Onofre
— ¿Un traje… ? — Me preguntó Fabián con asombro cuando acudió a la tienda de comestibles después de pedirle que lo hiciera. Asentí, reponiendo en las repisas de una estantería paquetes de garbanzos, alubias y arroz.
— Tengo una boda a la que necesito ir la próxima semana y no dispongo de ninguno. — Hablé sin dejar de colocar paquetes, si algo había aprendido en los dos días que llevaba trabajando como reponedor a tiempo completo, era que Sofía no soportaba que me quedara quieto por más de medio segundo. — Si no tienes ninguno para dejarme voy a tener que…
— ¿Alquila uno? No, olvídalo. No malgaste dinero o me pedirás más. — Fabián descartó mi idea mucho antes de dejarme acabar y lo miré por debajo de la solapa de la gorra que llevaba en la cabeza.
— Iba a decir, pedir prestado uno a Gonzalo. — Dije y miré de reojo que la dueña de la tienda no estuviera cerca, cosa que era difícil, ya que se pasaba todo el día detrás del mostrador atesorando la caja registradora y viendo las noticias en la pequeña televisión de la esquina. — La boda es de Sarah. Los trajes de Gonzalo son coloridos y…
— ¿Ridículos? — Intentó Fabián adivinar y negué.
— Extravagantes. — Afirmé y sonrió por eso.
— Te buscaré uno. Pero dime, ¿cómo es que Sarah se casa y por qué diantres vas a ir a esa boda? — Me preguntó serio, como si estuviera delante de un demente que no sabe lo que hace.
— Quiero demostrar a Laura que he superado esa ruptura, antes de exponerle que quiero tener algo más con ella que un piso compartido y un perro. — Expresé mi idea y cambió la expresión de su cara.
— ¿Vas a estar bien con eso? ¿Podrás soportar realmente ver a Sarah dar el sí quiero a otro hombre? — Fabián dudó de mí y me agaché para reponer paquetes en los estantes más bajos.
— Por supuesto. — Recordé algo más y lo miré sosteniendo en la mano un paquete de garbanzos. — ¿Conoces al ex de Laura?
— ¿Jonatha? — Demostró que sí y asentí.
— Es el otro hombre al que Sarah le dará el sí. — Le ofrecí el paquete de garbanzos y le dije. — Compra esto. Mi jefa se va a cabrear si te vas de aquí sin llevar nada.
— ¿Y para qué quiero esto? — Preguntó cuando se lo hice coger e inmediatamente lo dejó en la estantería, luego se alejó a los frigoríficos y cogió una lata de cerveza. — No tengo competición, así que puedo beber. — Se mostró tan feliz como un niño en navidad con sus regalos bajo el árbol. — Te escribo cuando tenga el traje. — Se despidió de camino a la caja y miré hacia la televisión.
Pronto empezarían a anunciar la navidad.
No era especialmente fan de esas fechas, odiaba las luces, las sorpresas, los reencuentros y a ese personaje de barriga abundante y barba blanca que aparecía en todos lados. Odiaba la hipocresía del ser humano.
El fin de semana, Sarah dio el SÍ QUIERO a su ahora ya marido, y ex de Laura.
¿Cómo de pequeño era el mundo para que su ex y mi ex se hubieran casado entre ellos, y para que a final de año su mejor amiga y mi mejor amigo hicieran lo mismo? Parecía algún tipo de conspiración… En ello estaba pensando mientras aplaudía la entrada de los novios en el salón del banquete.
Todo el mundo aplaudía, hasta Laura vestida con ropa de camarera lo hacía, aunque sus palmadas carecían de felicidad para la pareja… Me quedé mirándola, preguntándome si cabría la posibilidad de que ella no hubiera superado a su ex.
Debí de mirarla demasiado, pues Laura me miró en respuesta. ¿Qué estábamos haciendo? ¿Por qué razón estúpida nos exponemos de ese modo frente a nuestros ex y sus familias? ¿No teníamos orgullo? ¿Carecemos de dignidad después de haber sido dejados?
— ¿Champán? — Laura me ofreció más tarde el licor de una botella dorada y asentí. — Estoy pensando en llevar a Pulgas al veterinario mañana. — Comentó mientras llenó mi vaso y asentí de nuevo.
— Hagámoslo juntos. — Le dije y cuando terminó de llenar mi vaso le ofreció a la mujer sentada a mi lado. Ella también quiso champán y Laura llenó su copa.
— ¿No tienes que trabajar mañana en la tienda? — Me preguntó.
— Le pediré a Sofía la tarde libre. — Me lancé y Laura se sorprendió de lo generosa que su ex jefa podía ser conmigo, después de ponerla a ella de patitas en la calle por acoger a un perro callejero.
— Sin duda no está teniendo la misma vara de medir. — Habló y me sonrió. — Hagámoslo juntos.
— También podemos ir a comprarle un collar y una correa para sus paseos, y algunos juguetes. — Esa mañana no había encontrado un solo calcetín que no estuviera agujereado por sus mordiscos. — Y a comprarme calcetines. — Dije. Había tenido que tomar prestados unos calcetines rojos de Laura, que me quedaban tan apretados que acabaría por atravesarlos con el dedo gordo del pie. Afortunadamente, el color parecía haber pasado desapercibido.
Laura siguió sirviendo champán y al verla saludar discretamente a algunos de los invitados, como si ya los conociera, observé la mesa de los novios.
Mis ex suegros ni siquiera notaron que estaba allí.
— Supongo que eso es mejor. — Me dije y bebí de la copa de champán.
— Gracias por venir… — Me agradecieron los novios, cuando en su paseo por todas las mesas acabaron en la que yo estaba. Una de sus manos estaban entrelazadas con la del otro y Sarah utilizó la que le quedaba libre para coger de una cesta de mimbre que cargaba Jonathan, un recordatorio de la boda. Una pluma tipográfica para los caballeros, una polvera para las damas y una bolsa de chuches para los más pequeños.
Acepté el obsequio y Sarah me sonrió.
Editado: 24.02.2022