Tú ya sabes a mí [2]

Capítulo 16

Nick

—Okey ustedes dos se traen algo. —Comenta Becca, rompiendo el silencio—. ¿Qué pasa?

—Nicholas se acostó con Nina. —Soltó Mike de repente, dejándome helado—. Anoche, en la fiesta a la que no fuimos... ¡Eres un pendejo! ¿Cómo pudiste hacerle esto a Elisse? ¡A Elisse! 

 

Gracias Mike por guardar el secreto, en verdad, te lo agradezco. Mucho más ahora que Rebecca me mira con ganas de tomar mi cuello con ambas manos hasta dejarme azul después de estrangularme con fuerza. 

 

—No era mi intención hacerlo, yo...

—Nicholas... —La dulce voz de Becca desapareció, nunca la había escuchado hablar tan... Golpeado—. Acabas de mandar a la mierda tu relación con Elisse por unos minutos de sexo fácil. ¿Cómo pudiste?

 

¿Por qué asumían que lo hice a propósito? En mis cinco sentidos yo sería incapaz de serle infiel a Elisse, a mí Elisse. Pero no entiendo qué fue lo que pasó, cómo fue que perdí la noción de absolutamente todo, ni siquiera sé cómo fue que terminé en su cama. Además, es Nina. Es una chica que me agrada pero jamás para acostarme con ella. 

 

—Confío en que no le dirán nada.

—¡Realmente eres increíble! Creí que esa época tuya había quedado en el pasado.

—Mike, basta.

—Es que no puedo creerlo... ¿Qué no pens...?

—¿Qué piensas hacer ahora? —Cuestionó Rebecca, interrumpiendo a su novio—. Supongo que no usaste protección.

—Becca tiene un punto. Estabas borracho, ni siquiera recuerdas que pasó, no creo que hayas sido lo suficientemente inteligente para protegerte.

—Todo puede pasar. —Insiste Becca—. ¿Qué vas a hacer Nicholas? ¿Qué pasaría si Nina saliera embarazada?

—No quiero que le digan nada a Elisse, por favor.  Yo me encargaré de todo, no necesito que me echen más mierda con esas posibilidades. 

 

Becca mueve la cabeza en negación. Es la primera vez que la veo así de molesta, al grado de que Mike tuvo que tomar su mano para intentar calmarla. 

 

—Tarde o temprano se va a enterar. —Asegura Mike.

—Yo se lo diré. Estaremos en Mónaco en dos semanas, ahí se lo diré




 

Elisse

Pasé mis últimas horas en Nueva York en un pequeño restaurante comiendo un cronut, Irina dijo que no podía perder la oportunidad de comer uno auténtico neoyorkino. Pero a pesar de lo bien que la he pasado este fin de semana en particular, lo único que quería hacer ya es regresar a casa, realmente extrañaba a mis chicos y a Becca.

En cuanto tuve un pie en el aeropuerto de Los Ángeles, busqué a Nick con la mirada. Él estaba esperando por mí con un cartel y un ramo de rosas blancas. Fui hacia él y tomé el ramo antes de entregarme en un abrazo, uno que necesitaba desde que dejé la ciudad.

 

—¡Nick, te extrañé tanto!

 

Le besé los labios y lo abracé de nuevo, me fui el fin de semana nada más pero se sentía como si me hubiese ido por meses, creo que a él le pasó lo mismo, puesto que no me soltaba. Creo que incluso me abrazó más fuerte.  

 

—Sólo me fui un par de días, no es como si no me hubieras visto en años. ¿Qué pasa?

 

Nick me suelta y agacha la cabeza de inmediato, no entiendo qué es lo que sucede. Se supone que debería estar feliz por tenerme de regreso pero parece todo lo contrario. Así que lo tomo del mentón y levanto su rostro un poco; tiene los ojos humedecidos, como si estuviese a punto de romper en llanto, incluso el color de sus ojos se ve aún más verde de lo normal. 

 

—Hey, no llores. —Lo atraigo hacia mí con ambos brazos para poder abrazarlo una vez más.

—Es la emoción de verte, lo siento. Lo siento Elisse, lo siento.

 

Cada «lo siento» que salía de su boca se iba haciendo menos audible a medida que lo decía. Algo está mal, algo pasó en mi ausencia. Ni siquiera podía mirarme a los ojos. 

 

—¿Qué ocurre?

—Que te amo, en demasía.

—Yo también te amo. —Le hago saber—. Vamos, vayamos a casa. 

 

Lo animo a movernos del lugar en el que estábamos, si no nos quitábamos ya comenzaríamos a ser un estorbo para toda la gente que iba y venía con su equipaje. Así que Nick toma mi maleta mientras yo le agarro la mano, es hora de ir por nuestro auto y conversar un rato.

Pero, al parecer, a Nicholas le han comido la lengua los gatos. El camino se basó prácticamente en mí hablándole de lo que había hecho en Nueva York, de la fiesta a la que asistí, de las personas que conocí, de las excentricidades de la ciudad en sí, Nick se la pasó conduciendo prácticamente en silencio; sólo escuchándome o al menos yo quería creer que  lo hacía.

 

[...]

 

Apenas llegamos a nuestro hogar me quité el suéter beige que traía y lo dejé en el sofá. Volteé a ver a la puerta, Nick venía entrando con la maleta negra, la cual dejó a un costado de la puerta. 

 




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