Tú y Yo y el asesino de las tacitas de té

Capítulo 7

**Atención: Capítulo para mayores de 16 años.

—Lucas, alguien intentó comprar a Estrada. —Simon había llamado a Lucas nada más salir del Pub—. Y Harry Foster está relacionado con ello. Necesito toda la información de peces gordos u organizaciones que hayan podido colarse en el país.

 

Al día siguiente, Lucas estaba en su casa con la información.

—Simon… no creo que puedas dejar de lado a Miguel… —trató de dar su opinión.

—Lucas…, no lo necesito, y sinceramente, él tampoco me necesita.

—Pero quieres cerrar el caso antes que él.

—Sí, eso quiero sí. Por haberme mentido.

—Ya… —suspiró Lucas—. Pero sigo pensando que, si las agencias pueden estar comprometidas, no es una buena idea, Simon…

—Lucas, déjalo. La información, dame la información que has conseguido.

—Vaale. Bueno, ya conoces mi interés por estudiar las organizaciones, los delincuentes…

—Sí, ya sé que eres muy friki con eso.

—Oye, Simon…

—¿Qué, no hay nada de malo en ser friki? Y siempre nos ha venido muy bien que lo seas, así que por favor, continúa.

—Pues bien, este friki…, se acordó de un personaje peculiar que desapareció hace años y al que, por tanto, nunca capturaron. Tampoco se supo que aspecto tenía. Había dejado varias víctimas, y su firma personal en la escena del crimen: una muñeca junto a las víctimas. Con los años apareció alguien con un modus operandi muy parecido, éste dejaba muebles en miniatura de casas de muñecas, así que se le llamó así. El asesino de las casas de muñecas. Luego desapareció, no se sabe nada desde finales de los ochenta. Pero esas tazas podrían ser su nueva firma.

—¿Y…? ¿En qué año…? —Simon estaba sorprendida.

—Empezó en el sesenta y ocho.

—¿Qué edad tendría ahora?

—Pues… suponiendo que era muy joven cuando empezó… entre los setenta y cuatro… u ochenta años. Más o menos.

—Pero no tenemos ningún sospechoso qué…

Entonces Simon cayó en la cuenta. Miguel era bueno para encontrar cosas y saber cuando algo olía mal, pero la intuición para captar sospechosos… para eso siempre fue mucho más excelente ella.

 —Sí que hay alguien de esa edad… —le dijo a Lucas.

 

Simon no perdió el tiempo, tras adivinarlo salió corriendo hacia el lugar. Pero no necesitó entrar para saber que ya era tarde. El escaparate estaba vacío y había una pegatina sobre el cristal con el mensaje de: En alquiler.

Bueno, eso confirmaba que aquella mujer mayor pegada al ordenador, era bastante probable que fuera el asesino de las tacitas de té.

Ahora, desde la nueva perspectiva, Simon recordó ese momento de otra forma. Aquel día estaba algo nerviosa por Miguel, pero lo recordó… La mujer los miró con mucho interés alzando la vista sobre las gafas. Fue una buena actuación, les había mostrado las fotos de forma desinteresada para ver la reacción que tenían. Y a pesar de que Miguel actuó como si no estuviera del todo interesado, algo los delató.

Alguno de los dos no actuó del todo bien, pero qué más daba ya…

Simon empujó la puerta de la tienda, de nuevo no tuvo que forzarla, estaba abierta…

Esperó unos segundos… pero no había pitido allí. De todas formas, esa mujer no podía adivinar en qué momento se darían cuentan.

Simon sacó su arma y empujó del todo la puerta y entró.

Inspeccionó el lugar, pero sólo quedaban los muebles.

Entonces oyó un ruido a su espalda. Rápidamente se volvió apuntando hacia la puerta.

Él levantó las manos…

Era Miguel.

—¿Qué haces tú aquí? —le preguntó enfadada.

—Lucas me avisó… ¿Puedes bajar la pistola, por favor…?

—¿Lucas? —Simon bajó la pistola —. ¿Por qué iba a hacerlo?

—Porqué está preocupado. Porque no todos actuamos de forma sentimental.

—¿Disculpa? —preguntó Simon con la boca abierta.

—Tomártelo como una competición es una estupidez.

—Per… perdona… —volvía a estar furiosa—. Lo que es una estupidez es que no fueras claro desde el principio. ¿Seguro que no tienes nada más que decirme? Por ejemplo… desde el principio sabías que Juan Estrada y Chapman… no perdona, que es Foster… Pues sabías que había conexión entre ellos.

—Porque Juan Estrada… Simon, ya sabes que las agencias siempre tienen contacto con gente importante que pueda ayudarlos para las investigaciones. Estrada fue uno de ellos, cuando tenía veintipocos años ya le iba muy bien, entonces Harry Foster también encargaba misiones, y Estrada era uno de los que le ayudaba… Quien sabe, quizás trabajaron en el caso de el asesino de las muñecas.

Simon lo miró con los ojos muy abiertos.

—No me mires así… Lucas me ha puesto al día por teléfono mientras conducía hasta aquí. No había oído hablar nunca de éste…o bueno, de ésta… ¿vale?

—Pero Estrada estaba conectado con tu agencia, otra cosa que yo no sabía, pero tú sí, claro…

—Simon… —suspiró Miguel, y se dejó caer sentado sobre uno de los muebles—. Mira, a ti parece que te han ido bastante bien las cosas. Yo llevo mucho tiempo de hastío. Mi agencia será de las mejores, pero todo el trabajo está enlazado con otros países, me pasaba la vida fuera. Por eso no ha sido fácil construir una vida propia. No he tenido interés real en ningún caso hasta que me encontré con este. Y con la duda de haber cometido el error de entrar en una agencia cuyo trabajo no iba conmigo y que para colmo puede estar comprometida.

—Miguel…, a mi eso me importa un pepino.

Simon no quería ser mala, pero miraba por su propio bienestar. Ya no era sólo porque le hubiese mentido, era todo lo que Miguel le recordaba.  

—Joder, Simon, ¿todavía con eso? ¿Todo este enfado porque creíste que me había liado con otra? ¿Es porque no nos enrollamos?

Y dale con el enrollamos…

¿Eso era lo único que significó para él? ¿Ella sólo fue un casi rollo?

—Eres gilipollas, Miguel —se le escapó en voz alta.



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En el texto hay: humor, romance, detectives

Editado: 10.01.2023

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