Tú y yo y tus ex.

Segunda parte.

Caminé hasta llegar a un punto que no reconocí. Era de noche ya y no sabía dónde me encontraba. Regresé en mis pasos notando muchos locales cerrados y rótulos de neón que no estaban encendidos en el día. Cuando estuve frente a la cafetería ya estaba cerrado. El reloj del interior me asustó. Era casi medianoche. Y el teléfono al parecer estaba extraviado. Seguro cayó de mi bolsillo en algún momento de la caminata o me lo robaron en medio de mi distraída y al mismo tiempo absorta travesía. 

 

 

Al llegar a nuestra casa, todas las luces estaban encendidas. Buscaba mis llaves cuando alguien abrió desde el otro lado. 

 

 

—Jeff. Volviste — dijo lanzándose a abrazarme con fuerza. 

 

Le cobije en mis brazos acariciando su cabello mientras seguíamos en la puerta. 

 

 

—Volviste — repetía entre lágrimas—. Estaba tan angustiada. ¿Estás bien amor? 

 

 

La pobre se veía mal. Parecía que había pasado llorando por horas. ¿Qué clase de monstruo era como para hacerla llorar así? 

 

 

 

—Estoy bien. Lo lamento — dije acariciando su cabello. 

 

 

 

En ese momento, aparecieron dos individuos cuyos rostros lamentablemente reconocí. No pude evitar pasar mi brazo alrededor de Lili. 

 

 

—Volviste — dijo uno. Thomas. 

—Así es. Y no voy a irme — aclaré en un tono que esperaba y entendieran mi descontento por haberlos encontrado a estas horas en MI casa con MI novia. 

—Muchas gracias muchachos. Ya… ya está todo bien — dijo Lili parándose en el centro como si fuera el árbitro de un partido de básquet antes de que los jugadores estallaran en una discusión. 

 

 

El tal Bill seguía mirándome desafiante, como a esperas de que hiciera una mala jugada y atacar de vuelta. 

 

 

—Bueno, ya nos vamos entonces — habló Thomas dándole un pequeño empujón al otro. 

—Gracias por venir. Perdón por haberlos molestado — decía Lili despidiéndose. 

—Ya sabes que lo que sea que necesites, solo llama — dijo Bill dedicándome una mirada de advertencia. 

—Lo sé. Gracias — respondió entregándoles un abrazo corto a cada uno. 

—Y cuídala. Por favor — añadió Thomas. Aunque aquella pareció ser una petición amable, el tono pasivo - agresivo no me pasó desapercibido. 

—Adiós. Tengan cuidado. Es tarde — decía Lili cerrando la puerta. Cuando lo hizo del todo, suspiró y se limpió las mejillas con los dedos —. Que bueno que regresaste. 

—¿Los llamaste a ellos? — No pude evitar hacer la pregunta. Estaba totalmente indignado. 

—Bueno es que tú no volvías. Y olvidaste el teléfono en la mesa. No sabía qué hacer — decía siguiendo mis pasos que se dirigían sin razón a la cocina. Su voz volvió a temblar. 

—Claro y vinieron a consolarte — dije abriendo el refrigerador buscando nada en realidad. 

—Y qué querías que hiciera. No tenías tu teléfono, era tarde. Volví tres veces a la cafetería y me dijeron que no te habían visto volver. Creí que te había pasado algo. Entonces llamé a Thomas y le pregunté si te había visto y luego Bill escribió y le conté lo que pasaba y al minuto siguiente ambos estaban aquí. 

—No entiendo para qué vinieron — contesté cerrando el refrigerador con fuerza. 

—¡Fueron a buscarte! — soltó ahora enfadada pero sus lágrimas no cedían —. Pero al ver que las horas pasaban les dije que volvieran. Que no tenía caso buscarte porque…— dijo quedándose callada. 

—Porque qué. 

—Porque seguro no volverías — respondió con la cabeza gacha.  

—Pero aquí estoy — dije aún distante.

 

 

Se abrazaba así misma como si tuviera frío. Pero por alguna razón yo aún no podía moverme e ir a ella. 

 

 

—¿Por qué siento que no has vuelto por la misma razón que yo creo? — susurró limpiándose la mejilla. 

 

 

Le di la espalda buscando las palabras. Creí que ya tenía todo claro mientras volvía pero ahora, viéndolos ahí con ella, todo se había vuelto a revolver. 

 

 

—Lo arruine todo, verdad — dijo bajito. Mi silencio la hizo continuar—; lo lamento Jeffrey. Realmente lo quería. Creí que esta vez sí funcionaría pero…, creo que lo arruine de nuevo. Perdón. 

 

 

Escuché sus pasos dirigiéndose hasta la habitación. 

 

Yo no sabía qué decir. Apenas lo estaba procesando todo. 

 

Cuando al fin me giré, vi la cajita del anillo en la mesa de cocina. Sentí que algo se quebraba en mi interior. Como si la burbuja hubiera sido de cristal, hermosa pero frágil. Y ahora, sus pedazos me apuñalaban el corazón. 

 

 

Me quedé ahí sentado en el suelo de la cocina con la cajita en mi mano. Una parte de mí me decía lo irracional de todo mi actuar. ¿Por qué tenía tal descontento con ella? No es que en realidad me hubiera ocultado la existencia de estos sujetos. Es solo que ahora sabía que había existido una relación un tanto estrecha con ellos. Y quizá esa era la parte incómoda. Aunque la verdad, Lili jamás me había dado una señal o una razón, por mínima que fuera, para desconfiar de su fidelidad. Todo lo contrario. 

 

 

—Pero es que por qué tiene que seguir siendo tan cercana con ellos — me pregunté en voz alta golpeando mi cabeza contra la portezuela de la alacena. 

—Porque todos fueron mis amigos primero — contestó una voz. 

 

Abrí los ojos y comprobé que era ella. Estaba vestida y llevaba una mochila al hombro. 

 

 

—¿Qué haces? 

—Iré a casa de Kath. No quiero incomodarte más — dijo pasando sobre mi y sacando algo de la nevera. Hizo lo mismo al regreso sin volver a verme. 

—Lili. Lili espera — dije levantándome rápidamente para alcanzarla pero tenía una pierna dormida y el dolor me inmovilizo. 




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