Tú y Yo y el asesino de las tacitas de té

Capítulo 6

—Me enviaron a la escena junto a otros agentes —le había contado Miguel—, pero sólo para asegurar que la noticia no trascendiera. Lo único que parecía preocupar a la agencia es que se supiese que uno de los fundadores se había suicidado. Por eso en vuestra agencia ni siquiera lo sabíais. Ni los agentes ni los supervisores como González.

“Pero lo que te conté era cierto. Vi que algunas cosas no eran lo que parecían ser e investigué por mi cuenta. Di aviso a mi supervisora, pero recibió un mensaje de los de arriba. No podíamos investigarlo porque no había nada que investigar, dijeron.

“Traté de convencerlos, pero hasta mis propios compañeros me avisaron que parara. Entonces empecé a sospechar que la agencia estaba infectada, y no podía confiar en nadie. Podía trabajar sólo, pero necesitaba trabajar con alguien que fuera testigo de lo que sucedía.

—¿Pediste trabajar directamente conmigo? —le había preguntado ella— Porque, Miguel, me siento muy, muy, muy… manipulada.

—No, aunque tenía la esperanza. Mira, me pregunté en quien podía confiar, recordé a mis compañeros de la academia, y recordé que tú estabas en una de las mejores. Así que escribí a tu supervisor con la esperanza de despertar tu curiosidad. Pero pasó de mí.

—Podrías haber contactado directamente conmigo.

—Me pareció peligroso. Si alguien se enteraba que había pedido ayuda a la agencia en sí, podría excusarme que sólo era por cabezonería, no porque sospechase de mi propia agencia.

—Por esto no hay noticia en ninguna parte de la explosión que vivimos.

—Sí…

—¿Y los del coche?

—Reconocí a quien habló, pero no…no lo sabía… Simon, en realidad sé muy poco. Piénsalo de esta forma, podría haber gente implicada en cualquier agencia… Estuve hablando con la viuda de Estrada, dijo que pronto tendría algo de información, he quedado con ella mañana, por favor, ven conmigo.

—Tengo mucho que pensar, Miguel…

 

A Simon no le gustaba que la manipularan. Podría haber comprendido las decisiones de Miguel, pero… después de todo… tendría que haber confiado en ella.

Finalmente había aceptado ir con él a ver a la viuda, pero no habían quedado en su casa, por precaución habían quedado en Pub. Y no en cualquier Pub.

 El lugar se llamaba El informador, y era donde solían ir cuando eran estudiantes junto a otros compañeros de la academia. Siempre les gustó el sitio, solo porque su nombre congeniaba muy bien con ellos.

Y había sido allí la última vez que ella y Miguel se llevaron bien…

Ahora estaba de mal humor.

De muy mal humor…

Sentada y con las piernas cruzadas, balanceaba el pie de forma nerviosa. Suspiró, cogió la copa que tenía sobre la mesa y dio un trago largo.

—Quizás no deberías beber… —le dijo Miguel.

Estaba sentado a su lado, y llevaba toda la tarde incómodo. Cada vez que había tratado de hablar con ella, Simon miraba hacia otro lado como si no se hubiese dado cuenta. Después dejó de intentarlo, y sólo miraba hacia la puerta esperando a que la viuda apareciera.

Simon había vuelto a ignorarlo, pero minutos después, soltó lo que pasaba por su cabeza.

—Si estuviera aquí Lady Lady podrías enrollarte con ella.

Ni siquiera lo miró cuando lo habló, tenía la vista fija en la pista de baile.

—¿Cómo? —preguntó Miguel confundido.

—Ya sabes, Lady Lady… aunque no recuerdo su nombre.

—Ah… sí… —recordó él—, pero tampoco me acuerdo de su nombre.

—Pues deberías, ya que te enrollaste con ella.

—Simon, yo no me enrollé nunca con ella.

—¡Sí que lo hiciste! —Ahora si lo miraba a la cara.

Miguel seguía confundido, pero con el paso de los segundos pareció recordar.

—Ahhh… ya… pero… pero no, oye, no… Simon, ese día…

Entonces la viuda llegó y los interrumpió, y Simon se alegró de ello.

Ella continuó bebiendo mientras los escuchaba hablar.

Que se preocupaba por su hijo, decía la viuda, que quería justicia para su marido, continuó diciendo.

—Sé que alguien quiso convencer a mi marido para hacer algo y él se negó —lloriqueaba la viuda—, no he podido rascar más. Pero estoy segura que no era malo, mi marido no era malo…

«Intentaron comprarlo», pensó Simon, y acto seguido se levantó.

—¿Dónde vas? —la siguió Miguel cuando vio que se iba.

—Ya tengo la información que quería, a partir de ahora trabajamos por separado.

—Simon… —se pasó la mano nervioso por su pelo oscuro—, esto es serio…

—Por eso mismo Miguel, porque es serio, y no me apetece que traten de secuestrarme otra vez, voy por mi cuenta. A ver quién gana.

—¿Quién gana? —se enfadó—. Eso es una estupidez.

—Me voy, Miguel, vuelve, tu viuda te espera.

—¿Mi qué…? —Miguel apretó los dientes, después tomó aire y pareció relajarse. Y cuando Simon trató de irse la cogió por la muñeca y la atrajo hacia sí —. Lo recuerdo, Simon, aquel día íbamos a enrollarnos. Tú y yo. Siempre hubo mucha química entre los dos, y esa noche tonteamos en serio…

“Sólo unos minutos… me fui unos minutos a mear, cuando volví choqué con Lady Lady y se me echó encima, supongo que lo viste, pero te fuiste antes de ver como la apartaba. Te refieres a eso, ¿no?

Simon ya no lo escuchaba. De nuevo fue como si le cayese un rayo.

«¿Enrollarnos?». Eso era lo que él pensaba…

Soltó su mano, lo miró con firmeza, y lo envió a paseo.

—Lo dicho, Miguel, voy por mi cuenta.

Y se largó de allí.



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En el texto hay: humor, romance, detectives

Editado: 10.01.2023

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