Tú, Yo Y Él

6. Impresiones Erróneas Surgidas En La Oscuridad.

Onofre

 

— Parece una chica tímida. — Comentó Teresa, mi madre, nada más escuchó la puerta del baño cerrarse con Laura dentro. — Tienes que cuidarla para no perderla esta vez. 

 

— Madre. No perdí a Sarah por no cuidarla. Ella me dejó porqué encontró a otro hombre. — Me excusé, irritado por tener que hacerlo. 

 

— ¿Y por qué crees que encontró a otro? — Rugió mi padre, Félix, agitando su mano sobre la mesa para criticarme. — Te pasas el día pintando esos estúpidos cuadros tuyos. ¿Cuándo buscarás un trabajo de verdad? El marido de tu hermana es director de un banco y tú, ¿qué eres tú? — Su mano golpeó la mesa y casi dejé de escucharlo. Era la decepción de mis padres mientras su adorado yerno era todo lo contrario, me conocía el cuento. — ¿Estás escuchando? — Mi padre ladró y Pulgas también lo hizo. 

 

— Cariño, baja la voz, asustas a nuestro nieto. — Le dijo mi madre, más preocupada por el cachorro que por la crudeza de las palabras dirigidas a mí. No era de extrañar, siempre había amado a los animales y eran varios y dispares los que tenía en casa. — ¿Cómo se llama? — Me preguntó mi madre. 

 

— Pul… — El inapropiado e improvisado nombre se atragantó en mi garganta. ¿Pulgas? ¿Cómo iba a decirle que se llamaba Pulgas? Incliné la cabeza a un costado intentando pensar y Laura respondió. 

 

— Pulgas. Se llama Pulgas. — La miré consternado, y Laura que se agachó junto a Pulgas lo agarró de la cabeza y lo acarició con esmero. 

 

— ¿Pul… ? — Mi madre fue incapaz de repetirlo y Laura le contó. 

 

— Cuando lo recogimos de la calle creíamos que tenía pulgas porqué se rascaba mucho. Resultó que solo necesitaba un baño. — Una sonrisa asomó en sus labios y el corazón casi me estalla en el pecho. Verdaderamente quería que se convirtiera en mi novia. 

 

— Ya veo. — Mi madre entendió rápidamente su explicación y Laura se levantó. 

 

— ¿Qué os ha traído a la ciudad? — Me interesé por la inesperada visita de mis padres. 

 

— Hemos venido para ver a unos amigos. — Respondió mi padre. — Ya nos íbamos al pueblo, pero tu madre ha insistido en venir a verte primero. 

 

— No había porqué hacerlo. Se os hará tarde para conducir. — Hablé. 

 

— En ese caso, podríamos quedarnos a dormir e irnos mañana por la mañana. — Opinó mi madre, mirando a mi padre y luego a mí. — Su visión no es tan buena ya y no quiero tener un accidente. ¿Te parece bien si nos quedamos? — Me preguntó. 

 

— Claro. — Acepté sin pensarlo. ¿Tenía acaso sentido pensarlo? No podía negarme y simplemente dejarlos irse de noche. 

 

— ¿Te parece bien? — Preguntó mi padre a Laura y la miré. 

 

— Claro… — La respuesta de Laura fue igual, pero más dudosa que la mía y me miró después. Ella tampoco había tenido más opción. 

 

— No te preocupes. Mi marido y yo no somos antiguos, entendemos que durmáis juntos aunque no estéis casados. — Consoló mi madre a su… ¿nuera? 

 

 

De pie frente a la cama, observé a Laura dividirla a la mitad por varios cojines y como Pulgas se revolcó sobre ellos. 

 

— ¿Es eso necesario? — Le pregunté, agarrando al cachorro para bajarlo de la cama al suelo. 

 

— Dijiste que te gustaba, así que es mejor evitar malentendidos. — Me aclaró Laura, luego abrió su lado de la cama y se metió en ella. 

 

— No es que vaya a traspasar ninguna línea estando mis padres en la habitación contigua. — Maldecí y la imité, al caer con la espalda en la cama el corazón me latió como un loco, la respiración se me hizo pesada y rápidamente me di la vuelta para darle la espalda. La tensión sería menor si no la miraba durante toda la noche. — Buenas noches. — Le deseé, y casi escupo el corazón por la boca cuando Laura se apareció sobre mí para apagar la lámpara en la mesita de noche que quedaba de mi lado. Apreté mi pecho con una mano, mientras la sentía volver a su lado de la cama. 

 

— Buenas noches. — Respondió y quedamos sumidos en la oscuridad y en el silencio. 

Poco a poco los latidos de mi corazón se normalizaron e incliné levemente la espalda hacia atrás. 

 

— Lamento haberte metido en esto. — Hablé, vislumbrando su silueta en la oscuridad. — No tenía fuerzas para escucharlos quejarse por estar solo, dedicándome a algo que ni siquiera me da para vivir bien. 

 

— No ha sido tan agresivo y se van mañana, así que no pasa nada. — Respondió Laura con voz suave y la escuché moverse, al hacerlo de forma brusca los muelles de la cama sonaron y ella soltó un gemido de dolor. 

 

— ¿Estás bien? — Le pregunté. Me sentí como una persona invidente, podía escucharla moverse y sentir el colchón agitarse, pero no podía verla. 

 

— Hay un muelle aquí y me lo he grabado. — Confesó y tumbé del todo mi espalda. 

 

— ¿Deberíamos cambiar de lugar? — Propuse. Mi cuerpo después de todo era más duro que el suyo. 

 

— ¿No te importa? 

 

— En absoluto. — Respondí y en la oscuridad, Laura pasó sobre mí y yo por debajo de ella, fue una maniobra torpe, llena de gemidos y palabras de advertencia como… ¡Cuidado! ¡No toques ahí! Los dos respiramos exhaustos cuando intercambiamos los lugares con éxito. — ¡Ah! — Grité al sentir en mi espalda el muelle mencionado por Laura. 

 

— ¿Estás bien? — Me preguntó Laura. 

 

— Sí, no ha sido tan malo. — Exclamé y los dos volvimos a quedar en silencio. 

 

 

Quizás lo que no esperé fue que mis padres hubieran escuchado nuestro intercambio de posiciones como una actividad íntima. 

 

— Está bien que seáis cariñosos pero, deberíais saber que las paredes de este piso son como cartón y se escucha todo. — Habló mi madre por la mañana, mientras tomábamos zumo de naranjas exprimidas. Tosí con angustia y Laura hizo lo mismo a mi lado. 



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En el texto hay: familia, romance, amor

Editado: 24.02.2022

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