Tú, Yo Y Él

12. El Artista Y Su Arte.

Onofre

 

Naranjas, mandarinas, manzana y bananas. Acomodé toda la fruta nueva en el sitio destinado para la fruta en la tienda de comestibles y llevé las cajas vacías hacia la trastienda. 

Regresé con dos paquetes de botellas de agua de litro y medio, que apilé junto a la puerta de la tienda y volví a la trastienda para repetir hasta ocho veces el mismo viaje. 

Mientras trabajaba duro y sin descanso, escuché en la pequeña televisión de la esquina la noticia de un vecino que había contratado a un cobrador para recuperar el dinero que prestó a otro vecino, y que este se había negado a devolver. La noticia me recordó que el plazo de un mes que le di a Gonzalo para devolverme el dinero, ya casi había acabado. 

 

 

— ¿Sí? — Preguntó Gonzalo a través del teléfono, cuando aproveché un nuevo viaje a la trastienda para llamarlo.  

 

— ¿Cuándo vas a devolverme mi dinero? — Pregunté sin rodeos, mientras comprobé que Sofía atendía en caja sin notar que tardaba en salir de la trastienda. 

 

— ¡Onofre! Justo estaba por llamarte. — Respondió Gonzalo con exagerada alegría, instantáneamente supe que no pensaba abonar su deuda a tiempo. — No te miento, no tengo dinero. Estoy abriendo un nuevo negocio y tú ya sabes, conlleva muchos gastos… pero, oye, tengo una buena noticia para ti. 

 

— No quiero una buena noticia, ¡quiero mi dinero! — Ahogué la voz pegando el teléfono a mi boca. 

 

— Tranquilizante y escucha… ¿Recuerdas la persona que compró tu cuadro? 

 

— Te quédate mi dinero, obviamente tú lo recordarás mejor que yo. — Respondí molesto, y lo escuché respirar hondo antes de hablar. 

 

— Compró el cuadro para su mujer enferma y al parecer le ha encantado. Onofre… — Gonzalo se tomó unos segundos de dramatización antes de darme finalmente su supuesta buena noticia. — Quiere conocerte. 

 

— ¿De qué me sirve eso? — Fui reacio. — Tienes hasta el fin de semana para darme el dinero o lo recuperaré por otros medios. — Lo amenacé y colgué la llamada. 

¿Recuperarlo por otros medios? Había dicho eso pero, no era como si de verdad pudiera pagar a un cobrador de deudas para hacerlo devolverme mi dinero. Comenzaba a creer que ese dinero estaba perdido y con aquel pesimismo trabajé el resto del día. 

Reponer productos, retirar los pasados de fecha, limpiar el suelo, el polvo inexistente de las estanterías y las cristalerías exteriores, solo algunos de los trabajos que realizaba cada día. 

Llegaba a casa cansado y tarde, cuando Laura ya dormía y Pulgas era el único en darme la bienvenida. 

Desde el terrible caso de la botella de vino una semana atrás, Laura estaba más distante, la veía en el desayuno o cuando pasaba por la tienda a comprar, hablaba como si todo estuviera bien, pero… notaba algo distinto. Faltaba la complicidad que habíamos adquirido, faltaba la alegría que mostraba antes cuando hablaba conmigo. Se veía y sentía igual que cuando quedamos por primera vez a tomar café y no pude pagar por uno. 

Estaba decepcionada… Descubrí al momento el problema, pero no tenía ni idea de cómo lidiar con él. 

 

 

— He encontrado un nuevo trabajo. — Me comentó Laura por la mañana, mientras los dos tomábamos zumo recién exprimido de las naranjas que mi madre mandó del campo, y Pulgas se comía su ración de pienso de la mañana. Iba a felicitarla, pero no me dejó hablar. — Es como, chica de los recados en una oficina, haré fotocopias, compraré café y cosas similares. Está lejos de aquí, así que he pensado en alquilar algo barato para mudarme. 

 

— ¿Vas a mudarte… ? — Pregunté y Laura miró a Pulgas. No iba simplemente a mudarse, los dos iban a mudarse. — ¿Es por… ? — Quise preguntar, pero las palabras se estaban quedando en mi garganta. Sabía que estaba enfadada y que debía hacer algo para arreglar nuestra situación, pero nunca pensé en la posibilidad de que todo acabara así. 

 

— Es por comodidad. — Habló Laura y se enfocó en lo único que teníamos en común. — Podrás ir a verlo y pasearlo cuando quieras. 

 

— No será lo mismo… — Dije. Si se iban, Pulgas no estaría en casa para recibirme cuando llegara cansado y no recibiría sus buenos días por la mañana, tampoco de Laura. ¿Podría acostumbrarme de nuevo a estar solo? 

Pensé en la tertulia que pasaron por la televisión no hacía mucho tiempo, donde comentaron que las parejas jóvenes no ponían esfuerzo en mantener a flote su relación y cuando algo no iba bien, preferían separarse y poner fin a todo. ¿Estaba Laura poniendo fin a todo?

 

 

Fabián escupió el agua que bebió de la botella y varios de sus compañeros de tiro con arco se quedaron mirándonos. 

Era una situación extrema y tan pronto Laura salió de casa, había llamado a Sofía para decirle que estaba con gripe, que había pasado mala noche y que no podía ir a trabajar. Mi primer destino fue el club de arqueros. 

 

— ¿Cómo habéis pasado en una semana de mantener relaciones íntimas a que ella se vaya? — Me preguntó y no supe cómo responder a eso. ¿Qué había pasado? 

 

— Laura se molestó después del incidente con la botella de vino, mi respuesta la decepcionó y aún sabiéndolo he dejado pasar los días sin hacer nada. — Hablé claro, quería recuperarla, evitar que Pulgas y ella se fueran. 

 

— Ahí está el fallo. Tienes que hablar con ella y decirle de frente cómo te sientes respecto a lo que sucedió entre vosotros. — Fabián se sentó a mi lado para colocar su mano en mi hombro y alentarme. — Podrás hacerlo esta noche después de la cena. — ¿Cena? Lo miré confundido y Fabián sonrió. — ¿No te lo había dicho todavía? Esta noche es la prueba de menú para la boda, nuestros padres no están en la ciudad, así que Laura y tú nos ayudaréis a elegir el menú. 



#3181 en Novela romántica
#1248 en Otros
#380 en Humor

En el texto hay: familia, romance, amor

Editado: 24.02.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.