Tú ya sabes a mí [2]

Capítulo 20

Elisse

Llegué a Mónaco y todo el panorama cambió para mí, era un lugar bello pero mi tristeza no me dejaba admirar lo que estaba mí alrededor. Me encontraba en la recepción del hotel Port Palace, quería recoger la llave de mi habitación y tirarme en la cama, quería dormir por horas en un intento para olvidar lo sucedido.

Lo único que quería hacer era estar completamente sola.

 

—Viene con el equipo de Jean Pierre-Cortot ¿cierto?

—Sí, Wilkinson, Elisse Wilkinson.

—El señor Cortot se encargó de que el quinto piso fuera de su equipo, así que su habitación es cualquiera de estas.

 

Me extiende tres llaves, tomo la de en medio, la 523. El hotel estaba muy cercano al puerto de Mónaco. Esta noche había escuchado que varios del equipo se fueron a Montecarlo, pero honestamente no tenía ganas de reunirme con todos ellos. Lo único que quería hacer era estar aquí encerrada en mi habitación, a lo mejor viendo un par de películas para poder distraerme, desconectándome de todos los demás. Tomé el teléfono de la habitación y llame al room service para ordenar comida.

Esperé alrededor de quince minutos mientras veía una película que encontré por ahí. Cuando abrí para recibir mi comida, vi Florentine saliendo de su habitación que estaba justo en frente de la mía. Le alegró mucho mi presencia, pude verlo en su mirada. Apenas cruzamos miradas se encargó de cerrar su puerta y venir hacia mí para darme un fuerte abrazo de bienvenida. 

 

—¡Elisse!

—Florentine, ¿tienes 13 euros que me prestes? Aún no he cambiado.

—Claro.

 

Florentine me hace esperar junto a la puerta mientras va a su habitación por el dinero y el chico de room service lleva el carrito con mi cena hacia adentro, para dejar mi comida en la pequeña mesa redonda de caoba que se encontraba junto a la terraza. Él se quedó esperando junto a mí mientras mi pelirroja amiga venía con el dinero, el cual le entregó minutos después, cerrando la puerta de la habitación detrás de él.

 

—Pensé que estabas con todos en el casino.

—No, acabo de llegar hace una hora. —Dirijo la vista hacia mis almejas, se ven deliciosas—. ¿Tú? ¿Por qué no estás allá?

—Estoy agotada, supongo que iré mañana y espero que tú me acompañes. —Responde tomando el control remoto—. ¿En serio? ¿Por qué estás viendo este tipo de películas tristes? ¡No, no, no! Hay que quitar esto.

—No le estaba entendiendo mucho, está en francés y sabes que aunque estuve viviendo en París un tiempo aún no soy tan fluida.

 

Florentine decide apagar el televisor, ella dirige su mirada hacia la puerta del baño, como si estuviese esperando que en cualquier momento alguien saliera de ahí. Por supuesto, lo está buscando a él, sabía que veníamos juntos y sé que no tardará mucho en preguntar por Nicholas. 

 

—¿En dónde está Nick? ¿Se fue a jugar al casino?

—No, él no pudo venir... Está tra-trabajando... Con un nuevo cantante que se llama ahmm Ian Accolo, ¿has oído hablar de él? Canta muy bo-bonito y tiene un estilo muy muy...

—Elisse eres pésima mintiendo. —Interrumpe ella—. Es increíble que en el poco tiempo que estuviste conmigo en Le Champeaux aprendí a reconocer tus mentiras, siempre he sido buena en eso de leer el lenguaje corporal y cuando tú mientes tus mejillas se ruborizan, regularmente miras hacia el lado izquierdo y te rascas la nariz, además del tartamudeo.

 

Trato de evadirle la mirada, ¿cómo podría explicarle que Nicholas ha roto mi corazón? Que venir a Mónaco ha sido lo mejor que me ha pasado porque en este momento no quiero verlo, ni a él, ni a Michael, ni a Rebecca. 

 

—¿Qué pasó?

—Nosotros ahmm... Terminamos. —Le digo, de golpe—. Descubrí que me engañaba con la hija de su jefe... Así que...

 

Los ojos se me llenaron de lágrimas una vez más. Ya no quiero llorar, en verdad que ya no quiero hacerlo, lo hice durante el vuelo, lo hice apenas toqué esta cama en la que me he vuelto a recostar y sé que no voy a poder parar si me sigue preguntando. Florentine se pone de pie y se sienta en la cama, con la intención de abrazarme para reconfortarme de alguna forma.

Las lágrimas salieron sin control, llegué a mojar incluso las mangas de su top de cuello alto de color vino. Se me hacía imposible parar. Lloré en sus brazos, sintiendo su rojizo, rizado y abundante cabello muy cerca de mi rostro, me cobijé en ella, fue un refugio para mí mientras decidí contarle todo lo que había sucedido desde que Nina se apareció en nuestras vidas, ya no podía llorar más. ¿Qué más da si le cuento todo? 

 

—Tengo la maldita suerte de que todos me engañan —Continúo, secándome las lágrimas con un kleenex—. Al parecer en la frente tengo escrito un «engáñame» porque todos lo han hecho, Matthew, Noah, Nicholas... Todo esto es una mierda.

—Ely, no dejes que una mala experiencia te arruine el viaje de esa manera o incluso que te robe el sueño esta noche. —Florentine me pasa un mechón de cabello por detrás de la oreja, levantándome el rostro por el mentón—. Quizás la persona correcta aún no ha llegado, tú eres tan linda, tan valiosa.

 




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