Tú y yo y tus ex.

Quinta parte.

Creo que ya estaba llegando a mi destino. Podía sentir mi espíritu desfallecer lentamente mientras estaba sobre la acera fría. Seguramente me encontrarían aquí mañana cuando el primer empleado llegara o algún transeúnte notara su presencia. Al menos, tendría el consuelo de que saldría en las noticias locales, en el horario de las seis. 

 

 

«Trágica muerte de una joven que tan sólo deseaba portar el anillo de su novio quien no aceptó a sus ex novios como sus amigos»

 

Dios mío, el título era terrible. Bajé la mano antes de que pareciera que fueran a verme y pensar: Pobre mujer loca. Y si eso ocurría,les diría como en la canción: No señor. Ya lo ve. Yo no estoy loca, estuve loca ayer pero fue por amor 

 

 

Me abracé y froté mis brazos. Esa noche hacía más frío. Era una verdadera pena. Terminar así mis días. En soledad y a oscuras. 

 

 

******

 

 

De pronto el mundo se movía a cámara lenta o tal vez era yo. Por más que apuraba mis pasos, era tan jodidamente difícil avanzar. Como en los sueños. Justo cuando quieres alcanzar algo o a alguien, tus pasos se ralentizan, tu voz deja de ser audible para el resto. Y antes de lo deseado, despiertas. Y todo aquello que anhelaste, todo por lo que luchaste y tanto querías proteger, se ha desvanecido como la niebla que comenzaba a llenar las calles. Por la mañana ya no estaría. 

 

 

 Por fin logré llegar hasta la esquina del semáforo, la luz intermitente apenas iluminaba. Aún así, logré distinguir algo desde el otro lado de la acera. 

 

 

 

—¿Lili? ¡Lili! ¡Lili! — Gritaba como loco perdido en la calle. Pero no estaba perdido, loco tal vez pero no perdido —. Dios mío Lili, pero qué haces ahí. Ven. Vamos a casa. Hace mucho frío. 

—Déjame. Moriré aquí — dijo soltándose de mis manos. 

—Tienes el rostro helado. Por Dios.

 

Me despoje rápidamente de mi chaqueta y la puse sobre sus hombros. Intentaba disuadirla de marcharnos pero ella no se movía. 

 

—Lili, por favor. Puedes enfermar. Ven conmigo — supliqué. Ella seguía con la cabeza recostada en el gélido vidrio de la pared. Su cálida respiración había hecho una mancha de vapor a un lado. 

—Y qué más da — dijo sin mirarme aún —. Ya estoy cansada de esto Jeffrey. Ya estoy cansada de que todo me sale mal, de que los hombres me dejen y tener que ser yo quien diga las palabras: quizá sea mejor darnos un tiempo,todo con tal de no ofender su estúpido orgullo de hombres. Ya no quiero. 

 

 

Aquellas palabras llenas de dolor se me clavaron en el pecho. Se veía tan mal, tan decepcionada de la vida que temía lo peor si la dejaba ahí. No. Debía hacer lo que fuera necesario. 

 

 

—Lili… Yo sé que reaccioné mal pero… tienes que entender cariño que…

—¡Entender qué! ¡Entender qué cosa maldición! — soltó sobresaltandome. Por fin me miraba, pero sus ojos solo estaban llenos de lágrimas y más tristeza.

—Lili. Por favor. Escúchame — pedí tomándola por los hombros. 

—No. Ya no quiero Jeff. Vete. Déjame aquí. Moriré de frío como ya lo ha hecho mi corazón. 

—Por todos los cielos Lili, no digas eso — dije ahora con un nudo en la garganta —. No me digas que he venido demasiado tarde. 

 

Pero ella no me miró. ¿Acaso esto era todo? ¿Sería culpable del suicidio del amor de mi vida por llegar tarde? 

 

 

—Si tu saltas, yo salto Lili. ¿Recuerdas? — Le dije poniéndome en pie y ofreciendo mi mano. 

—¿Qué? — me dijo mirándome con confusión. 

—¿Ya olvidaste nuestra escena favorita del Titanic? Si tú saltas, yo también Lili. Y si vas a saltar del puente, te aseguro que iré tras de tí — Sus dulces ojos se llenaron de llanto de nuevo mientras me miraba y luego contempló mi mano que seguía tendida hacia ella —. El puente está por allá. Tal vez el agua está suficientemente congelada como para que nuestro corazón se detenga rápido. No quisiera morir lentamente. No con este frío. 

 

 

Ella parecía pensárselo seriamente. Lo sabía por la arruguita que apareció entre sus cejas. Solía asomar cuando su cerebro se estaba esforzando al máximo. Ella estaba por decir algo pero entonces sonó mi teléfono. 

 

 

—Diablos. Es Thomas. Olvidé avisar —. Contesté de inmediato mientras ella me miraba extrañada —. Hola. Sí. Sí. La encontré. Dile a Yannis que tenía razón. Estaba en la cafetería. No. Aún no. Estoy tratando de convencerla de que nos suicidemos en el puente del sur. No. No. Colgados no. Lanzarnos del puente. Ajá sí. Si eso le dije. Ojalá sea rápido —. Le di una rápida mirada a Lili quien ahora se cubría los labios con una mano y su rostro estaba enfocado hacia otra dirección, como si quisiera ocultar su expresión de mí. Bajé hasta su altura y le tomé la mano mientras escuchaba la palabrería de Thomas del otro lado de la línea y a Yannis que preguntaba si todo estaba bien. Sus finos dedos pálidos estaban tan fríos. Ella miraba nuestras manos unidas en silencio. 

 

 

—Sí. No. No hay otra solución — continúe en la llamada —. Creo… que no lo logré amigo. Le fallé y a todos ustedes que… tan solo me pedían que la cuidara. 

 

 

Lili me miraba con asombro sin saber que en realidad Thomas ya había colgado la llamada desde su extremo. 

 

 

—Lamento haber venido tan tarde Thomas. Lamento no haber confiado en ella. Y dile a Yannis que lamento lo de su jarrón. Pueden venir a traer el nuestro después que hayamos saltado del puente. Piernas juntas sí, lo recordaré. Gracias. Sí es verdad. Bueno tienes que estar pendiente del teléfono para cuando te llame la policía. ¿El motivo? Ah sí. Diles que fue mi culpa. Que yo la mate. Que le cause tanto dolor que, morir congelada fue una salvación. Porque la amo. Realmente la amo. Demasiado. Tanto que… no podría seguir en este mundo sin ella. Adiós amigo… — dije sin desviar mi mirada de sus ojos. 




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