a teclear—. Haré una búsqueda con todos los datos que tengamos con Juan Estrada, desde Harry Chapman, las tazas de té…

Simón le dijo todo lo que se le ocurrió, tardó un rato, pero se toparon con algo. Usando el nombre de algunos de los negocios de Estrada, había una coincidencia con un Harry… Harry Foster.

—Me suena ese nombre —dijo Simon.

Lucas clickeó sobre el nombre. Por fin pudo ver una foto, pero no era por eso por lo que a Simon le sonaba.

Harry Foster era uno de los fundadores de la agencia X, y había algo que sí estaba escrito en esa ficha, su muerte a causa de suicidio.

Harry Chapman no existía, era Harry Foster.

 

 

A Simon no le gustaba que le tomasen el pelo. Llamó a Miguel, quería verlo, pero él le dijo que en ese momento estaba en casa de la viuda de Estrada hablando con ésta. Simon sintió que un calambre le recorría todo el cuerpo, o más bien era como si le cayese un rayo encima.

«Estupendo, me miente y ahora está tonteando con la viuda» pensó furiosa.

Él le dijo que le avisaba en cuanto saliese de allí. Lo hizo, quedaron en la calle cerca de la agencia.

Simón trato de respirar hondo, de calmarse, pero sabía que no conseguiría calmar los nervios cuando lo tuviese en frente.

Y así fue.

—Como siempre ¿eh? Tonteando con las testigos —le soltó al verlo. No le había dejado ni decir ‘hola’.



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En el texto hay: humor, romance, detectives

Editado: 10.01.2023

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